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miércoles, 18 de enero de 2017

El arzobispo greco-católico melquita de Homs, Monseñor Jean Abdo Arbachasegura que en Siria los cristianos no tienen miedo de ir a la iglesia, sino que tienen miedo a las bombas.

El arzobispo greco-católico melquita de Homs, Monseñor Jean Abdo Arbach, niega que el conflicto en Siria sea una guerra civil sino una guerra internacional en la tierra de Siria y un conflicto alimentado para sembrar el caos.
Monseñor Arbach también señala que existe un gran miedo ante el éxodo cristiano y que esa es la primera herida de la guerra. “La segunda es que los cristianos que ya viven en Europa pierden su identidad porque pierden sus rituales antiguos”, subraya.
El arzobispo de Homs asegura que en Siria los cristianos no tienen miedo de ir a la iglesia, sino que tienen miedo a las bombas. Cuenta cómo, a pesar de que hace un mes en Homs recibieron cinco cohetes cerca de la parroquia, la Iglesia sigue abierta y se sigue celebrando misa. “Nadie sabe cuando va a ocurrir, pero eso no significa que cerremos nuestras iglesias”,
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El cristianismo es la religión más perseguida del mundo. Uno de cada seis cristianos vive en un país con persecución religiosa y en la mayoría de los casos el Islam extremista es la principal causa de la violencia. Así lo recoge el informe sobre Libertad Religiosa en el Mundo 2016, presentado recientemente por la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN).
Esa es la realidad que viven a diario los cristianos sirios. En los últimos cinco años han pasado de ser el 10% al 2% de la población. Solo en la diócesis de Homs han muerto 420 cristianos a causa de la guerra. Su arzobispo, monseñor Jean Abdo Arbach, arzobispo greco-católico melquita ha pasado recientemente por Madrid para contar el sufrimiento de este pueblo que ya cuenta con 12 millones de desplazados. Monseñor Arbach está convencido de que detrás de los conflictos que azotan a Oriente Próximo hay «un plan para hacer desaparecer la presencia cristiana en la región».
 

miércoles, 11 de mayo de 2016

Carta del Papa al Patriarca de la Iglesia Copta Ortodoxa «Coptos y católicos pueden testimoniar juntos valores tan importantes como la santidad y dignidad de cada vida humana».


En el marco de la celebración de la Jornada de la Amistad entre Coptos y Católicos, el papa Francisco envió una carta a Su Santidad Tawadros II, Pope de Alejandría y Patriarca de la Iglesia Copta Ortodoxa, en la que afirmó que los fieles de ambas confesiones cristianas pueden testimoniar juntos valores «como la santidad y dignidad de cada vida humana».
VATICANO, 10 May. 15 (ACI/EWTN Noticias).-
El Papa Francisco envió una carta a Su Santidad Tawadros II, líder de la Iglesia Copta Ortodoxa de Egipto y Patriarca de la Sede de San Marcos con motivo del segundo aniversario de su encuentro en el Vaticano.
En ella recuerda los lazos espirituales y la amistad, así como el ecumenismo de sangre que une a las iglesias por el martirio de cristianos en países de Medio Oriente y África.
“Hoy más que nunca estamos unidos por el ecumenismo de la sangre, lo que nos alienta en el camino hacia la paz y la reconciliación”, señaló el Papa.
“Le aseguro a usted y a la comunidad cristiana en Egipto así como a todo Oriente Medio mi oración incesante, y el recuerdo en particular de los fieles coptos recientemente martirizados por su fe cristiana. Que el Señor los acoja en su Reino, dijo en referencia a los asesinados hace semanas por su fe a manos de los terroristas del autodenominado Estado Islámico”.
Francisco indicó que aunque “nuestra comunión es todavía imperfecta, aquello que tenemos en común es más grande que lo que nos divide. Podemos perseverar en nuestro camino hacia la plena comunión, y crecer en amor y comprensión”.
El Santo Padre subrayó en su misiva lo alentador que resulta que la Comisión Mixta Internacional para el Diálogo entre la Iglesia católica y las Iglesias Orientales ortodoxas haya finalizado un documento sobre la comunión en la vida de la Iglesia primitiva y sus implicaciones en la búsqueda de la comunión hoy día. Un diálogo, dijo, que “continuará y traerá frutos abundantes”.
El Papa se mostró especialmente contento por la disponibilidad del Patriarcado de la Sede de San Marcos para celebrar la próxima reunión de dicha Comisión en el Cairo.
Francisco también recordó que los cristianos de todo el mundo se encuentran en un momento en el que deben afrontar desafíos similares que requieren esfuerzos comunes.
Además expresó su aprecio porque Tawadros II nombrara un delegado para que participase en el Sínodo Extraordinario de Obispos dedicado a la Familia el pasado mes de octubre. Manifestó también el deseo de que esta colaboración pueda continuar en un futuro para afrontar cuestiones relativas a los matrimonios mixtos.
El Pontífice se despidió subrayando la amistad entre la Iglesia ortodoxa copta y la Iglesia católica y desea que el mensaje sea “un abrazo fraterno en Cristo Señor”.
El 10 de mayo de 2013, el Papa Francisco y Tawadros II se reunieron en el Vaticano. El encuentro se produjo cuarenta años después del que mantuvieron sus predecesores, el Papa Pablo VI y el Papa Shenuda III.
“La visita de hoy –dijo Francisco en esa ocasión– refuerza los lazos de amistad y de hermandad que ya unen a la Sede de Pedro y a la Sede de Marcos, heredera de un inestimable legado de mártires, teólogos, santos monjes y fieles discípulos de Cristo, que durante generaciones y generaciones han testimoniado el Evangelio, con frecuencia en situaciones de gran dificultad”.

(ACI Prensa) «Coptos y católicos pueden testimoniar juntos valores tan importantes como la santidad y dignidad de cada vida humana, la santidad del matrimonio y la vida familiar, y el respeto de la creación que nos ha confiado Dios», señaló el Pontífice, que también expresó su gratitud al Señor por los pasos dados a lo largo del camino de la reconciliación y la amistad después de siglos de silencio, incomprensión e incluso hostilidad.
Ahora, coptos y católicos, escribió el Pontífice, «se encuentran cada vez más, dialogan y cooperan para anunciar el Evangelio y servir a la humanidad».
«A pesar de que estamos todavía en camino hacia el día en que nos reuniremos como uno en la misma mesa eucarística, somos capaces, incluso ahora, de hacer visible la comunión que nos une», añadió.
En ese sentido, dijo que frente a los muchos desafíos contemporáneos, los fieles de ambas confesiones están llamados a ofrecer una respuesta común fundada sobre el Evangelio. «Mientras continuamos nuestra peregrinación terrena y si aprendemos a soportar las cargas de los otros y a intercambiar el rico patrimonio de nuestras respectivas tradiciones, veremos claramente que lo que nos une es más grande que lo que nos divide», expresó.
Antes de concluir, el Papa Francisco expresó su preocupación por las comunidades cristianas en Oriente Medio.
«Su Santidad, todos los días mis pensamientos y oraciones están con las comunidades cristianas en Egipto y Oriente Medio, muchas de las cuales pasan por condiciones difíciles y situaciones trágicas».
«Soy muy consciente de su grave preocupación por la situación en Oriente Medio, especialmente en Irak y Siria, donde nuestros hermanos y hermanas cristianos y de otras comunidades religiosas se enfrentan a pruebas diarias. ¡Que Dios nuestro Padre dé paz y consuelo a todos los que sufren e inspire a la comunidad internacional a responder con prudencia y justicia a esta violencia sin precedentes!», expresó.



sábado, 30 de abril de 2016

Acompañar, discernir e integrar «Amo­ris lae­ti­tia no vie­ne a plan­tear cam­bios de doc­tri­na, pe­ro sí im­por­tan­tes mo­di­fi­ca­cio­nes en la for­ma de apli­car­la".

Dis­cer­nir no es so­lo so­pe­sar ra­zo­nes, sino bus­car al Se­ñor pa­ra se­guir­le más de cer­ca, es­cu­chan­do lo que su­ce­de y el sen­tir de la gen­te. Es lo con­tra­rio a una li­cen­cia pa­ra ha­cer la pro­pia vo­lun­tad; su­po­ne abrir­se a la Pa­la­bra de Dios que ilu­mi­na la reali­dad con­cre­ta de la vi­da co­ti­dia­na y exi­ge tras­pa­sar la su­per­fi­cie de las co­sas y las apa­rien­cias pa­ra aten­der amo­ro­sa­men­te a lo que Dios es­pe­ra de uno en sus cir­cuns­tan­cias. Re­quie­re un ta­lan­te de aper­tu­ra a la com­ple­ji­dad y am­bi­güe­dad de lo real, en to­do, tam­bién en la vi­da ma­tri­mo­nial y fa­mi­liar. Pi­de no se­pa­rar fá­cil­men­te pu­ros e im­pu­ros, bue­nos y ma­los, y no blin­dar­se en ri­gi­de­ces, tó­pi­cos, com­pla­cen­cias nar­ci­sis­tas o con­de­nas ca­tas­tro­fis­tas, que aca­ban sien­do «doc­tri­na sin vi­da».
Le im­por­ta mu­cho al Pa­pa po­ner «los pies en tie­rra» (6), pres­tar aten­ción a la reali­dad con­cre­ta (31), por­que sin es­cu­char­la es im­po­si­ble com­pren­der las exi­gen­cias del pre­sen­te ni las lla­ma­das del Es­pí­ri­tu. La hu­mil­dad del rea­lis­mo ayu­da, por ejem­plo, a no pre­sen­tar «un ideal teo­ló­gi­co del ma­tri­mo­nio de­ma­sia­do abs­trac­to, ca­si ar­ti­fi­cial­men­te cons­trui­do, le­jano de la si­tua­ción con­cre­ta y de las po­si­bi­li­da­des efec­ti­vas de las fa­mi­lias reales» (36).
Aho­ra bien, dar tan­to va­lor al dis­cer­ni­mien­to y a pi­sar tie­rra no dis­mi­nu­ye un ápi­ce las exi­gen­cias del Evan­ge­lio, ni ha­ce que la ley se di­suel­va en la gra­dua­li­dad. Se ne­ce­si­ta gra­dua­li­dad en el ejer­ci­cio pru­den­cial de los ac­tos li­bres de quien no es­tá en con­di­cio­nes de com­pren­der, va­lo­rar o prac­ti­car ple­na­men­te las exi­gen­cias ob­je­ti­vas de la ley (295), aun­que el dis­cer­ni­mien­to no po­drá pres­cin­dir ja­más de las exi­gen­cias de la ver­dad y de la ca­ri­dad del Evan­ge­lio pro­pues­to por la Igle­sia. Es más, pa­ra dis­cer­nir de­ben ga­ran­ti­zar­se las con­di­cio­nes de «hu­mil­dad, re­ser­va, amor a la Igle­sia y a su en­se­ñan­za, en la bús­que­da sin­ce­ra de la vo­lun­tad de Dios… Cuan­do se en­cuen­tra una per­so­na res­pon­sa­ble y dis­cre­ta, que no pre­ten­de po­ner sus de­seos por en­ci­ma del bien co­mún de la Igle­sia, con un pas­tor que sa­be re­co­no­cer la se­rie­dad del asun­to que tie­ne en­tre ma­nos, se evi­ta el ries­go de que un de­ter­mi­na­do dis­cer­ni­mien­to lle­ve a pen­sar que la Igle­sia sos­tie­ne una do­ble mo­ral» (300).
La ex­hor­ta­ción se ha­ce car­go de la in­se­gu­ri­dad de tan­tos pa­dres y ma­dres que quie­ren edu­car a sus hi­jos pa­ra que sean li­bres y bue­nas per­so­nas, la ta­rea mo­ral por ex­ce­len­cia. La ten­sión que de al­gu­na ma­ne­ra su­fri­mos to­dos. El mun­do se ha com­pli­ca­do de un mo­do inau­di­to y la am­bi­va­len­cia que tie­nen los fe­nó­me­nos cul­tu­ra­les se ha acen­tua­do has­ta ni­ve­les in­sos­pe­cha­dos en es­te cam­bio de épo­ca mar­ca­do por las nue­vas tec­no­lo­gías. Des­de un pa­cien­te rea­lis­mo, las di­fi­cul­ta­des nos exi­gen un plus de es­fuer­zo en la for­ma­ción éti­ca de los hi­jos, que dé va­lor a la san­ción co­mo es­tí­mu­lo y re­en­fo­que los mo­dos de la edu­ca­ción se­xual y la tras­mi­sión de la fe, así co­mo las prác­ti­cas de la vi­da fa­mi­liar co­mo con­tex­to edu­ca­ti­vo. El gran re­to es ge­ne­rar «en los hi­jos, con mu­cho amor, pro­ce­sos de ma­du­ra­ción de su li­ber­tad, de ca­pa­ci­ta­ción, de cre­ci­mien­to in­te­gral, de cul­ti­vo de la au­tén­ti­ca au­to­no­mía» (261).
El Pa­pa nos ha­ce cons­cien­tes de que el desa­rro­llo mo­ral nor­mal­men­te no se da en si­tua­cio­nes lí­mi­te ni en mo­men­tos cum­bre, sino de ma­ne­ra ca­lla­da en lo or­di­na­rio de la vi­da, con per­so­nas, ros­tros e his­to­rias sen­ci­llas que nos van afec­tan­do po­co a po­co. Él es un pas­tor apa­sio­na­do por la re­la­ción per­so­nal. De Je­sús apren­de­mos que es de Dios el as­pi­rar siem­pre a lo má­xi­mo, al ideal de vi­da, sin de­jar de con­cre­tar­se en lo pe­que­ño y co­ti­diano de la vi­da, por­que en ello nos aca­ba­mos ju­gan­do la fe­li­ci­dad o el ser dig­nos de ella. Y de San­to To­más, que «los ac­tos hu­ma­nos son ac­tos mo­ra­les», des­de que nos le­van­ta­mos has­ta que nos acos­ta­mos, cuan­do tra­ba­ja­mos o ju­ga­mos, cuan­do con­ver­sa­mos o ca­lla­mos, en to­do lo que ha­ce­mos cuan­do en­tra de al­gún mo­do la li­ber­tad… Son «pe­que­ños pa­sos» que «com­pren­di­dos, acep­ta­dos y va­lo­ra­dos» (271) nos ha­cen me­jo­res y más li­bres, ca­pa­ces de re­co­no­cer y apro­ve­char las opor­tu­ni­da­des de cre­ci­mien­to mo­ral que se nos pre­sen­tan. Amo­ris lae­ti­tia es­tá lle­na de esas ex­pe­rien­cias en el ám­bi­to de la pa­re­ja y la fa­mi­lia.
Se tra­ta de «for­mar las con­cien­cias, no de sus­ti­tuir­las» (37); de po­ner la con­cien­cia mo­ral en el cen­tro co­mo «pri­me­ro de to­dos los vi­ca­rios de Cris­to» pa­ra ca­da uno (New­man), por­que sin ella no hay li­ber­tad y, con­si­guien­te­men­te, no hay bús­que­da del bien y la ver­dad; y por­que pa­ra la éti­ca no bas­tan la ob­je­ti­vi­dad y la co­rrec­ción mo­ral de los ac­tos. La con­cien­cia mo­ral só­lo se va ha­cien­do ver­da­de­ra­men­te li­bre cuan­do es ca­paz de in­terio­ri­zar los va­lo­res que con­for­man la vi­da y que la re­mi­ten más allá de sí mis­ma, al­go que no es po­si­ble des­de una con­cep­ción in­di­vi­dua­lis­ta y ce­rra­da de la pro­pia sub­je­ti­vi­dad. Tam­po­co es li­bre una con­cien­cia he­te­ró­no­ma, obli­ga­da a se­guir la ver­dad que al­guien le dic­ta. Así su­ce­de no so­lo cuan­do al­guien ma­ni­pu­la a otro, sino tam­bién cuan­do pe­di­mos el am­pa­ro del Ma­gis­te­rio en mo­ral re­nun­cian­do a ha­cer nues­tro pro­pio tra­ba­jo de dis­cer­ni­mien­to. En esa tram­pa no cae, des­de lue­go, el Pa­pa Ber­go­glio: «No to­das las dis­cu­sio­nes doc­tri­na­les, mo­ra­les o pas­to­ra­les de­ben ser re­suel­tas con in­ter­ven­cio­nes del Ma­gis­te­rio».
La ver­dad mo­ral se va al­can­zan­do a tra­vés del dis­cer­ni­mien­to y la de­li­be­ra­ción; no con ob­je­ti­vis­mo o sub­je­ti­vis­mo («El jui­cio ne­ga­ti­vo so­bre una si­tua­ción ob­je­ti­va no im­pli­ca un jui­cio so­bre la impu­tabi­li­dad o la cul­pa­bi­li­dad de la per­so­na in­vo­lu­cra­da» (302). Sí con la in­ter­sub­je­ti­vi­dad del acom­pa­ña­mien­to, el diá­lo­go y el en­cuen­tro, don­de se al­can­za esa fran­ja des­de la que se apli­can prác­ti­ca­men­te los prin­ci­pios a las dis­tin­tas si­tua­cio­nes de la vi­da con­cre­ta («To­do prin­ci­pio ge­ne­ral tie­ne ne­ce­si­dad de ser in­cul­tu­ra­do si quie­re ser ob­ser­va­do y apli­ca­do» –3–).
Amo­ris lae­ti­tia no vie­ne a plan­tear cam­bios de doc­tri­na, pe­ro sí im­por­tan­tes mo­di­fi­ca­cio­nes en la for­ma de apli­car­la. De ella se des­pren­de que, en mo­ral, la fuer­za del Ma­gis­te­rio no de­be po­ner­se en la pre­ci­sión ma­te­rial, la exac­ti­tud y la con­si­de­ra­ción de to­das las cir­cuns­tan­cias y exi­gen­cias nor­ma­ti­vas po­si­bles, sino en los ele­men­tos de la fe que ayu­dan a des­cu­brir los va­lo­res y las ac­ti­tu­des mo­ra­les fun­da­men­ta­les. Le co­rres­pon­de al cre­yen­te bus­car la ver­dad y de­ci­dir en las con­di­cio­nes con­cre­tas de su exis­ten­cia, don­de no hay jui­cios ni ar­gu­men­ta­cio­nes de pu­ro «de­re­cho na­tu­ral».
Fran­cis­co –re­for­zan­do el es­ti­lo re­ci­bi­do de Be­ne­dic­to XVI– prac­ti­ca un Ma­gis­te­rio que ha­ce ver có­mo la mo­ral cris­tia­na, an­tes de ser ley vin­cu­lan­te, es una in­vi­ta­ción car­ga­da de pro­me­sas pa­ra la sal­va­ción de las per­so­nas: «La ló­gi­ca de la mi­se­ri­cor­dia pas­to­ral». Hay po­de­ro­sas re­sis­ten­cias al cam­bio, sí, pe­ro mu­cho más fuer­te es la ale­gría del Evan­ge­lio y del Amor que im­pul­sa a la Igle­sia.
Julio L. Martínez SJ
Recto de la Universidad Pontificia de Comillas/La Tercera de ABC
Fecha de Publicación: 28 de Abril de 2016

lunes, 18 de abril de 2016

Amoris Laetitia: «Una saludable autocrítica».

 Amoris Laetitia: «Una saludable autocrítica»
Por el P. Giovanni Scalese
Miembro de la Orden de los Clérigos Regulares de San Pablo (Barnabitas), filósofo y teólogo

Me han pedido un trabajo acerca de la exhortación apostólica Amoris laetitia, pero realmente no me agrada comentar los documentos pontificios. Escribí en alguna ocasión: «las sentencias no se discuten, se aplican». Así que en este caso, en lugar de discutir los méritos de la exhortación, preferiría centrarme en ciertos aspectos formales del documento, aunque será inevitable hacer referencia a su contenido.
El documento nos invita a ser humildes y realistas y hacer una «sana autocrítica» (n. 36): creo que esta actitud debe orientarse no sólo hacia la iglesia del pasado y su práctica pastoral, sino que, para ser auténtica, debe extenderse a 360° y por lo tanto también a la iglesia de hoy. Por ello me gustaría formular algunas preguntas, no con espíritu polémico, sino como una simple invitación a la reflexión.
1. ¿Es correcto volver sobre los temas que ya habían sido abordados en tiempos relativamente recientes (el Sínodo anterior sobre la familia data de 1980), sin que la situación haya cambiado radicalmente? Es cierto que en estos treinta y cinco años ha habido no pocas novedades, que no habían sido afrontadas entonces (por ej. la fecundación in vitro, la teoría de género, la maternidad subrogada, uniones homosexuales, la adopción de hijastros, etc.); pero también es cierto que estas cuestiones no han sido objeto de los últimos Sínodos y son tocadas sólo parcialmente y de paso en la exhortación apostólica AL. La atención parecía dirigida exclusivamente sobre una cuestión que ya había sido ampliamente debatida y definida: el acceso a los sacramentos de divorciados vueltos a casar civilmente. La cuestión había sido resuelta autorizadamente en la exhortación apostólica Familiaris consortio (n. 84); su enseñanza fue retomada por el Catecismo de la Iglesia Católica (n.1650) y reiterada en la Carta de la Congregación para la Doctrina de la fe del 14 de septiembre de 1994 y la declaración del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos de 24 de junio de 2000. Soy perfectamente consciente de que Amoris Laetitia escapa a la lógica doctrinal y legal, para colocarse sobre un plano exquisitamente pastoral; pero me pregunto: ¿es correcto poner ahora en entredicho una enseñanza prácticamente definitiva?
2. ¿Es correcto el procedimiento seguido para abordar este tema? Primero, el Consistorio extraordinario en febrero de 2014; a continuación, la Asamblea extraordinaria del Sínodo de los obispos en octubre de ese mismo año; posteriormente, la emisión de dos motu proprio sobre las causas de nulidad matrimonial en agosto de 2015; a continuación, la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los obispos en octubre siguiente; finalmente la exhortación apostólica postsinodal recién publicada. Hasta ahora, nadie había visto un procedimiento similar: ¿no era suficiente un único Sínodo, debidamente preparado? ¿Era realmente necesario este «martilleo» durante dos años? ¿Con qué fin? Todo ello, sin hablar de las anomalías registradas a lo largo del camino: el secreto de la relación con el Consistorio y del debate del Sínodo; el informe post disceptationem del Sínodo de 2014, que no reflejaba el resultado del debate; el informe final del Sínodo mismo, que se hizo eco de temas que no habían sido aprobados por los Padres; la carta reservada de los trece cardenales en principio del Sínodo 2015, denunciado públicamente como «conspiración», etc.: ¿son cosas normales?
3. ¿Es correcto insinuar determinadas soluciones pastorales que no habían sido acogidas por los Padres sinodales (y por lo tanto no podrían ser incorporados en el texto de la exhortación), en las notas del documento? ¿Es correcto poner en discusión, en un documento magisterial, la enseñanza de un documento precedente, con la siguiente fórmula: «muchos... destacan..» (Nota 329)*? ¿«Muchos» quiénes? ¿«Destacan» con qué capacidad? Además, ¿qué tipo de membresía requiere la nota 351**, que admite una posibilidad en abierto contraste con la enseñanza y la práctica ininterrumpida de la Iglesia, basándose en argumentos que ya habían sido considerados y juzgados insuficientes para justificar una excepción a esa enseñanza y práctica (véase la Carta de la Congregación para la Doctrina de la fe de 14 de septiembre de 1994, en particular, el n. 5: «esta práctica [de no admitir a la Eucaristía a los divorciados y vueltos a casar], presentada [por la Familiaris consortio] como vinculante, no puede ser cambiada en base a diversas situaciones»)?
4. ¿No debería tenerse cuidado, cuando se publica un documento, de lo que llegará a los fieles? En Evangelii gaudium se abordaba, con razón, el problema de la comunicación del mensaje evangélico (n. 41); en Amoris Laetitia exhorta a «evitar el grave riesgo de mensajes erróneos» (n. 300). ¿El hecho de que en los días sucesivos a la publicación de la exhortación hayan sido publicados comentarios contrastantes entre sí, no debería hacer reflexionar sobre ello? ¿No será que el lenguaje utilizado no es suficientemente claro? ¿Es posible que sobre el mismo documento haya quienes dicen que nada va a cambiar y otros que lo consideran revolucionario? Si una declaración es clara, no debería dar lugar a dos interpretaciones opuestas. ¿La confusión no debería ser una alarma? En Amoris laetitia no se ignora el problema: «Entiendo a aquellos que prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusiones» (n. 308), pero luego, con Evangelii gaudium (n.45), se responde que es preferible una iglesia que «no renuncia al bien posible, aunque corra peligro de ensuciarse con el barro de la calle». Es tentador pensar que la confusión sea buscada intencionalmente, porque en ella se buscaría a Dios y actuaría el Espíritu. Personalmente prefiero creer, con San Pablo, que «Dios no es un Dios de desorden sino de paz» (1 Corintios 14:33).
5. ¿Es posible que a medida que los años pasan, las exhortaciones apostólicas postsinodales sean cada vez más minuciosas? ¿Es posible que no se llegue a sintetizar en unas pocas proposiciones los resultados de las discusiones de los padres sinodales? La concisión generalmente se lleva bien con la eficacia y el impacto: cuando se extiende más de lo necesario para transmitir un determinado mensaje, la mayoría de las veces significa que las ideas no son muy claras. Sin mencionar que, por hacer los documentos excesivamente largos, se corre también el riesgo de desalentar incluso a los más dispuestos a emprender la lectura, y les obliga a conformarse con los resúmenes, generalmente parciales y sesgados, que hacen los medios de comunicación.
6. ¿Es realmente necesario que los documentos pontificios se conviertan en tratados de psicología, pedagogía, teología moral, pastoral, espiritualidad? ¿Es ésta es la tarea del Magisterio de la iglesia? Antes de afirmar que «no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben resolverse con intervenciones magisteriales» (n. 3) luego, de hecho, se pronuncia en cada aspecto y se cae incluso en aquella «casuística insoportable», que, en pocas palabras, se dice que desaprueban (n. 304). El magisterio tiene la tarea de interpretar la palabra de Dios (Dei Verbum, 10; Catecismo de la iglesia católica, nº 85), definir las verdades de la fe, custodiar e interpretar la ley moral, no sólo evangélica sino también natural (Humanae vitae, n.4). El resto –la explicación, profundización, aplicaciones prácticas, etc., siempre se ha dejado a teólogos, a los confesores, a los maestros de espíritu, a la conciencia bien formada de los fieles. Una exhortación apostólica, dirigida a todos los fieles, no puede, en mi opinión, convertirse en un manual para confesores.
7. ¿Es correcto insistir sobre la abstracción de la doctrina (nn. 22; 36; 59; 201; 312), en contraste con el discernimiento y el acompañamiento pastoral, como si no hubiese posibilidad de convivencia entre las dos realidades? Que la doctrina sea abstracta, no tiene caso subrayarlo: lo es por naturaleza; como la praxis es praxis. Pero eso no significa que en la vida humana no tenga necesidad la una de la otra: la praxis siempre se deriva de una teoría (basta pensar que en Amoris laetitia se repite dos veces, n. 3 y 261, un principio filosófico –y por lo tanto abstracto– que ya había sido enunciado en Evangelii gaudium en nn. 222-225: «el tiempo es mayor que el espacio»). Por eso es importante que la praxis, para ser buena («ortopraxis»), esté inspirada en una doctrina verdadera (ortodoxia); de lo contrario, una doctrina errónea generaría inevitablemente una mala praxis. Despreciar la doctrina no sirve de nada, sólo sirve para privar a la praxis de su fundamento, de la luz que debería guiarla. ¿No se advierte, por otra parte, que el hablar de la praxis no se identifica con la propia praxis, sino que es sólo una teoría de la praxis misma? Y la teoría de la praxis sigue siendo una teoría, tan abstracta como la doctrina a la cual se quiere contraponer la praxis.
8. ¿Describir la Iglesia del pasado como una Iglesia exclusivamente interesada en la pureza de la doctrina e indiferente a los problemas reales de la gente, no es una caricatura que no corresponde de ninguna manera a la realidad histórica? Llegar al punto de utilizar ciertas expresiones (n. 49: «en lugar de ofrecer el poder sanador de la gracia y la luz del Evangelio, algunos quieren adoctrinar el Evangelio; transformarlo en piedras muertas para lanzar a los demás; n. 305: «un pastor no puede sentirse satisfecho sólo por aplicar las leyes morales a los que viven en situaciones irregulares, como si fueran piedras que lanzan contra la vida de las personas. Este es el caso de los corazones cerrados, que a menudo se esconden incluso detrás de las enseñanzas de la iglesia «para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas») es no sólo ofensivo, sino falso y mezquino hacia lo que la iglesia ha hecho y sigue haciendo, incluso entre muchas contradicciones e infidelidades, para la salvación de las almas. En la Iglesia el discernimiento y acompañamiento pastoral (quizás llamado con diferentes nombres y sin hacer demasiadas teorizaciones) siempre estuvieron ahí; sólo que hasta ahora cada uno hacía su oficio: el magisterio enseñaba la doctrina, los teólogos la profundizaban, los confesores y directores espirituales la aplicaban a los casos individuales. Hoy, sin embargo, parece que nadie puede distinguir la especificidad de su propio rol.
9. ¿Transformar las exigencias de la vida cristiana en «ideales» (n. 34; 36; 38; 119; 157; 230; 292; 298; 303; 307; 308) no significa -por lo menos en este caso-, transformar el cristianismo en algo abstracto, peor aún, en una filosofía o incluso una ideología? ¿No significa quizá olvidar que la palabra de Dios es viva y eficaz (Heb 4:12), que la verdad revelada es una «verdad que salva» (Dei Verbum, 7; Gaudium et Spes, n. 28), que el Evangelio «es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree» (Rm 1:16), que «Dios no manda lo imposible; pero cuando manda, advierte hacer lo que se puede y pedir lo que no se puede, y le ayuda para que pueda hacerlo»  (Concilio de Trento, Decreto sobre la justificación, c. 11; Cf..S. Agustín, De natura et gratia, 43, 50)?
10. ¿Estamos seguros de que la «conversión pastoral» (Evangelii gaudium, n. 25), que se reclama a la iglesia hoy en día, sea un bien para ella? Me da la impresión que detrás
de esta conversión hay un malentendido básico, ya presente en el momento de la proclamación del Concilio Vaticano II y que llega hasta el día de hoy: pensar que hoy ya no es necesario que la iglesia tenga cuidado de la doctrina, siendo ésta lo suficientemente clara, conocida y aceptada por todos, y que debemos estar preocupados solamente por la práctica pastoral. Pero ¿estamos seguros de que la doctrina es tan clara, que no requiere más estudio y que se defienda de las interpretaciones erróneas? ¿Estamos realmente seguros de que todo el mundo, hoy en día, conoce bien la doctrina cristiana?
No basta responder a estas preguntas diciendo que existe para ello el Catecismo de la iglesia católica: primero, porque no hay que descontar que todos lo conocen; en segundo lugar, porque incluso si se conoce, no necesariamente es compartida su doctrina. Si bien es cierto que «la misericordia no excluye la justicia y la verdad, debemos decir que la misericordia es la plenitud de la justicia y manifestación más luminosa de la verdad de Dios» (Amoris laetitia, n. 311), es igualmente cierto que «no disminuir en absoluto la enseñanza salvadora de Cristo constituye una forma eminente de caridad hacia las almas» (Humanae vitae, Nº 29; cf. Familiaris consortio, Nº 33; Reconciliatio et paenitentia, # 34; Veritatis splendor, 95). Y el servicio que el magisterio tiene que ofrecer a la iglesia es, ante todo, el servicio de la verdad (Catecismo de la iglesia católica, Nº 890); precisamente enseñando la verdad que salva, el Magisterio asume una actitud pastoral y misericordiosa por las almas. Sólo cuando el Magisterio haya cumplido su tarea principal, los agentes de pastoral, a su vez, podrán formar la conciencia, hacer discernimiento y acompañar a las almas en su camino de vida cristiana.

(*) Nota 329: Juan Pablo II, Exhort. ap. Familiaris consortio (22 noviembre 1981), 84: AAS 74 (1982), 186. En estas situaciones, muchos, conociendo y aceptando la posibilidad de convivir «como hermanos» que la Iglesia les ofrece, destacan que si faltan algunas expresiones de intimidad «puede poner en peligro no raras veces el bien de la fidelidad y el bien de la prole» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 51).
(**) Nota 351: En ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos. Por eso, «a los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor»: Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 44: AAS 105 (2013), 1038. Igualmente destaco que la Eucaristía «no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles» (ibíd, 47: 1039)

Publicado originalmente en el blog del autor como «Salutare autocritica»
(Tomado de Infovaticana.com
 http://infocatolica.com/?t=opinion&cod=26432).

lunes, 22 de febrero de 2016

«La llamada a la santidad no es privilegio de unos pocos»

(InfoCatólica
Entrevista al P. Roberto Esteban Duque:

Después de investigar sobre la concupiscencia en el Magisterio de Juan Pablo II, y escribir sobre temas como la fe y la conciencia, la moral o la felicidad y la muerte, aborda el de la santidad. ¿Qué le ha movido a escribir esta obra?

Quizá mi propio deseo como cristiano, y todavía más como sacerdote, de estar unido a Dios. En alguna ocasión escuché a Mons. Guerra Campos decir que el sacerdote es tanto mejor sacerdote cuanto menos aparece él en su vida y en su acción, y cuanto más es Jesucristo el que se manifiesta a través de él. Ignoro si la comunidad cristiana lo percibe, pero el sacerdote también se aleja con frecuencia de Dios cuando vive con tibieza su consagración a Él. Lo diagnosticaba con gravedad el filósofo García Morente al manifestar que las realidades más inmediatas en nosotros son las que menos solicitan nuestra atención: ¿en qué me diferencio del mundo o qué puedo ofrecerle si mi ministerio no está impregnado de la experiencia de un fortalecimiento del amor y de la unión con Dios que me lleve a manifestar ese amor a los demás? Me ha movido, en fin, a escribir sobre la santidad mi deseo de estar más unido a Dios para reflejar un poco más y mejor su Amor.

El Concilio Vaticano II reafirma el concepto de santidad y recuerda que el deber de ser santos es para todos. ¿Se puede esperar de cualquier mortal la santidad?

No es una imposición, sino una necesidad y un don. Pero sobre todo, es una exigencia de nuestra condición de bautizados. Israel debía responder a Dios santificándose porque su Dios es santo. Jesús, que es el único Santo, nos dijo que fuésemos santos como nuestro Padre del cielo. Se puede hablar a la luz de la revelación cristiana de una esencial obligatoriedad, de una llamada universal a la santidad como único modo posible de vida para un cristiano. Tras el Concilio Vaticano II se hizo más evidente que la llamada a la santidad no es privilegio de unos pocos, sino exigencia implícita de nuestro bautismo. El bautismo significa que pertenecemos a Cristo más que a nosotros mismos.

¿Qué conlleva la santidad?

Esta pregunta es muy importante. Si todos estamos llamados a ser santos, esto significa que no soy ciudadano, por un lado, y la santidad me sobreviene desde fuera. No es la santidad algo que se añade desde fuera al ciudadano, sino que la ciudadanía está impregnada de santidad.
El teólogo jesuita Henri de Lubac sostenía que la paradoja fundamental de la condición humana es que el hombre, criatura espiritual pero finita, tiene como única finalidad una finalidad sobrenatural, la vida eterna. Si tenemos un único fin, que es un fin sobrenatural, se deduce de ahí que el fin último de la vida social no es una felicidad terrestre, sino, a través de este fin, la beatitud del cielo y en última instancia el mismo Dios. No se pueden separar la santidad y la vida, como si fueran realidades yuxtapuestas. Esto es lo que enfatizó el Concilio Vaticano II, al mostrar que la santidad favorece, también en la sociedad terrena, un estilo de vida más humano.
Respondiendo a su pregunta: o evangelizamos o contribuimos con nuestro silencio y nuestra indiferencia a secularizar la vida social, cultural y política. El pasado día 15 de enero me entristeció enterarme de la presentación del cartel de la Semana Santa de Cuenca. Este cartel, bajo el título de "Transparente rosa" de Fernando Zóbel, no refleja la verdad de lo que se celebra, sino que la oculta, es la expresión de una forma bastarda de secularismo que revela peligrosa la presencia cristiana. Esto es el liberalismo, la creación de un mundo meramente humano, un mundo que después de domesticar y más tarde rechazar el mundo cristiano, lo desintegra y sustituye. Me parece una impostura atreverse a decir, como se ha dicho, que eso podría ser una representación de Cristo.

Por tanto, para ser santo no hay que llevar necesariamente una vida religiosa consagrada a Dios.

Comprende bien. Desde dentro, a modo de fermento, cada uno en su trabajo, en su matrimonio y familia, haciendo bien lo que en cada momento se hace, es posible santificarse. Pero haciendo lo que exige cada situación, lo que requiera realmente, no lo que querría algún motivo egoísta, predilección personal, gusto o comodidad. Una tarea, la de cada uno, que en sí misma, como bien mantenía Romano Guardini, no es meramente "mundana", no se despliega, como antes hemos señalado, al lado de otras tareas  "religiosas", sino que es religiosa en sí y sólo puede cumplirse en obediencia ante el encargo recibido.

Si la santidad se popularizara, ¿qué marcaría la diferencia entre un cristiano común y las figuras que cuentan con el título oficial de santo por parte de la Iglesia católica después de un largo proceso de santificación?

El reconocimiento oficial de la santidad por parte de la Iglesia no está en contradicción con el hecho de que Dios haya puesto a nuestro alrededor a personas anónimas santas, gentes sencillas que dan testimonio cada día del amor de Dios y que no serán beatificadas o canonizadas por la Iglesia. En todo caso, la santidad no se "popularizará", no sólo porque nuestra condición humana tiene que combatir de modo permanente con el pecado, sino porque el cristiano "común" no acaba de entrar en la responsabilidad de la fe, rechaza la santificación de nuestra condición pecadora. Es decir, una mirada realista impone el reconocimiento de que mi relación constitutiva con Dios y con el prójimo se encuentra en ocasiones muy debilitada por el pecado (somos libres, y en lugar de acoger el amor de Dios muchos se afirman en su rechazo y obstinación), pero también la constatación de que, a pesar de creer, el cristiano no vive desde su fe en Dios, no realiza sus acciones a partir de la fe.

¿Hay muchos ejemplos de santidad vivos que los cristianos puedan tener de referencia?

Claro que sí, cuando el hombre nada puede interviene Dios para que comprendamos que la fortaleza es un atributo suyo. Pensemos, por ejemplo, en el testimonio de tantos cristianos perseguidos en Siria y en Irak que entregan su vida por amor a Jesucristo y son ejemplos de santidad. El año 2015 ha sido el peor año de la historia moderna para los cristianos perseguidos. Hay muchos enfermos, asimismo, que arrostran con enorme dignidad su propio desvalimiento, aceptando la cruz y llevándola junto al Crucificado. Pero también tu vecino, o tu compañero de trabajo, o tu propia madre, pueden convertirse en modelos y referentes vivos de santidad mediante su unión con Dios en la oración, la práctica sacramental, la obra buena en el fiel cumplimiento de las obligaciones... ¿Acaso piensas que ellos están lejos de Dios, lejos de cumplir su voluntad y de su amor cuando hacen todo eso?

Nota: 
Autor del libro «La exigencia de la santidad»
El P. Roberto Esteban Duque, sacerdote, moralista y ensayista, ha concedido a InfoCatólica una entrevista con motivo de la publicación de su nuevo libro, «La exigencia de la santidad» (Agapea). El sacerdote recuerda que la «llamada a la santidad no es privilegio de unos pocos, sino exigencia implícita de nuestro bautismo», y explica que puede que haya personas que nos rodean que son modelos vivos de santidad.

sábado, 5 de diciembre de 2015

La apertura de la Puerta Santa de San Pedro y El inicio del Jubileo de la Misericordia se llevará a cabo en la Plaza san Pedro a partir de las 9.30 h. del 8 de diciembre. en recuerdo del Vaticano II.


(AsiaNews ) Serán leídos algunos fragmentos de las constituciones conciliares Dei Verbum, Lumen Gentium, Sacrosanctum Concilium y Gaudium et Spes, y dos fragmentos de la Unitatis Redintegratio sobre el ecumenismo y Dignitatis Humanae sobre la libertad religiosa, respectivamente.
El Evangeliario preparado para este Año Santo será depositado sobre el mismo atril que, durante todas las sesiones del Concilio, fue puesto sobre el altar de la basílica de san Pedro, a fin de hacer evidente a todos la importancia de la Palabra de Dios.
El Papa pedirá la apertura de la Puerta y la atravesará. Después de él, los cardenales, obispos y representantes de los sacerdotes, religiosos y laicos cruzarán la Puerta Santa, dirigiéndose en procesión hasta la tumba del apóstol Pedro, desde donde comenzarán los ritoa de la Santa Misa
El inicio, el desarrollo y los instrumentos puestos a disposición de los peregrinos para el Jubileo han sido explicados hoy en una conferencia de prensa en el Vaticano, en la cual participaron mons. Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización, mons. José Octavio Ruiz Arenas y mons. Graham Bell, secretario y subsecretario del mismo dicasterio, respectivamente.
A la apertura de la Puerta Santa seguirá, el domingo 13 de diciembre, por primera vez en la historia de los jubileos, la apertura de la Puerta santa en todas las catedrales del mundo. También el papa Francisco ese día abrirá la Puerta Santa de su catedral en Roma, San Juan de Letrán.
«Es digno de consideración –dijo a propósito de ello, Mons Fisichella– ver el entusiasmo con que en todo el mundo se está preparando para este evento. Hemos recibido cientos de comunicaciones, pero sin duda merecen ser recordadas las que anuncian la apertura de la Puerta Santa en la Catedral del Espíritu Santo en Estambul, de los Santos Pedro y Pablo en Ratnapura (Sri Lanka), de Cristo Rey de Mushasha en Gitega (Burundi), de San José en Dunedin (Nueva Zelanda), de Nuestra Señora de la Presentación en Natal (Brasil), de Myeongdong en Seúl (Corea del Sur), de San Jorge en la Archidiócesis maronita de Beirut».
Volviendo al 8 de diciembre, Mons. Fisichella informó que la noche se concluirá en la plaza de san Pedro con una sugestiva y única representación titulada «Fiat lux: Iluminando nuestra casa Común».
«Se trata –explicó– de una proyección de fotografías sobre la fachada y la cúpula de San Pedro, sacadas del repertorio de algunos de los grandes fotógrafos del mundo, que presentan imágenes inspiradas en la misericordia, la humanidad, el mundo natural y el cambio climático. El espectáculo será ofrecido por la Word Bank Group (Connect4Climate), de Paul G. Allen’s Vulcan Productions, de la Fundación Li Ka-shing y del Okeanos. Este evento, inspirado en la última encíclica del Papa Francisco, Laudato si, quiere proponer la belleza de la creación, también en ocasión de la XXI Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima (Cop 21), que comenzó en París el pasado lunes 30 de noviembre y que finalizará el próximo 11 de diciembre. El espectáculo comenzará a las 19:00. Puedo asegurar que es un evento único en su género y realizado por primera vez en un escenario tan significativo. Estamos muy agradecidos por este regalo y esperamos que pueda seguirse por muchas personas en todo el mundo para poder disfrutar de la belleza de la creación a través de la fantasía, la profesionalidad y el arte de las grandes firmas mundiales de la fotografía».
En Roma, a partir del día de la apertura de la Puerta Santa, durante todo el Jubileo, en la Plaza de San Pedro será recitado el Rosario junto a la estatua de san Pedro. Será animado por algunas parroquias de Roma dedicadas a la Virgen María y por los institutos religiosos presentes en Roma con una particular consagración a la Madre de Dios, y por algunos institutos de formación. Asimismo, un sábado al mes habrá una audiencia general, aparte de la de los miércoles. En el sitio www.im.va, dijo Mons. Fisichella, ya están las fechas indicadas y «para algunos sábados la plaza San Pedro ya tiene a más de 70.000 personas inscritas».
Asimismo en Roma, el viernes 18 de diciembre, el papa Francisco llevará a cabo un gesto simbólico abriendo la Puerta de la Misericordia del albergue «Don Luigi Di Liegro», de Caritas de Roma, en Via Marsala,
«donde desde hace 25 años se acoge a todas las personas en graves necesidades que requieren de nuestra ayuda. Este gesto será el primero con el cual el Papa dará inicio a los signos que un viernes al mes pretende realizar como expresión de las obras de misericordia. Es bueno recordar que estos signos tendrán un carácter de visitas privadas por parte del Santo Padre, para mantener lo más posible una relación personal de cercanía y solidaridad con las personas o las instituciones visitadas. Serán un testimonio a través del cual el Papa Francisco quiere subrayar las grandes formas de malestar, de marginación y de pobreza que están presentes en la sociedad, unidas, por otro lado, a una fuerte solidaridad por parte de muchas personas que dedican su tiempo y sus esfuerzos a consolar y dar apoyo diario».
Pasando a los aspectos referidos a la organización, Mons. Fisichella informó que, «desde el 1 de diciembre, en la Via della Conciliazione Nro. 7, se ha abierto el Punto de información para peregrinos. Es un lugar donde poder obtener información sobre todo el programa del Jubileo, inscribirse para la peregrinación a la Puerta Santa, recoger las entradas para las diversas celebraciones que requieren la entrada gratuita y retirar el testimonium de la participación al Jubileo. Debo hacer hincapié en que el encargado de certificar la presencia en el Jubileo, así como del recorrido hecho a pie, es sólo el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización a través del Punto de Información. Cualquier otro certificado expedido por otras entidades no debe considerarse auténtico. El Centro estará abierto todos los días de 7:30 a 18:30 horas, incluyendo sábados y domingos».
«Un capítulo importante corresponde a los Voluntarios que prestan un servicio de acogida y asistencia a todos los peregrinos, especialmente en la Via della Conciliazione y en la Plaza de San Pedro, en las otras Basílicas y en Iglesias jubilares. Muchos han respondido a la invitación que hemos lanzado en los meses precedentes y, aun permaneciendo a la espera de nuevas inscripciones, podemos decir que cada día tendremos alrededor de 100 voluntarios al servicio del Año Santo. Un número que, obviamente, será entre 800 a 1000 voluntarios en las ocasiones de los grandes eventos».
Ha sido también dispuesta la asistencia sanitaria a los peregrinos, que consiste, entre otras cosas, en un servicio de urgencias para cada una de las basílicas papales. La atención médica y de enfermería ha sido encargada a la Orden de Malta que con su experiencia podrá garantizar la gestión del servicio de urgencias. Estarán asimismo activas las estructuras sanitarias regionales, que garantizan, entre otras cosas, un Puesto Médico Avanzado permanente (PMA), en la zona del Castillo Sant’Angelo.
«En este contexto, me complace recordar que disponemos de diversos servicios de comunicación para sordos y para ciegos, en particular, para los primeros, del video tutorial con el lenguaje de signos italiano e internacional (LIS), mientras que para los segundos del archivo-audio que se puede descargar de la página web y que ilustra los recorridos, peregrinaciones a la Puerta Santa y muchas otras cosas. Por otra parte, en la Basílica de San Pedro y en otras Iglesias, se han preparado confesionarios sin barreras arquitectónicas y otras atenciones para permitir a los sordos la confesión de una manera más sencilla. Además, se ha creado un libro táctil en A3, que consentirá a los ciegos de ser guiados durante la peregrinación a la Puerta Santa de San Pedro. Por último, la página web también ha sido diseñada para facilitar su navegación».
«El Año Santo de la Misericordia, en efecto, es el primero de la era de internet y de las redes sociales. En este sentido, me permito recordar la importancia de la página web oficial del Jubileo (http://www.im.va). Esta página, traducida en 7 idiomas, permitirá de poder seguir los Grandes Eventos que tendrán lugar en Roma también para los que no podrán estar presentes físicamente. Para atravesar la Puerta Santa, así como para hacerse voluntario, es necesario inscribirse en las secciones correspondientes de la página web. Una palabra, también, debo decir acerca del Portal «vatimecum», promovido por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, a través del cual los peregrinos podrán tener los servicios relacionados con la comida y el alojamiento en Roma, a precios controlados y mucha más información para vivir el Jubileo».
«Una última consideración merece la iniciativa de los «misioneros de la misericordia». Hemos finalizado la inscripción porque el número de sacerdotes ya ha llegado a más de 800 solicitudes. Los misioneros son sacerdotes que provienen de diferentes partes del mundo y han sido designados por sus obispos para realizar este servicio particular. El Miércoles de Ceniza recibirán el mandato del Santo Padre para ser predicadores de la misericordia y confesores llenos de misericordia. Recibirán del Santo Padre el poder de perdonar los pecados reservados a la Sede Apostólica y serán el signo de la cercanía de Dios y del perdón de Dios para todos. Me permito subrayar que los Misioneros de la Misericordia son nombrados exclusivamente por el Papa y que a cada uno de ellos personalmente se le dará la facultad de perdonar los pecados reservados. Ningún obispo en su diócesis podrá nombrar a estos misioneros ni conferir facultades que no poseen. Aquellos que deseen invitar a los misioneros para una celebración, un retiro o un evento particular, lo podrán hacer accediendo al elenco que se pondrá a disposición de los obispos».
«El Jubileo es ya inminente. Estamos seguros de que será vivido con intensidad por los peregrinos y por cuantos en las propias Iglesias particulares o en Roma cruzarán la Puerta Santa. Para esta ocasión, el Santo Padre ha concedido a todos los Obispos del mundo el poder dar la Bendición Papal en la Santa Misa de apertura de la Puerta Santa y en la de clausura al finalizar el Año Santo. Este Jubileo será una experiencia de misericordia para sentir más cerca de sí el amor de Dios que como un Padre acoge a todos y no excluye a ninguno. Será un momento importante para toda la Iglesia para recordar que la misericordia es la esencia de su mensaje al mundo y para hacer que cada creyente sea instrumento tangible de la ternura de Dios. Como ha escrito el Papa Francisco: «En nuestras parroquias, en las comunidades, en las asociaciones y movimientos, en fin, dondequiera que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia» (n. 12)».
Respondiendo, finalmente, a la pregunta sobre la cuestión de la seguridad en Roma durante los eventos jubilares, Mons. Fisichella invitó a «no dramatizar en exceso la cuestión de la seguridad en Roma». «Tenemos todos los motivos para pensar que hay una total garantía en relación a los peregrinos que vendrán a Roma, pero, sin embargo, es precisa una vigilancia».

sábado, 31 de octubre de 2015

El cardenal Dolan afirma que el Sínodo no propone cambiar la enseñanza sobre los divorciados vueltos a casar.

S.E.R. Timothy Dolan, cardenal y arzobispo de Nueva York, ha escrito una carta en la que explica a sus fieles su visión sobre el reciente sínodo sobre la familia celebrado en Roma. En relación a la polémica sobre el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar, el purpurado estadounidense es claro. La propuesta de los padres sinodales no cambian para nada la enseñanza vigente.


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Sínodo familia
(InfoCatólica) El cardenal Dolan aborda directamente en su carta la actuación del sínodo ante la polémica sobre los divorciados vueltos a casar:
«Se ha dado mucha atención en la cobertura sobre el sínodo si aquellos que se han casado sacramentalmente de forma válida, divorciado y vuelto a casar civilmente, pueden recibir la Sagrada Comunión (De hecho, ese tema candente no fue tan predominante en el sínodo como en la prensa). La práctica continuada de la Iglesia -recientemente confirmada por San Juan Pablo II después del sínodo sobre la familia de 1980 y renovada por el papa Benedicto XVI después del sínodo sobre la Eucaristía del 2005-- es que no pueden mientras la segunda unión conyugal continue. Es la consecuencia necesaria de lo que Jesús enseñó sobre el divorcio y el recasamiento y de lo que el apóstol San Pabl enseño acerca de estar en estado de gracia para recibir la Sagrada Comunión. Las propuestas finales de los obispos del Sínodo no hicieron nada para alterar esa enseñanza».
El arzobispo de Nueva York destaca como una de las intervenciones más acertadas del sínodo la del cardenal Thomas Collis, arzobispo de Toronto (Canadá), que estableció como línea de actuación de la Iglesia lo que hizo Cristo con dos de sus fieles en el camino a Emaús.
Jesús se acercó. Les acompañó con su presencia amorosa. Les preguntó acerca de su situación. Escuchó su testimonio. Les reprendió por sus errores. Les enseñó acerca de la verdad de las Escrituras. Se reveló a sí mismo en la Eucaristía. En definitiva, restauró su esperanza y los llevó a la conversión.
El cardenal, dirigiéndose a sus fieles, les hace la siguiente propuesta:
¿Puedo proponer un desafío para la Iglesia en Nueva York después del Sínodo sobre la familia?
¡Vamos a imitar plenamente Emaús!
Muchos de los desacuerdos en el sínodo sobre la pastoral familiar surgiendo de ofrecer una experiencia parcial del camino de Emaús a los que puede estar desanimados y andando en la noche. Pero un Emaús parcial no es lo que quiere Jesús para su pueblo: no es lo que los pastores de la Iglesia están llamados a ofrecer como servicio. Si solo acompañamos pero no convertimos, entonces simplemente caminamos al lado de la gente en la noche más lejos, lejos de la comunidad de fe en Jesuralén. Si solo preguntamos y escuchamos, estamos reteniendo la noticia salvadora de la salvación. Si solo reprendemos, entonces afligimos a los que ya sufren. Si solo explicamos la verdad objetiva de las Escrituras, no somos capaces de mostrar cómo es esa buena noticia para cada persona en particular. Si traemos a la gente a la Eucaristía sin primero preparalos durante el camino para su conversión, no serán transformados por la revelación de Cristo.

lunes, 20 de julio de 2015

¿Por qué las izquierdas españolas temen a los términos nuevos acuñados a finales del siglo XX, como “laicidad abierta” o “laicidad inclusiva”, tambien llamado "laicismo moderno" ?.

  En las discusiones o planteamientos del laicismo de europa y sus raices cristianas la base está en considerar la religión como una realidad social más, sin ninguna realidad trascendente que la susutente. Cad epoca tendrá sus pecualiaridades. Si lo trascendente nos algo inherente el ser humano, como la razón o la libertad, no formará parte de lo absolutamente necesario para vivir y se pdrá prescindir de ello.
El laicismo no es una nueva cultura (sobre todo, no lo es en el sentido etnológico del término), sino una propuesta política y jurídica que se plasmó en realidad con la liquidación del Antiguo Régimen, y que constituye el núcleo fundamental de la democracia y del desarrollo de los derechos humanos. Y para ello, desde la Revolución Francesa, las fuerzas de distinto signo político que han defendido y defienden los principios elementales de libertad y de igualdad (constantemente amenazados desde los intentos de involución hacia monarquías absolutas, desde las dictaduras y totalitarismos de todo tipo y desde las jerarquías de las grandes religiones) han necesitado organizarse y ser beligerantes.
A esta “laicidad”, opuesta al “laicismo”, heredera de Locke, se le han sumado en los últimos años otras nociones de nuevo cuño para sostener idénticas posiciones.
Examinaremos también las más significativas:
Frente al modelo institucional de laicidad francesa, nacido de la Ley de 1905, surgió a finales del siglo XX  la llamada “laicidad abierta” o “laicidad inclusiva”. Por la misma se entiende, claro está, la que incluye una religión o varias religiones como entidad o entidades de derecho público, entre las instituciones y organismos del Estado, configurando ese cuarto “poder espiritual”.
Uno de los textos más relevantes  es el "Manifiesto por la laicidad inclusiva", traducido del francés y divulgado desde “Cristianos en el PSOE”. Se trata de un alegato contra la decisión de Jospin de oponerse en el año 2000 a las presiones clericales para la elaboración de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Pretendían estas presiones, plasmadas en el primer borrador, que tales derechos aparecieran como "herencia religiosa". Jospin, a quien la laicidad francesa no debe gran cosa pero que en este asunto se merece un aplauso, consiguió que los términos se sustituyeran por "herencia espiritual". Si consideramos la significación que la palabra "espíritu" tiene en francés (en español hubiera sido preferible hablar de “herencia humanista”), como sinónimo de "inteligencia" o de “entendimiento” (lo que permite a Sartre decir "l'esprit est à gauche"), parece que hablar de "herencia espiritual" no excluye a nadie. Aquí cabe toda la tradición humanista europea: la de corte religioso y la de corte no religioso. La laicidad inclusiva, sin embargo, excluye de la génesis de los derechos humanos nada menos que todas las corrientes ateas, agnósticas y deístas (es decir, no adscritas al teísmo de una religion positiva), cuyo papel en la generación de los valores de libertad y de igualdad todos conocemos. ¿Cuál es, pues, la laicidad excluyente: la laicidad francesa sin adjetivos o esa llamada "laicidad inclusiva", sostenida por el PSOE?

Otra noción de nuevo cuño, con idénticas pretensiones, es el  "laicismo moderno", ¿qué es?. Los términos, como los de "laicismo actual", han sido ampliamente utilizados en los últimos años por Luis Gómez Llorente. Me remito a un artículo de 1999 titulado "El papel de la religión en la formación humana", publicado en la Revista “Iglesia Viva” y después exhibido igualmente en las páginas “Cristianos en el PSOE” y en el sitio internet de la Fundación CIVES.
Para Gómez Llorente y para su "laicismo moderno", la oposición entre Estado laico y Estado confesional queda resuelta y superada por el Estado aconfesional (donde "aconfesional" no significa lo que nuestra competencia idiomática nos dice: que el Estado no tiene confesión religiosa alguna). Este sería un Estado formalmente separado de la Iglesia en su Constitución, pero que devuelve a la Iglesia su papel en la vida pública y en el derecho público mediante un concordato.
Por lo demás, el idioma se fuerza también con el adjetivo "moderno", porque en español eso significa algo más reciente, más actual que el laicismo a secas, que aparecería como "antiguo".
Alain Finkielkraut, judío francés, bien conocido entre los nuevos “filósofos” franceses herederos del 68, se plantea la cuestión de la “identidad europea”, no tiene inconveniente en afirmar que estamos ante una crisis profunda de civilización.
Finkielkraut no descubre nada nuevo, ciertamente. La civilización que ha hecho grande a Europa hace tiempo que ha comenzado a consumirse y está ya a punto de desaparecer. Las “raíces cristianas” se han agostado, y las leyes europeas apenas sí tienen un fundamento en la opinión variable de las mayorías variables que gobiernan aquí y allá.
Nadie con una cierta seriedad intelectual, puede negar las raíces cristianas de Europa. Otra cosa, sin embargo es analizar la supervivencia de esas raíces, y su capacidad para seguir dando frutos de convivencia y de paz social.

viernes, 26 de junio de 2015

Proponen sustituir en el Capitolio de EE.UU la imagen de Fray Junípero Serra por la de una astronauta lesbiana .

Los círculos laicistas han comenzado una campaña contra un español presente en el Capitolio de EEUU: el sacerdote y misionero franciscano Junípero Serra, que llevó la civilización a California y cuyo decreto de canonización firmó recientemente  el Papa.

La campaña la comenzó el miembro del Senado estatal de California Ricardo Lara, del Partido Demócrata y activista gay. Su propuesta consiste en sustituir en la Galería de Hombres Ilustres la estatua de quien fue beatificado en persona por Juan Pablo II en Los Ángeles en 1988 por otra que represente a Sally Ride, fallecida en 2012. Como explicó El País, se honraría así a dos minorías (sic): «Las mujeres en la ciencia y la comunidad LGTB», ya que los méritos de Ride consisten en haber sido primera mujer astronauta de la NASA y lesbiana, según declaraciones de su compañera, ya que murió sin revelar nada sobre sus preferencias sexuales.


(ACI Prensa) En declaraciones a ACI Prensa el 25 de junio, el profesor Carriquiry -el laico uruguayo con el cargo de más alto rango en el Vaticano- dijo que la decisión del Senado de California de sacar a Serra del Capitolio «es un sinsentido y por consiguiente es muy difícil que otras instancias del país apoyen semejante decisión»,
«No va a seguir adelante porque para ella se requiere muchos trámites, muchas decisiones ulteriores y es algo, obviamente, que va a quedar en los papeles», espera Carriquiry.
Las declaraciones de Guzmán Carriquiry se dan cuando el Senado de California ha anunciado que el martes 30 de junio los legisladores reabrirán el debate para retirar del Capitolio la imagen del sacerdote hispano y reemplazarla por la de Sally Ride, una fallecida astronauta gay, pese a que más de cincuenta mil personas han protestado ante esta medida.
Los organizadores de la campaña «Salvemos a Serra» www.salvemosaserra.com pidieron esta semana a los católicos contactar a los legisladores involucrados en esta decisión para solicitarles que se mantenga la imagen del sacerdote beatificado por San Juan Pablo II que será canonizado en septiembre durante el viaje que el Papa Francisco hará a Estados Unidos
Estos son los datos de contacto de los congresistas que liderarán el debate:
Toni G. Atkins
Teléfonos: +1(916) 319-2078 / +1(619) 645-3090
Formulario de contacto: http://bit.ly/1kJoGbb
Twitter: http://www.twitter.com/toniatkins
Facebook: https://www.facebook.com/SDToni
Ian Calderon
Teléfonos: +1(916) 319-2057 /+1 (562) 692-5858
Twitter: http://www.twitter.com/IanCalderon
Facebook: https://www.facebook.com/AssemblymemberIanCalderon
El Capitolio de Estados Unidos acoge en su rotonda 100 estatuas que recuerdan a importantes figuras de la historia de la nación. Entre ellas la imagen de Fray Junípero Serra, misionero español del siglo XVIII y llamado Padre de lo que es actualmente California, al haber fundado 18 misiones sobre las cuales se erigieron las ciudades más importantes del estado.
El Papa canonizará a Fray Junípero Serra en Washington el 23 de septiembre



¿Quien fue Fray Junipero Serra.?.

Junípero Serra nació en Petra, en una familia de labradores mallorquines, el 24 de noviembre de 1713. Recibió el nombre de Miguel José. Pese a ser analfabetos, sus padres procuraron darle educación en la escuela que regentaban los franciscanos en su pueblo. En 1729 se trasladó con sus padres a Palma para proseguir sus estudios. En 1730 tomó el hábito franciscano y en 1731 emitió su profesión religiosa. Los años siguientes siguió sus estudios hasta ser ordenado sacerdote.
A la vista de su inteligencia, que acompañaba con la pequeñez de su cuerpo, sus superiores le destinaron a la enseñanza de sus hermanos. En 1737 ganó por oposición una cátedra de filosofía en el convento de San Francisco de Palma.
Por fin, en 1748, con 35 años de edad, pudo cumplir su sueño de viajar a las Indias para convertir a los indios, en unión de quien sería su inseparable compañero, fray Francisco Palou. Los dos franciscanos desembarcaron en el puerto de Veracruz, junto con otros franciscanos y dominicos.
Aunque la Corona pagaba a los misioneros la comida y las monturas, hicieron el viaje a pie y de limosna hasta México. En ese viaje, y probablemente por la picadura de los insectos, fray Junípero contrajo una llaga en un pie que le causó una cojera durante el resto de su vida. ¡Qué paradoja que Dios permitiera que el franciscano quedase cojo justo al iniciar su vida misionera!
Los superiores de su orden se resistían a enviar a las peligrosas misiones a un hombre de su formación y prestigio, y además en ese estado. En junio de 1750 Serra y Palou marcharon a las misiones franciscanas de Sierra Gorda, fundadas en 1744. Aparte de catequizar y bautizar, allí se dedicó a aprender la lengua de los nativos y a formarles en el trabajo (ganadería, agricultura). También encontró personas, sobre todo de origen europeo, que se dedicaban a la hechicería y la «adoración de los demonios», lo que denunció como comisario de la Inquisición al tribunal son sede en México.
En 1758 se le llamó a la capital del virreinato con la finalidad de enviarle como presidente de las misiones franciscanas de Texas, que los apaches habían destruido. Pero las autoridades civiles paralizaron el proyecto y fray Junípero quedó como profesor en el Colegio de San Fernando, de su orden, hasta 1767.
Las misiones de los jesuitas
La expulsión de los jesuitas de los dominios de la Corona española en ese año dejó vacías las quince misiones que ellos habían fundado en California. Aparte de la evangelización de los indios, las autoridades querían controlar el territorio, sobre todo al norte, donde ya habían aparecido los rusos.
Con 54 años de edad, fray Junípero encabezó una expedición de unos 45 franciscanos. Al final, el virrey les destinó al norte, a la Alta California, hoy bajo soberanía de EEUU, mientras que las misiones de la Baja California se asignaron a los dominicos. De acuerdo con el gobernador Gaspar de Portolá, fray Junípero decidió levantar las primeras misiones californianas en las bahías de San Diego y Monterrey. Para ello se enviaron expediciones por tierra y mar compuestas de frailes y soldados.
El franciscano mallorquín fue andando y llegó a San Diego el 1 de julio de 1769. Les aguardaban los dos navíos, pero en uno había muerto toda la tripulación, salvo dos marineros, de escorbuto.
En los años siguientes, Serra dirigió o participó en la fundación de nueve misiones: San Diego (1769), San Carlos Borromeo (1770), San Antonio de Padua (1771), San Gabriel Arcángel (1771), San Luis Obispo (1772), San Francisco de Asís (1776), San Juan de Capistrano (1776), Santa Clara de Asís (1777) y San Buenaventura (1782). También tuvo enfrentamientos con las autoridades civiles y militares.
Sobre su trato a los indios, se puede citar el siguiente hecho. Después de un ataque de los kumiai a la misión de San Diego, en el que murieron tres españoles, fray Junípero Serra se opuso a la ejecución de los prisioneros con el siguiente argumento: «La salvación de los indios es el propósito de nuestra presencia aquí y su única justificación».
El 28 de agosto 1784, a los 70 años y nueve meses de edad, fallecióen San Carlos de Monterrey, que fue capital de la Alta California entre 1777 y 1849, hasta la conquista por Estados Unidos. Aparte de los españoles, asistieron a sus funerales unos 600 indios. Está enterrado en la Basílica de la Misión de San Carlos Borromeo, en Monterrey.
Fray Junípero Serra había recorrido casi 10.000 kilómetros. Palou le atribuyó la conversión de 4.646 indios y la administración de 6.736 bautismos y de 4.723 confirmaciones.
En 1948 se abrió su proceso de beatificación en Monterrey; se le declaró venerable en 1958; y Juan Pablo II le beatificó en 1988. Cuando el papa polaco ofició la ceremonia, nadie se habría atrevido a sospechar que 25 años después la mayoría de los políticos del llamado Estado Dorado, demócratas y también muchos republicanos, estarían a favor de retirar la estatua del misionero católico y español colocada en 1931.

domingo, 26 de abril de 2015

Existe un estilo cristiano de habitar la web: el que está marcado por la caridad.


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Entrevistas
(Zenit/Jorge Enrique Mújica)

No han pasado muchos años desde que internet comenzó a mundializarse. La tecnología ha crecido a un ritmo acelerado, pero parece que la ética que debe acompañar ese crecimiento se ha quedado rezagada. ¿Es así? ¿Hay un divorcio entre ética y tecnología, especialmente en el ambiente digital?

La tecnología vertebra en gran medida la vida de los hombres y mujeres de hoy, y debemos aprender a contar con ella y encauzarla para que su uso nos ayude a desarrollarnos positivamente como personas. La forma más adecuada de hacerlo es aprender a vivir las virtudes en ese ámbito, en lugar de descalificar una realidad que, por otra parte, no está necesariamente predeterminada al mal. Todos nosotros hemos sido testigos de cómo el progreso, en manos equivocadas, puede convertirse, y se ha convertido de hecho, en un avance terrible en el mal. Si el progreso técnico no se corresponde con un desarrollo en la formación ética del hombre, con el crecimiento del hombre interior (cfr. Ef 3,16; 2 Co 4,16), no es un progreso sino una amenaza para el hombre y para el mundo. Efectivamente, se presenta un peligro cuando el progreso técnico no encuentra contrapeso en la reflexión y la responsabilidad, cuando el hombre se pregunta sólo por el cómo, en vez de considerar los porqués que lo impulsan a actuar. Son muchos los autores que nos previenen de este peligro. Lamentablemente, con frecuencia, al imperativo ético «si debes, puedes», los intereses comerciales intentan instaurar lo opuesto: «si puedes, debes». Es casi imposible rechazar la innovación tecnológica pero no puede llevarnos a olvidar que su uso debe ser virtuoso: éste será siempre el mejor comportamiento ético. No todo lo que experimentamos en el cuerpo y en el alma ha de resolverse a rienda suelta. No todo lo que se puede hacer se debe hacer. No todos los avances tecnológicos o todas las funcionalidades van bien a todas las personas. Hay que pensar. Poco a poco la sociedad va estableciendo normas básicas de «etiqueta digital», lo mínimo para comportarse bien. Pero esto no basta; conviene preguntarse en cada caso: «esto a mí ¿qué me aporta o qué me dificulta?», y actuar en consecuencia. Ahora bien, no se pueden establecer reglas predeterminadas para todas las personas, sino que cada uno debe ver qué cosas le convienen, no sólo porque facilitan su trabajo, sino porque mejoran su relación con los demás y con Dios.

No es muy común encontrarse con tesis doctorales que desde la teología aborden las redes sociales. De suyo, la literatura especializada en este campo es más bien escasa. ¿Por qué elegir este camino? ¿Qué aportan las redes sociales a la teología y qué la teología a las redes sociales?

Es cada vez más amplio el número de académicos que estudian el fenómeno, aunque los enfoques son muy diversos. Hay quienes, como Clay Shirky («Cognitive surplus») o Andy Clark («Supersizing the mind»), destacan las fuerzas revolucionarias de la democratización de la información y la expansión de la conciencia que ha implicado el desarrollo tecnológico. Mientras que otros, como Nicholas Carr («Superficiales») o Sherry Turkle («Alone together») lamentan la pérdida de capacidad de reflexión y de sociabilidad en el mundo real y defienden la superioridad de las formas anteriores de transmisión cultural. Pienso que para entender el papel del hombre con respecto a la tecnología de la comunicación, y en concreto las redes sociales, son muy enriquecedoras las aportaciones de Benedicto XVI. La mayor parte de sus escritos relativos al tema están concentrados en los mensajes a las Jornadas Mundiales de las Comunicaciones Sociales. Ha sido una de las principales fuentes para este trabajo de investigación que fue dirigido en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma. Me parece que el estudio permite conjeturar que la principal motivación para usarlas es el carácter relacional que tienen y que potencian, la necesidad de incrementar las formas de relacionarse con otras personas, la facilidad para estar en constante contacto con amigos o familiares. Por lo tanto, no es desatinado afirmar que las redes sociales son una respuesta contemporánea a una realidad muy humana: la necesidad del otro. La necesidad de socializar responde a la naturaleza humana. Puede variar en sus formas según los tiempos, pero es siempre una manifestación del hombre modelado a imagen y semejanza de Dios. En este sentido se podría afirmar que las redes sociales ponen de relieve el aspecto social del ser humano.

En su tesis doctoral habla de que Dios puede querer decirnos algo ante este apogeo de lo digital. ¿Cuál sería ese mensaje?

La tecnología está cada vez más presente en el día a día de una buena parte de la humanidad. El fácil acceso a teléfonos móviles y computadoras, unido a la dimensión global y a la presencia capilar de Internet, han multiplicado los medios para enviar instantáneamente palabras e imágenes a grandes distancias, en pocos segundos. De esta nueva cultura de comunicación se derivan muchos beneficios: las familias pueden permanecer en contacto aunque sus miembros estén muy lejos unos de otros; los estudiantes e investigadores tienen acceso fácil e inmediato a documentos, fuentes y descubrimientos científicos; etc. Además, la naturaleza interactiva de los nuevos medios facilita formas más dinámicas de aprendizaje y de comunicación que contribuyen al progreso social. Nos queda mucho por trabajar, empezando por cubrir la brecha digital (en este sentido es muy valiosa la iniciativa del Papa de Scholas Occurrentes). La necesidad del otro, la posibilidad de estar conectados con las personas que queremos, sin importar las distancias, la fabulosa capacidad de dar información valiosa –y qué más valioso que la Buena Nueva– a un gran número de personas, son muchas de las ventajas de las que podemos gozar hoy en día para construir un mundo mejor.

La tesis doctoral en la que ha trabajado durante varios años se propone ofrecer pautas para el comportamiento cristiano en las redes sociales. ¿Hay un estilo cristiano de habitar la web?

Claro que existe un estilo cristiano de habitar la web: es el que está marcado por la caridad, por el amor a Dios y a los demás, empezando por los que tenemos más cerca. Por esto, es oportuno reflexionar sobre cómo estas tecnologías nos afectan en la vida diaria, cómo cambian nuestro trato con los demás y, por supuesto, cómo influyen en nuestra relación personal con Dios. Por ejemplo, es importante proteger algunos momentos de silencio a lo largo del día para cultivar el trato con Dios. San Juan Pablo II hablaba de «zonas de silencio efectivo y una disciplina personal, para facilitar el contacto con Dios». Recientemente, el Papa Francisco ha dicho: «hoy, los medios de comunicación más modernos, que son irrenunciables sobre todo para los más jóvenes, pueden tanto obstaculizar como ayudar a la comunicación en la familia y entre familias». Se impone, por tanto, la necesidad de aprender a utilizar los instrumentos de comunicación, para que realmente sean medios que unan a las personas, y no obstáculos que las separen y lleven al aislamiento. Es una tarea que no puede reducirse al seguimiento de unas reglas, sino que implica el desarrollo de actitudes personales y hábitos positivos: se trata, en definitiva, de aprender a vivir las virtudes en el mundo digital. La Iglesia como maestra de humanidad, tiene mucho que decir al mundo y, frente al progreso técnico, no aconseja solamente prudencia y precaución, sino también valor y decisión. El crecimiento en las virtudes es el único camino que permitirá llevar a la práctica este consejo.

Dado que su investigación se centra especialmente en las virtudes cardinales y su relación con las redes sociales (especialmente la virtud de la prudencia), qué aportación, línea de acción o relación guardan éstas con el uso de las redes sociales. ¿Se puede hablar de un uso «virtuoso» de las redes sociales o de un modo virtuoso de relacionarse en ellas?

Aunque la caridad siempre será la virtud más importante, debemos resaltar la primacía de la prudencia entre las virtudes humanas necesarias para actuar de forma coherente en el mundo digital. La prudencia en relación con las redes sociales está presente desde el primer momento, ya que es necesario dilucidar previamente si realmente constituye una mejora para la propia vida, si resulta necesario o conveniente participar o no; y determinar en cuál o cuáles vale la pena disponer de un perfil, etc. Cada red social tiene su propia dinámica de funcionamiento que es preciso entender antes de comenzar a interactuar. También constituye un comportamiento maduro ponderar con qué medios o dispositivos se va a revisar o publicar. La forma de interactuar dentro de la plataforma también deberá estar marcada por la prudencia, que en muchas ocasiones aconseja focalizar la atención más en la calidad de las propias conexiones que en la cantidad. Es más importante seleccionar temas sobre los que valga la pena escribir, y reflexionar sobre ellos lo suficiente para que las aportaciones sean valiosas, que decir muchas cosas insignificantes a gran velocidad. Serán actos de prudencia: cancelar o silenciar contactos de la lista propia cuando estos compartan información que puede ser nociva o molesta; revisar las opciones de privacidad para saber quiénes puedes ver los contenidos que publicamos; cuidar las normas de etiqueta digital (no escribir en mayúsculas, no utilizar palabras mal sonantes, no publicar fotografías personales o de terceros que sean molestas, etc.). También será un acto de la prudencia desarrollar algunas capacidades prácticas que vienen del conocimiento técnico, ya que nos preparan para aprovechar más eficazmente la red social. Para formar la virtud de la prudencia es indispensable pedir consejo y, en los medios digitales, es tal vez más importante encontrar un buen consejero. Dice santo Tomás de Aquino que incluso «es una nota de excelencia contar con otras personas que puedan ayudarnos». Siempre cabe pedir a alguien con criterio que consulte nuestro perfil o nuestras interacciones para hacernos sugerencias y recomendaciones: no se trata de un «control externo», sino simplemente de dejarnos ayudar en nuestra vida en los ambientes digitales para ir formando criterio.

En algunos momentos de su tesis habla de la «santificación» de las redes sociales. ¿A qué se refiere con esto?

Me refiero a que las redes sociales no son una mera herramienta que mejora la extensión y el nivel de la comunicación, sino que, en cierta manera, han pasado a constituir un ambiente, un lugar. Se han convertido en uno de los tejidos conectivos de la cultura, a través del cual se expresa la identidad, se desarrolla el trabajo y nos relacionamos unos con otros. Por lo tanto, podríamos añadir que parte de la tarea del cristiano que participa en ellas será santificarlas, pues también deben ser un espacio para expresar con alegría y naturalidad su identidad cristiana.

domingo, 25 de enero de 2015

A todos nos preocupa la santidad de los sacerdotes y tambien de los Obispos. Obispos que actuen desde la santidad y no desde opciones muy parecidas a las de los politicos.

Mons. Juan José Asenjo (Sigüenza, Guadalajara, 1945) cinco años al frente de la Archidiócesis de Sevilla.  El prelado ha concedido una entrevista a Ana Capote que reproduce la agencia SIC, de la Conferencia Episcopal Española.

(SIC) Don Juan José no escatima elogios a la labor social de la Iglesia, sobre todo de cara a los más afectados por la crisis económica, y reitera su gratitud a las hermandades y cofradías por su papel de contrapeso a la secularización de la sociedad.

¿Cuál es su mejor recuerdo de estos cinco años al frente de la Archidiócesis de Sevilla?

Recuerdo con mucho cariño y doy gracias a Dios por las cosas que hemos ido haciendo a lo largo de estos años. Me refiero a las renovaciones de los equipos de la Curia, del Seminario, del Centro de Estudios Teológicos o la instauración del Instituto Superior de Ciencias Religiosas.
Esta institución está dando un juego extraordinario en la formación de nuestros laicos, que son en estos momentos y siempre una verdadera prioridad. Además, están las Misiones Populares, la Visita Pastoral que está llevando a cabo el señor obispo auxiliar, y la respuesta que nuestra Iglesia diocesana está dando al drama de la pobreza como consecuencia de la crisis económica. Yo creo que estos son los logros, y luego la vida ordinaria, lo que podríamos llamar la pastoral ordinaria.

¿Qué temas ocupan o preocupan ahora al arzobispo?

Me ocupa y preocupa, en primer lugar, la santidad de los sacerdotes. Dios quiere que cada día sean más generosos, más fervorosos, más santos, más entregados, con un corazón cada día más apostólico. Me preocupan también las vocaciones, y necesitamos tanto chicos como chicas. No solamente chicos en el seminario, sino también chicas para las congregaciones religiosas femeninas. Gracias a Dios nuestra diócesis va teniendo los sacerdotes necesarios, pero sería bueno también que compartiéramos los dones que el Señor nos está regalando con otras iglesias lejanas o cercanas mucho más necesitadas que nosotros. Por eso necesitamos vocaciones, necesitamos que nuestro Señor toque el corazón de nuestros jóvenes para que sean muchos los que estén dispuestos a ofrendarles la vida en el servicio a la Iglesia, en el servicio a la evangelización, en el anuncio del Evangelio y en el servicio a los hermanos. Y necesitamos también pedir al Señor la perseverancia de nuestros seminaristas.

Parece evidente que esta ha sido una de sus prioridades desde que llegó a Sevilla.

Necesitamos sacerdotes fervorosos, centrados, alegres, apóstoles de la renovación espiritual y apostólica de nuestra diócesis. Por eso para mí en estos momentos, los sacerdotes y el seminario son una verdadera prioridad.

¿Qué valor destacaría de la vida espiritual y religiosa de los sevillanos?

He encontrado en Sevilla laicos de una calidad cristiana extraordinaria, como seguramente no los había conocido antes. Aquí hay unas minorías laicales de mucho compromiso, muy buena formación, mucho vigor espiritual y apostólico. Y es importante tener presente el mundo de las hermandades y cofradías, que sin duda están siendo un freno, un antídoto contra la secularización de la sociedad, que en esta tierra es mucho menos intensa que en la tierra de la que yo procedo. Ha tomado posesión el nuevo obispo de Segovia, y se ha encontrado con un seminarista… Un seminarista hay en mi diócesis de origen de SigüenzaGuadalajara. Aquí tenemos este año 63 seminaristas, un dato para dar gracias a Dios y seguir cultivando este sector importante en la pastoral vocacional.

Este es uno de los argumentos que más le hemos escuchado desde que llegó a Sevilla.

Un obispo responsable y en sus cabales no puede situarse ni de frente ni de espalda a las hermandades. Tiene que acompañarlas y también corregirlas, porque hay cosas que purificar. Pero tiene que estar agradecido a las hermandades, que son un don de Dios para nuestra diócesis.

No queda más remedio que hablar de la crisis económica ¿Cómo responde la Archidiócesis a toda la problemática que se deriva de ella?

Creo que estamos respondiendo de una forma ejemplar. Yo me siento satisfecho y orgulloso de la respuesta que nuestra Iglesia está dando a tanta pobreza, tanto dolor, a tanto sufrimiento de tantas personas en nuestros barrios y en nuestros pueblos. Cáritas Diocesana está haciendo un esfuerzo gigantesco, como las caritas parroquiales, las parroquias, religiosas y religiosos que tienen múltiples obras sociales sobre todo en varios periféricos, y las hermandades y cofradías, están gastando cantidades ingentes en socorrer a los pobres y a los que sufren. Estoy seguro de que si no fuera por la Iglesia, toda esta realidad, las situaciones de nuestros barrios, de tantos hermanos y hermanas nuestros, sería mucho peor, muchos de ellos no podrían comer.

Una de las novedades de este curso ha sido el Directorio de Iniciación Cristiana ¿Era necesario?

Sí, era necesario. La vida de la Iglesia a veces avanza con una velocidad de vértigo, y el anterior tenía ya veinticinco años. Era necesario renovarlo para adaptarnos a situaciones concretas que han ido surgiendo a lo largo de estos años. Lo importante es que la diócesis tome conciencia de la importancia que tiene la iniciación cristiana -que abarca tres sacramentos: bautismo, eucaristía y confirmación- para que aprovechemos la recepción o administración de estos sacramentos para iniciar en la fe a niños y jóvenes. Yo estoy contento con el resultado y quisiera que, poco a poco sobre todo el espíritu del directorio y también los aspectos normativos, tomaran cuerpo en la vida de nuestra diócesis.

Volviendo sobre las vocaciones, ¿cómo valora el trabajo de la pastoral vocacional, en general, y en particular la andadura del Seminario Menor?

Estoy contento con el Seminario Menor, donde tenemos a dos sacerdotes muy buenos muy generosos, y muy entregados. Y tenemos un grupito de niños que apuntan señales inequívocas de vocación, gérmenes de vocación. Este año hay solamente nueve niños, pero el año anterior pasamos nada más y nada menos que cinco alumnos del Menor al Mayor. Solo eso ya justificaría la creación del Seminario Menor. El hecho es que en otras diócesis que tienen seminarios menores no pasa ni uno al Seminario Mayor, y se admiran de que en Sevilla pasen seminaristas del Menor al Mayor, cosa que me alegra mucho y por lo que agradezco el esfuerzo de los formadores. En cuanto a la pastoral vocacional quiero decir que no es compromiso, obligación del arzobispo ni del obispo auxiliar, o de los sacerdotes que tenemos designados para estas funciones pastorales. Esto es obra de la comunidad cristiana, de los padres y madres de familia que tendrían que considerar como un privilegio, como un honor, que el Señor lleve a alguno de sus hijos. También de los educadores, especialmente los profesores de Religión, los catequistas y todos los que hacen de mediadores entre Dios nuestro Señor y nuestros niños y jóvenes. Dios quiera que en nuestra diócesis la pastoral vocacional vaya adquiriendo fuerza y consistencia. Tengo la impresión de que el año que viene va a ser un año bueno desde el punto de vista de los ingresos en los Seminarios Mayor y Menor, gracias a la acción y al compromiso de tanta gente buena.

Ha mencionado a los profesores de Religión ¿Qué solución atisba para la problemática que afecta a este colectivo?

-Pues me gustaría que encontráramos una solución para la asignatura de Religión en Andalucía con lo que respecta al horario. Evidentemente, cuarenta y cinco minutos es muy poca cosa, casi es cumplir y mentir… ¡Qué menos que hora y media a la semana! Lo exige el sentido común, lo exige también la voluntad de tantos padres -el ochenta y siete por ciento de los padres piden Religión para sus hijos en Primaria-, lo exigen también los acuerdos Iglesia-Estado que son de obligado cumplimiento también para las comunidades autónomas. Estos acuerdos tienen rango de ley orgánica, es un pacto internacional entre la Santa Sede y el Estado Español, y ahí se dice que la asignatura de Religión se tratará y considerará en condiciones de igualdad con las demás asignaturas fundamentales. Dios quiera que se encuentre una fórmula por parte de la Consejería de Cultura de nuestra Junta de Andalucía, para homologar la asignatura de Religión con la impartición que tiene lugar en otras comunidades autónomas: la hora y media. Hay otro aspecto que además es importante, al reducir a la mitad el tiempo dedicado a la asignatura de Religión. Esto va a conllevar el paro en una cantidad enorme de profesores, aspecto urgente que a las autoridades educativas de Andalucía tendrían que considerar.

¿Qué expectativa tiene de lo que pueda suceder en el próximo sínodo general sobre la familia?

He seguido con interés el sínodo extraordinario celebrado el pasado octubre donde se han puesto sobre la mesa toda la problemática de este flanco de la vida de la Iglesia que es la familia y el matrimonio. Yo espero que en el próximo Sínodo la Iglesia ratifique la doctrina de siempre sobre el matrimonio y la familia, si bien puede haber indicaciones nuevas a la hora de afrontar los desafíos que las familias sufren en estos momentos, pero estoy seguro de que no se va a hacer tabla rasa de la gran tradición de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia.

¿Un deseo del arzobispo para el año 2015?

Que lo comencemos de la mano de la Virgen. El uno de enero es la fiesta de Santa María Madre de Dios y no hay mejor compañía que la de la Virgen. Deseo a todos los diocesanos que inicien el año nuevo de la mano de Nuestra Señora y que traten de edificar su vida sobre la roca viva, sobre la roca firme, que no se contenten simplemente con sucedáneos, que busquen la roca fundamental que es Cristo, la piedra de la Iglesia, el que da consistencia, firmeza, y estabilidad a nuestra vida.