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miércoles, 17 de agosto de 2011
La esvástica y la cruz.
Pablo Cabellos (Diario Levante-EMV 17/08/2011).
Sin maltratar ni a un asesino —el de Oslo— ni mucho menos a las opiniones vertidas sobre el desgraciado suceso, pienso que es criticable la postura mantenida por quienes han aprovechado este resquicio para unir extrema derecha y cristianismo, remontarse a las guerras de religión y reeditar la insistencia en que religión y fundamentalismo van necesariamente unidos. Sería peor que unir izquierda y ETA, porque así se declara la banda. Es cierto que, a lo largo de la historia, ocurrieron sucesos lamentables con la religión por medio. Y siguen ocurriendo respecto a otras religiones, no precisamente la cristiana que cuenta con mártires nuevos cada año. Por hacer una cita entre muchas posibles, el Papa actual admitía ante el Parlamento inglés que el papel de la religión respecto a la razón no siempre ha sido bienvenido, en parte por causa de expresiones deformadas de la religión, como sectarismo y fundamentalismo, percibidas como generadoras de serios problemas sociales. Es obvio que, en el caso gravísimo de Noruega, estamos ante un demente o frente a una distorsión tal de la religión, que la sitúa en sus antípodas. Además, algunos han empleado la imagen de la Cruz uniéndola a la ideología nazi, ignorando que, además de los judíos, muchos cristianos fueron perseguidos y martirizados por Hitler. Pero por encima de esta realidad, la Cruz es el mayor símbolo de amor jamás conocido. Leí que Cristo trajo una singular revolución consistente en la voluntaria muerte violenta del revolucionario para aportar al mundo un estilo nuevo de vida, el del amor. Entiendo la Cruz como la máxima expresión del amor, aquella formulada en el Evangelio así: nadie tiene amor mayor que el de dar la vida por los amigos.
Muchas actitudes contra Cristo tienen su origen en relativismo y laicismo: andan sin referente por ignorar la grandeza del hombre capaz de buscar la verdad. Pero si el hombre no es capaz de verdad, tampoco es competente para la ética por quedarse sin parámetro alguno. Resta como único criterio el parecer de la mayoría, flaca norma que condujo el nazismo al poder y la destrucción. No sé si se pueden llamar mayoría los gobiernos marxistas, tan demoledores del hombre, incluso actualmente. No quiero inducir al pensamiento de que existen otros peores que los sectarios y fundamentalistas —nazismo y marxismo lo son—, sino de afirmar que la fe cristiana es radicalmente amor, que otra actitud es una desviación completa. Hablando de nazismo, siempre se cita a Pío XII como un silente ante sus atrocidades, sabiendo que no es cierto. Ya Pío XI había condenado este sistema en Mit Brennender Sorge. Pío XII hace una «Angustiosa llamada de Padre» en agosto de 1939 buscando evitar la guerra, donde dice que los imperios no fundados sobre la justicia no son bendecidos por Dios. Es conocido su radiomensaje en la Navidad de 1939, reprobando la persecución de minorías étnicas e invasiones gratuitas. Además, iglesias y monasterios romanos estuvieron saturados de judíos perseguidos. La apertura de los archivos vaticanos hace más patente la imposible unión de esvástica y cruz.
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