En un artículo en Celebrate Life Magazine, titulado Saliendo de Sodoma, Eric Hess, uno de los mayores activistas gay en la historia de Wisconsin (Estados Unidos), cuenta la verdadera paternidad espiritual del cardenal Raymond Burke, al que algunos han tachado de homófobo tras su participación en el Sínodo de Obispos sobre la Familia. En su artículo, Eric Hess relata su infancia turbulenta, hijo de un padre alcohólico y violento, lo que le llevó, «en medio del dolor, a buscar el amor de mi padre en los brazos de otros hombres».
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(Alfa y Omega/InfoCatólica) Tras una juventud de mucha confusión afectiva -hoy, Eric sitúa la causa de los desórdenes sexuales, el derecho al aborto y los derechos homosexuales «en la mentalidad anticonceptiva predicha en 1968 por el Papa Pablo VI en la Humanae vitae»-, en 1995, Eric metió en una caja su Biblia y todas las imágenes religiosas que conservaba de su niñez y se las envió al obispo de La Crosse, Wisconsin, con una carta en la que declaraba su renuncia a la Iglesia católica. «Para mi sorpresa -reconoce hoy Eric-, el obispo, Raymond Burke, me contestó con otra carta en la que me hacía llegar su tristeza; decía que respetaba mi decisión y que la notificaría a la parroquia en la que fui bautizado; además, afirmaba que rezaría por mí y que deseaba que llegara el momento en que me reconciliara con la Iglesia».
Sin embargo, Eric -que por entonces era uno de los activistas gay más activos de Wisconsin- recuerda que pensó: «¡Qué arrogante!»; y luego replicó al obispo Burke con otra carta acusándole de acoso. «Mis esfuerzos por desalentarle cayeron en saco roto», recuerda Eric, pues el obispo le envió otra carta asegurándole que no volvería a escribirle, pero que, si quería algún día reconciliarse con la Iglesia, él le recibiría con los brazos abiertos.
Pasó el tiempo, pero «el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nunca se rindieron conmigo», dice Eric Hess, que entonces habló «con un buen sacerdote», cuyas oraciones se unieron a las del obispo. Finalmente, «el 14 de agosto de 1998 -, la gracia divina entró en mi alma en un restaurante chino, junto mi compañero desde hacía más de ocho años; esa tarde, el Señor me llevó fuera de Sodoma, hacia el tribunal de su gracia sanadora: el santo sacramento de la Penitencia. El sacerdote al que había consultado me esperaba allí. Mientras andaba hacia él, una voz interior habló a mi corazón; sonaba amable, radiante y clara dentro de mi alma. Me decía: Este sacerdote es la imagen de lo que podrías llegar a ser, con sólo volvieras a Mí».
De camino a casa, esa tarde, Eric le dijo a su compañero: «Necesito volver a la Iglesia católica». Más tarde, llamó al obispo Burke «para que fuera el primero en saber que estaba volviendo a la Iglesia», y le citó para más adelante. «Un mes después de mi reconciliación con Dios y con la Iglesia, entré en el despacho del obispo, y él me abrazó. Me preguntó si recordaba todo aquello que le envié en una caja años atrás. Por supuesto que lo recordaba, y el obispo me lo devolvió diciendo que él siempre creyó que volvería».
Ahora, años después y tras participar en el Sínodo de los Obispos de la familia y recibir algunas acusaciones de homofobia, Eric Hess confiesa que al hoy arzobispo de Saint Louis «se le difama por su fidelidad a Dios, a la Iglesia y a las almas. Puedo decir que es un pastor de verdad y se ha convertido para mí en un padre espiritual que es imagen de nuestro Padre del cielo».
Es decir, todo lo contrario de la imagen con la que algunos quieren identificar al cardenal Raymond Burke.
Sin embargo, Eric -que por entonces era uno de los activistas gay más activos de Wisconsin- recuerda que pensó: «¡Qué arrogante!»; y luego replicó al obispo Burke con otra carta acusándole de acoso. «Mis esfuerzos por desalentarle cayeron en saco roto», recuerda Eric, pues el obispo le envió otra carta asegurándole que no volvería a escribirle, pero que, si quería algún día reconciliarse con la Iglesia, él le recibiría con los brazos abiertos.
Pasó el tiempo, pero «el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nunca se rindieron conmigo», dice Eric Hess, que entonces habló «con un buen sacerdote», cuyas oraciones se unieron a las del obispo. Finalmente, «el 14 de agosto de 1998 -, la gracia divina entró en mi alma en un restaurante chino, junto mi compañero desde hacía más de ocho años; esa tarde, el Señor me llevó fuera de Sodoma, hacia el tribunal de su gracia sanadora: el santo sacramento de la Penitencia. El sacerdote al que había consultado me esperaba allí. Mientras andaba hacia él, una voz interior habló a mi corazón; sonaba amable, radiante y clara dentro de mi alma. Me decía: Este sacerdote es la imagen de lo que podrías llegar a ser, con sólo volvieras a Mí».
De camino a casa, esa tarde, Eric le dijo a su compañero: «Necesito volver a la Iglesia católica». Más tarde, llamó al obispo Burke «para que fuera el primero en saber que estaba volviendo a la Iglesia», y le citó para más adelante. «Un mes después de mi reconciliación con Dios y con la Iglesia, entré en el despacho del obispo, y él me abrazó. Me preguntó si recordaba todo aquello que le envié en una caja años atrás. Por supuesto que lo recordaba, y el obispo me lo devolvió diciendo que él siempre creyó que volvería».
Ahora, años después y tras participar en el Sínodo de los Obispos de la familia y recibir algunas acusaciones de homofobia, Eric Hess confiesa que al hoy arzobispo de Saint Louis «se le difama por su fidelidad a Dios, a la Iglesia y a las almas. Puedo decir que es un pastor de verdad y se ha convertido para mí en un padre espiritual que es imagen de nuestro Padre del cielo».
Es decir, todo lo contrario de la imagen con la que algunos quieren identificar al cardenal Raymond Burke.
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