Se trata de un archivo que existe hace varios años, pero que se ha visto reforzado recientemente, después del caso de la joven de 18 años Rahaf Mohammed al-Qunun, que huyó de la familia de origen –tras abandonar el islam– por temor a ser asesinada. Detenida durante varios días en Tailandia, aguardando una visa para dirigirse a Australia, su historia llegó a las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo. Tras un tira y afloja que duró varios días, finalmente la ONU le concedió el estatus de refugiada, y Canadá la recibió en su país, desafiando la ira de Riad.
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El sistema de vigilancia digitalizado funciona gracias al auxilio de una aplicación móvil llamada Absher [el predicador en lengua árabe], que permite entre otras cosas pagar multas o renovar la patente del automóvil, interactuando de forma directa con el Ministerio del Interior. El sistema –que es poco conocido a nivel mediático en el mundo occidental– contiene un registro de las mujeres del reino y provee medios para prohibirles viajar al exterior o capturarlas, en caso de intento de fuga.
Las fronteras nacionales se encuentran integradas con este sistema, y en caso de intentar usar el pasaporte (autorizado o no), se disparan mensajes de alerta por SMS. De esta manera, los guardianes masculinos pueden establecer cuándo, desde qué aeropuertos y por cuánto tiempo se autoriza a viajar a las mujeres, atrapándolas de hecho en Arabia Saudita. El fenómeno ha asumido una relevancia de tal magnitud que aunque cada año al menos 1.000 mujeres tratan de huir, Absher ha permitido capturar a gran parte de ellas mucho antes de que se aproximaran a abandonar el país.
Entre las numerosas historias de fuga, Insider cuenta la de Shahad al-Mohaimeed, que aprovechó unas vacaciones con la familia en una localidad turística turca en el Mar Negro para hacer perder su rastro. La joven salió del hotel en plena noche tomando previamente los celulares de sus parientes/guardianes para evitar ser descubierta. Actualmente vive en Tbilisi, Georgia, y cuenta que «cuando decidimos irnos, optamos por poner nuestra vida en peligro. Porque si no lo logramos, nuestras familias nos matarán». No hay ninguna forma de sostén «para quien es maltratado», concluye. Incluso cuando «se hace la denuncia, la policía siempre se coloca del lado del hombre».
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