DOCE CRITERIOS PARA LA SELECCIÓN DE LOS OBISPOS
por Paul A. McGavin
Simplemente
asumiendo el modo en el que son visualizadas habitualmente las
responsabilidades de un obispo, lo primero que hay que notar es que se
trata de un oficio que es demasiado exigente y demasiado difuso. Lo
segundo es que los candidatos aptos son difíciles de encontrar. Esto
significa que quizás es necesario contentarse con lo que está
disponible, no con lo que querríamos. Podemos consolarnos diciendo que
"Dios no nos dejará jamás desprovistos", pero esto puede ser un falso
consuelo, porque muchos lectores podrían incurrir en una prolongada
experiencia de la providencia divina, en ausencia de la providencia
episcopal.
Contrariamente a la creencia católica oficial, la
ordenación no cambia a un hombre. Éste tiene acceso a la autoridad y a
la gracia del sacramento del Orden. Pero que éstas se concreten o no
depende en gran medida de las cualidades humanas que están presentes en
el que es ordenado. Los criterios de selección deben precisamente
concentrarse en las cualidades humanas y sobre el modo en el que la
gracia se puede manifestar en las cualidades humanas.
Es en esta perspectiva que se proponen los siguientes criterios de selección.
1.
Es necesario elegir un hombre viril, un hombre que sea confiado y
seguro en su masculinidad; un hombre que tenga un estilo de vida
concreto en lo físico y un vigor tanto físico como mental. Es necesario
buscar al tipo de hombre que los jóvenes y los hombres admiran y que las
mujeres respetan. Es necesario buscar un hombre que pueda atraer a los
jóvenes a su alrededor, alentándolos a explorar y desarrollar una
vocación al ministerio sagrado, y que sea un hombre que sepa atraer a
sus sacerdotes y diáconos en relaciones de apoyo mutuo, de confianza, de
visión, de estímulo. Un hombre que los laicos en el interior de la
Iglesia y los hombres que están fuera de la Iglesia vean como un hombre
de gran coherencia.
2. La coherencia es de suma importancia. ¿Es
un tipo de hombre que dice con prudencia qué es aquello en lo que cree y
pone en acción lo que dice? ¿Es un hombre que se une sólo con aquéllos
que comparten sus simpatías y antipatías, o es un hombre que se pone de
acuerdo con firmeza con personas diferentes? ¿Es un hombre que sigue la
corriente o que va contra la corriente? ¿Es un hombre del que uno puede
estar seguro que actuará con una coherencia íntegra? ¿Es un hombre para
el cual los principios cuentan más que sus simpatías y antipatías?
3.
Los principios son de suma importancia. ¿Es el tipo de hombre que
insistirá en un proceso justo y en el correcto obrar de la justicia? ¿Es
el tipo de hombre que buscará proceder canónicamente más que
arbitrariamente? ¿El tipo de hombre que tratará a los demás del mismo
modo, a los hombres y a las mujeres, sean ellas simpáticas o no? ¿Es el
tipo de hombre que hace lo que es junto delante de Dios, o el tipo de
hombre que cuando el juego se pone difícil hace lo que puede para
escapar?
4. El temor de Dios es de suma importancia. San Juan nos
enseña que "el amor perfecto expulsa el temor" (1 Jn 4, 18). Pocos son
perfectos en el amor, y un vivo temor de Dios nos impide hacer lo que el
amor perfecto no haría y nos impulsa a hacer lo que el amor perfecto
haría. Un hombre no es ordenado obispo por sí mismo, sino por Dios y
para su Iglesia. La autoridad y la gracia, o los Órdenes sagrados, son
tan grandes que su digno destinatario debe dejarse intimidar por la
confianza, por el compromiso que se le pide. Él es responsable frente a
Dios por la transmisión de la herencia de la Iglesia, el Evangelio de
Jesucristo. Es responsable frente a Dios por su capacidad de supervisar y
colaborar con su clero. Es responsable frente a Dios por el ejercicio
de su paternidad en medio del pueblo de Dios confiado a su custodia.
Discernir el justo temor en un hombre es de fundamental importancia,
porque sólo el hombre que teme a Dios será instrumento para las
acciones de Dios en su Iglesia.
5. La inclusividad es de suma
importancia. ¿Como sacerdote pastor ha obrado para edificar una
comunidad en la que las personas más diversas encuentran espacio y
recibimiento? ¿O como sacerdote educador se ha ocupado de los alumnos
menos prometedores, además de los más prometedores? ¿Ha demostrado ser
un hombre de aguda capacidad de escucha, de tal forma que siente
profundamente lo que se dice de él? ¿Es el tipo de hombre del cual dice
la gente: "Me escuchó realmente, siento que me entiende realmente"? ¿O
es el tipo de hombre que actúa según sus prejuicios, el tipo de hombre
que tiene una epistemología restringida, el tipo de hombre que ve las
cosas desde una línea parcial y ve las cosas en blanco y negro?
6.
La oración es de suma importancia. Naturalmente, un obispo está ligado a
la celebración regular de la santa Eucaristía y al rezo del oficio
divino. Pero lo que es todavía más importante es el escuchar, en cuanto
la oración no es "performance" sino escucha, escucha de Dios: "¿Qué
quieres que haga?"; "¿Qué estás haciendo, Dios, en estas
circunstancias?"; “¿Lo que escucho qué me revelan de lo que tú, Dios,
dices y haces y quieres que diga y haga?”; "¡Por favor, Dios, silencia
mis habladurías, y condúceme en forma más clara para ver la guía de tu
mano en todo lo que está frente a mí!". Es de fundamental importancia
discernir si nos encontramos frente a un hombre que practica la
presencia de Dios o practica la presencia de su propia presencia.
7.
La humildad es de suma importancia. Con frecuencia, las personas
malinterpretan la humildad y la disciernen erróneamente. La verdadera
humildad es fundamentalmente objetividad: ¿quién soy yo delante de Dios?
¿Quién soy yo en relación con los demás, hombres y mujeres, niños y
niñas? ¿Cuáles son mis dones, y cuáles son mis límites? ¿Dónde y cómo
debo inclinarme hacia los demás? ¿Dónde y cómo debo seguir los consejos
de los demás? La humildad es robusta, no es afeminada. En la selección
episcopal, el discernimiento de la humildad es fundamental, de otro modo
la Iglesia tendrá como obispo a un hombre que es autoritario y que
abusa de su posición, se siente amenazado por los demás, rebaja a los
otros y cree que es lo que no es.
8. El amor de la belleza es de
suma importancia. La gente puede estremecerse ante el pensamiento de un
obispo esteta, pero donde un obispo es plebeyo la Iglesia sufre
notablemente. El daño ocasionado a la vida católica por una liturgia
minimalista ha sido enorme, y la disminución del justo culto de Dios a
través de las liturgias minimalistas, insípidas y centradas en la
persona es dolorosa. El daño producido por una música horrible y por
artes visuales y plásticas insípidas ha sido grande. Las vestiduras y
las túnicas sacerdotales degradan muchas veces la dignidad del cargo.
Todos estos argumentos hay que juzgarlos en el contexto cultural.
Escribo desde Australia, donde experimentamos veranos muy calurosos, mi
ropa estival puede ser una polera blanca con pantalones cortos de un
color sobrio y zapatos negros bien lustrados: un "look" que está muy
alejado de las ropas gastadas y de los colores extravagantes que con
frecuencia se ven en los sacerdotes. De las cosas grandes a las cosas
pequeñas, de los aspectos de una ceremonia elevada a los aspectos
banales, un adecuado sentido de discernimiento estético es importante.
La gente tiene necesidad de ser edificada en todo el arco de las cosas:
de la ropa de todos los días y del cuidado del aspecto a la presentación
formal sin ser nunca asfixiante; de la liturgia cotidiana a la liturgia
más solemne; del canto gregoriano al estimulante esplendor musical. Es
muy importante que un obispo sea un hombre que comprende la belleza, ama
la belleza y comunica la belleza de Dios, desde las cosas pequeñas y
humildes hasta las cosas excelsas.
9. El ejercicio intelectual es
de suma importancia. Tenemos un caso interesante con nuestro actual
Papa, que en sentido estricto no es un intelectual, pero que tiene una
mente teológica abierta a la investigación, y desafía poderosamente a la
Iglesia en las áreas en las que imperaba la convencionalidad en lugar
de una búsqueda atenta y de la defensa de la fe. Además, vivimos en un
mundo complejo y multiforme que en el encuentro requiere una comprensión
profunda y un pensamiento riguroso. Mi preferencia es para los
candidatos episcopales que hayan obtenido buenas licenciaturas en
universidades públicas calificadas, o bien válidas calificaciones
profesionales. Con demasiada frecuencia, al día de hoy, los obispos
dictaminan sobre cuestiones que no comprenden y que más correctamente
son competencia de los laicos, o bien intervienen en cuestiones que han
puesto en sus manos burócratas eclesiásticos que no habrían podido
triunfar en el mundo. Es obviamente esencial una sólida formación en
Teología, Filosofía y Derecho canónico. Pero muchas veces los estudios
eclesiásticos superiores producen solamente lo que yo llamo una
"mentalidad de las notas a pie de página", y no nutren las mentes con
capacidades críticas y analíticas. Un candidato al episcopado debe ser
un hombre que demuestre capacidad de mirar más allá de todo
obnubilamiento, tanto del mundo como de la Iglesia; un hombre que sepa
desatar los nudos, y que pueda valorar críticamente y elaborar
críticamente planes para realizar mejoras y para sostener la herencia
apostólica. No es que cada obispo deba ser un gran intelectual,
entendiendo que un cuerpo episcopal sin grandes intelectuales será
absolutamente débil. Pero todo candidato al episcopado debe tener una
mente fuerte y rigurosa y la capacidad de llevar lo que tiene en mente a
la realización práctica.
10. La capacidad de aplicación práctica
es de importancia crucial. El "oficio" de un obispo es más de lo que el
hombre puede hacer por sí solo, lo cual significa que un obispo debe
ser ayudado en su tarea. Esta ayuda viene en primer lugar de sus
colaboradores más estrechos, sus sacerdotes y diáconos. En la mayor
parte de los casos al día de hoy hay burocracias eclesiásticas
diocesanas, que en su mayoría son elefantiásicas y más civiles que
eclesiásticas. Un candidato al episcopado debe demostrar competencia en
la gestión de esas burocracias, más que permitirle a esas burocracias
que administren por él, como sucede muchas veces. La administración de
la Iglesia debe ser eclesial en su funcionamiento, y esto debe motivar
desde lo alto a lo bajo. Ningún obispo debe contentarse con ser un CEO
civil, pero - en la medida en que actúe como administrador delegado -
debería manifestar capacidad de colaboración, de "laborar con" más que
“laborar por encima de” los diversos organismos eclesiásticos. No sólo
la curia diocesana, sino también el oficio escolástico diocesano, las
oficinas diocesanas para la salud y el bienestar, en síntesis, toda la
gama de las oficinas diocesanas deben ser renovadas constantemente, de
tal forma que funcionen en una forma verdaderamente eclesial y
evangélica. Si no mostrará la capacidad de movilizar a los demás para
que actúen en forma colaboradora, si no se hará acompañar por los que
están comprometidos en estas misiones, como obispo será inútil.
11.
Decidir qué no hacer es de crucial importancia. Hay un tipo de hombre
que piensa que puede hacer todo y gestionar todo, y por el contrario
termina por no hacer nada. Hay un tipo de hombre que trabaja
incansablemente y que realiza poco, es ineficiente e ineficaz, porque no
ha sabido distinguir entre lo que puede hacer y lo que no puede hacer.
Está el hombre que no hace ningún ejercicio físico regular, ninguna
recreación regular, ninguna actividad cultural regular, ninguna lectura
edificante regular: el tipo de hombre que es solamente un aburrido
caballo de tiro. Esos hombres son también los tipos que como obispos no
cultivan a los jóvenes para el ministerio sagrado, no alientan o no
desarrollan o no utilizan bien a su clero, y simplemente no encuentran
el tiempo para esforzarse como padres-en-Dios con sus sacerdotes. Para
esos hombres es mejor no ser obispos.
12. “Sean mis imitadores,
como yo lo soy de Cristo" (1 Cor 11, 1). Estas son las fuertes palabras
del apóstol san Pablo. A través de las décadas, son palabras que no he
podido aplicar fácilmente a algún obispo que he conocido en distintos
grados. Con demasiada frecuencia se encuentran hombres que hacen lo que
les gusta a ellos, y que favorecen sólo a los que son útiles para hacer
"sus cosas". Una profunda y arraigada semejanza con Cristo es difícil de
encontrar, y es difícil encontrarla también entre hombres que también
serían guerreros de Cristo. Raramente se encuentra entre los que son
socialmente "exitosos", que son aceptables porque son "inocuos". Las
cartas paulinas presentan a un hombre que en muchos aspectos ha tenido
una personalidad áspera, pero con tal semejanza con Cristo que no se
puede no amar a una persona así. Tenemos una desesperada necesidad de
obispos que manifiesten tal semejanza con Cristo que induzcan a amarlos,
y amarlos a pesar de las puntas ásperas que podríamos ver en uno o en
otro. Tenemos necesidad de hombres que podamos imitar, porque su modo de
pensar, de rezar y de obrar nos hacer ver al Cristo que piensa, reza,
actúa y ama en medio de nosotros. Tenemos necesidad de hombres con un
amor profundo.
Todas estas cosas son de difícil discernimiento.
Pero son estos discernimientos los que son necesarios en el proceso de
selección de los candidatos al episcopado.
__________
Traducción en español de José Arturo Quarracino, Temperley, Buenos Aires, Argentina.
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