(Portaluz/InfoCatólica) El ataque a la doctora Atzori por establecer su punto de vista respecto de las terapias reparativas en personas no cómodas con su homosexualidad, ha marcado a la sociedad italiana. En Italia se ha ido acuñando la certeza de que existe una «inquisición gay», que reacciona en forma violenta obstaculizando toda reflexión disidente de sus planteamientos respecto del hecho homosexual. Es la realidad que ha padecido la reconocida infectóloga Chiara Atzori luego de ser entrevistada por el eminente profesional italiano Massimo Introvigne.
Las afirmaciones de Atzori provocaron inmediatas reacciones y movilizaciones de los colectivos gay que la ridiculizaron y presionaron para impedir una conferencia pública que la profesional tenía planificado dictar en una escuela católica de Turín.
La realidad que afecta a la sociedad italiana es común a otros países, incluso aquellos donde las leyes aún no acogen las reivindicaciones de los líderes de opinión gay, lésbico, bisexual y transexual. La intolerancia, trasgresión de las libertades de los otros y violencia que dañan el tejido social y democrático parecen ser ejercidas hoy por quienes antes fueron vistos como víctimas.
En Italia la Arquidiócesis de Turín protestó enérgicamente ante el Ayuntamiento, porque con el boicot del que se hizo eco la entidad pública, se pretende imponer un pensamiento único como norma social. En este contexto Portaluz reproduce para sus lectores la entrevista de Massimo Introvigne a Chiara Atzori, cuyos contenidos se intentó silenciar…
Doctora, usted trabaja como médico infectólogo y dicta conferencias sobre la homosexualidad. ¿Esto significa que considera la homosexualidad una enfermedad infecciosa?
La acusación es tan ridícula que no merece respuesta. Llevo más de veinte años trabajando como infectóloga, y no siento siquiera la necesidad de disculparme. Soy una especialista en SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual, que son por desgracia, también trágicamente comunes en la comunidad homosexual. Las he estudiado en terreno, incluso en los Estados Unidos y África, y he participado en varias conferencias internacionales. Tengo muchos pacientes homosexuales que me honran con su estima y muchas veces con su amistad. Nunca he dicho que la homosexualidad sea una enfermedad.
Usted es presentada como la «Nicolosi italiana», en referencia al psicoterapeuta estadounidense Dr. Joseph Nicolosi, un partidario de la «terapia reparativa» para los homosexuales que en Italia sería «prohibida» por la Agrupación de Psicólogos. ¿No es así?
Dos advertencias. Primero: No soy psicoterapeuta. En segundo lugar, mi contacto con el doctor Nicolosi se remonta hace 10 años, cuando escribí el prólogo a la edición italiana de su libro (Homosexualidad masculina: un enfoque nuevo). Nicolosi, sin embargo, no es un tonto. Aunque sus teorías no son ciertamente compartidas por todos, sigue siendo un miembro de la Asociación Psiquiátrica y ha sido invitado a dictar conferencias alrededor del mundo en este tema. La Agrupación de Psicólogos Italianos cuyo presidente -candidato a las elecciones regionales con la lista de Nichi Vendola (político italiano ligado a la centro izquierda y activista LGBT)- también es controversial por sus posiciones… no tiene derecho a «prohibir» cualquier cosa y sus recomendaciones no tienen respaldo legal.
Pero en realidad esta «terapia reparativa», ¿consiste en «sanar» al gay de la homosexualidad entendiéndola como una enfermedad?
Otro disparate. La terapia reparativa no se propone a los gays, que por definición son homosexuales felices y satisfechos con su condición. Ésta nació para un tipo diferente de personas: los que experimentan en sí mismos una orientación homosexual no deseada, que viven con el malestar y la incertidumbre. Estas personas son más numerosas de lo que se cree, y los psicólogos como el presidente de la Agrupación italiana proponen su terapia Gat - «terapia de afirmación gay»- la cual parte de la premisa de que su malestar nace de la interiorización de la homofobia presente en la sociedad, y trata de guiarlos, viviendo positivamente la propia homosexualidad. Es ciertamente posible que para algunos la situación sea así. Pero aquello que no me convence es la afirmación dogmática que debe ser para todos así, que todas las personas inciertas con su identidad sexual serían alegres homosexuales si la sociedad no fuera homófoba. La alternativa a la Gat es la terapia reparativa, donde la palabra «reparativa» no implica que estas personas tengan alguna enfermedad para ser «reparadas». La palabra proviene del lenguaje psicoanalítico, y plantea la hipótesis que en la homosexualidad no deseada existe un intento («síntoma reparativo» en el psicoanálisis) puesto en marcha por la persona para recuperar su identidad sexual de la que es, por las razones más diversas, inconscientemente separado. Podría ser que la hipótesis no se confirme. La terapia reparativa intenta simplemente explorar, a solicitud -lo repito una vez más- de estas personas que viven en una situación de incertidumbre.
¿Por qué, entonces, los activistas LGBT la atacan a usted y no a otros?
Tal vez porque rompo un falso consenso que afirma que la orientación homosexual es siempre, por definición, hermosa, buena y feliz; que sólo hay gays alegres activistas y no persona alguna con incertidumbre e incomodidad. Este falso consenso hoy trata de imponer una hegemonía sobre toda la cultura. Siempre he sido una apasionada por estos temas por razones de familia: Antonio Gramsci, el teórico comunista italiano de la hegemonía, era mi tío abuelo. Pero permítanme decir que incluso Gramsci era más democrático y tolerante que el actual lobby LGBT (lésbico, gay, bisexual y transexual).
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