lunes, 25 de marzo de 2013

Versión del Papa Francisco respecto a la dictadura argentina y su situación en ella.

Versión del Papa Francisco respecto a la dictadura argentina y su situación en ella.
Esta es la versión del cardenal Bergoglio.
Amigos-del-Papa-Francisco.
-“Durante la dictadura, -yo tenía entonces 37 años y mis relaciones eran escasas para poder abogar por personas secuestradas- , escondí en el colegio Máximo de la Compañía, donde yo residía, a varias personas. En el mismo colegio cobijé a tres seminaristas de la dióc...esis del obispo Enrique Angelleli, cuando ya él había sido asesinado. Uno de estos seminaristas le comentó al obispo Maletti que en el colegio había personas “para hacer ejercicios espirituales de 20 días”, pero que en realidad aquello no era sino una pantalla para esconder a gente.

 
-Por Foz de Iguazú saqué a un joven con parecido a mí. Le presté mi cédula de identidad y, vestido con clergyman, salió y pude salvarlo.

-Intenté por dos veces conversar con el general Videla. Procuré averiguar quién era el capellán que le oficiaba la Misa y me le ofrecí para sustituirle, todo con el fín de poder conocer el paradero de curas detenidos. Sólo una vez pude acudir a una base aeronáutica para averiguar la muerte de un muchacho.

- En una reunión, Esther Balestrino me trajo una señora que fue jefa mía en el laboratorio. Esta mujer, que me enseñó mucho de política, era viuda y tenía dos hijos casados, de militancia comunista, que fueron secuestrados. Nunca olvidaré cómo lloraba aquella mujer. Hice algunas averiguaciones que no me llevaron a ninguna parte. Con frecuencia, me reprocho no haber hecho lo suficiente. Fue luego secuestrada y asesinada.

-En otra ocasión, pude interceder por un joven catequista secuestrado. Me moví, hice averiguaciones y supe luego que el muchacho, no sé si por causa de mis influencias, fue liberado.

-Sobre el secuestro de los sacerdotes jesuitas Yorio y Yalics, puedo decir que por aquel entonces ellos estaban preparando una nueva congregación. Tengo una copia de lo que era ese proyecto. El Padre Arrupe, superior general de los jesuitas, les comunicó que debían dejar la comunidad en que vivían y que debían elegir entre la comunidad o la Compañía de Jesús. Persistieron en su proyecto y el grupo se disolvió, no por decisión mía. Al padre Jalics no se le podía aceptar la dimisión, porque tenía profesión solemne y solamente el papa podía atender esa solicitud. El 19 de marzo de 1976, cinco días antes del derrocamiento de Isabel Perón, al padre Yorio y a otro llamado Luis Dourron, que convivía con ellos, les dije que tuvieran mucho cuidado, les ofrecí para mayor seguridad que viniesen a la casa peovincial de la Compañía.

Estos padres corrían peligro por desempeñar su labor en el Barrio de Rivadavia del Bajo Flores. Nunca creí que estuvieran involucrados en “actividades subversivas”. Pero estaban expuestos a la paranoia de caza de brujas. Yorio y Jalics siguieron, por iniciativa propia, en el Barrio y allí fueron secuestrados durante un rastrillaje. El Padre Dourron no estaba allí en ese momento y pudo escapar del lugar huyendo por la calle Varela. Afortunadamente, no tardaron en ser liberados, porque no se les pudo acusar de nada y porque nos movimos como locos. La misma noche de su secuestro yo comencé a moverme todo lo que pude. Y las dos únicas veces que estuve con Videla y con Masera fue por el secuestro de ellos.

-De modo que allá en su conciencia con quienes sostengan que yo les acusé de subversivos o les perseguí por progresistas. Mi actitud con ellos fue la que he dicho. Con toda sinceridad: ni los eché de la Compañía ni quedaron desprotegidos.

- A los dos años de esto y ya en el extranjero, Jalics, nacido en Hungría, pero ciudadanos argentino con pasaporte argentino, me escribió para que le gestionara la renovación del pasaporte, pues tenía temor fundado de que si volvía a Argentina, podría ser detenido. Escribí a las autoridades argentinas una carta, que les entregué en mano, para que instruyeran a las de Bon. El funcionario de entonces me preguntó cuáles fueron las circunstancias que precipitaron la salida de Jalics. Le respondí: “A él y a su compañero lo acusaron de guerrillero y no tenían nada que ver”. No aceptaron la petición. Quien me denunció por esto ha dicho que él revisó el archivo de la secretaría de Culto de Argentina, pero el papelito en que él dice haber leído que yo le dije al funcionario que eran guerrilleros ponía también “que ellos no tenían nada ver con eso” . Y él lo omitió. Y omitió que en mi carta yo dije al funcionario “que ponía la cara por Jalics y hacía la petición”.

-Se me atribuye haber promovido y propiciado que la universidad del Salvador entregara un doctorado honoris causa al almirante Masera. Creo que fue un profesorado, no un doctorado. Pero, yo no promoví para nada ese profesorado. Se me invitó al acto y no fui. Y enterado de que un grupo había politizado la Universidad, con mi autoridad de sacerdote fui a una reunión de la Asociación Civil y les pedí que se fueran. Y, encima, hay quien me vincula con ese grupo político.

- Considero que éste – cuando a uno le imputan injustamente- es un juego en el que no debo entrar. Lo entendí así en una sinagoga, mientras participaba en una ceremonia: Recé mucho y, mientras lo hacía, escuché un verso de los textos sapienciales: “Señor, que en la burla sepa mantener el silencio”. Lo que me dio mucha paz y alegría”.

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