jueves, 10 de junio de 2010

Importancia del sacramento de la confesión en la vida del sacerdote.

(Zenit) El Arzobispo alemán destacó la importancia de que los sacerdotes dediquen tiempo a la confesión –tanto para administrar como recibir el sacramento- y consideró que una de las pérdidas “más trágicas que la Iglesia ha sufrido en la segunda mitad del siglo XX” es la pérdida “del Espíritu Santo en el sacramento de la reconciliación”.

“Cuando los fieles me preguntan: ¿Cómo podemos ayudar a nuestros sacerdotes?, yo siempre respondo: Ve y confiésate”, agregó el Arzobispo y precisó que “cuando el sacerdote ya no es el confesor se convierte en un trabajador religioso”. Para el cardenal Meisner

“No basta con querer hacer solamente correcciones a las estructuras de nuestra Iglesia, para poder hacer un show más atractivo. ¡No es suficiente! Lo que se necesita es un cambio de corazón, de mi corazón. Sólo un Pablo convertido podía cambiar el mundo, no un ingeniero de estructuras eclesiásticas”.

Cuando el sacerdote lleva “el estilo de vida de Jesús”, llega “a ser percibido por los demás. El obstáculo más grande para permitir que Cristo sea recibido por nosotros, por otros, es el pecado. Previene la presencia del Señor en nuestras vidas y, por lo tanto, para nosotros no hay nada más necesario para la conversión, y esto, también para la misión”.

“Esto se da a través del sacramento de la penitencia. Un sacerdote que no se pone, con frecuencia, al otro lado de la rejilla del confesionario sufre un daño permanente en su alma y su misión”, indicó el Purpurado alemán, y consideró que “aquí vemos sin duda una de las principales causas” de las crisis múltiples del sacerdocio en los últimos cincuenta años.

El sacramento de la penitencia evoca gran alegría en el Cielo
“Cuando el sacerdote deja el confesionario, entra en una grave crisis de identidad”, agregó Monseñor Joachim Meisner y explicó que “a menudo no nos gusta este perdón expreso”.

“¿Por qué un sacramento, que evoca una alegría tan grande en el cielo en la tierra evoca tanta antipatía?”, cuestionó y recordó que “sólo con la humildad de un niño, al igual que los santos, vamos a asumir con alegría la diferencia entre nuestra indignidad y la magnificencia de Dios”.

En este sentido, reveló que para él “la madurez espiritual de un candidato al sacerdocio, para ser ordenado, se hace evidente que recibe regularmente el sacramento de la reconciliación. Porque es en el sacramento de la penitencia que me encuentro con el Padre misericordioso que tiene los dones más preciosos”.

“Estar ahí, a ambos lados de la rejilla del confesionario, nos permite, a través de nuestro testimonio, hacer que Cristo sea precibido por la gente. Para perdonar de verdad, necesitamos mucho amor. El único perdón que realmente podemos dar es el que hemos recibido de Dios”, añadió.

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