domingo, 13 de febrero de 2011

Benedicto XVI: Las vocaciones sacerdotales son un signo de la vitalidad de una comunidad cristiana.

¿Cuál es el lugar del sacerdocio ordenado en la vida de la iglesia?, ¿Cuál es el lugar de la vida común en la experiencia sacerdotal? Con estas dos preguntas, el Papa Benedicto XVI ha comenzado su discurso a los sacerdotes y seminaristas de la Fraternidad San Carlos, nacida del Movimiento de Comunión y Liberación, a quienes ha recibido con motivo del vigésimo quinto aniversario de su fundación.
Al iniciar su discurso el Santo Padre ha saludado al fundador y superior general Mons. Massimo Camisasca, el arzobispo de la Madre de Dios de Moscú, Mons. Paolo Pezzi, y a Don Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación y ha puesto de relieve los frutos y las raíces de la obra de la Fraternidad de San Carlos, pero en particular, la memoria de su larga amistad con Mons. Luigi Giussani quien testimonia la fecundidad de su carisma.
Haciendo referencia al Concilio Vaticano II, el Santo Padre ha recordado que el “sacerdocio cristiano no es un fin en sí mismo” sino que es querido por Jesús en función del nacimiento y de la vida de la Iglesia. La gloria y la alegría del sacerdocio es servir a Cristo y su Cuerpo místico, y eso “representa una vocación bellísima y singular dentro de la Iglesia”.




"La presencia de las vocaciones sacerdotales es un signo seguro de la verdad y de la vitalidad de una comunidad cristiana. De hecho, Dios llama siempre, también al sacerdocio; no hay crecimiento verdadero y fecundo en la Iglesia sin una verdadera presencia sacerdotal que la sostenga y alimente".
Benedicto XVI ha agradecido la gran energía de aquellos que se dedican a la formación de los sacerdotes y a la reforma de la vida sacerdotal, sin embargo, ha advertido sobre la necesidad de renovación del sacerdocio encontrando en la vida de Jesús las formas más esenciales de su propio ser.
"Los distintos caminos posibles de esta renovación no pueden olvidar algunos elementos fundamentales. Ante todo, una educación profunda en la meditación y la oración, vividas como un diálogo con el Señor resucitado en su Iglesia. En segundo lugar, un estudio de la teología que permita encontrar las verdades cristianas en la forma de una síntesis relacionada con la vida de la persona y la comunidad: sólo una mirada sapiente puede, en efecto, valorizar la fuerza que posee la fe de iluminar la vida y el mundo, conduciendo continuamente a Cristo, Creador y Salvador".

“La Fraternidad San Carlos subrayó durante su breve pero intensa historia el valor de la vida común” -ha dicho el Papa- añadiendo que él también en más de una oportunidad, antes y después de su llamada a la sede de Pedro, había hablado de la importancia de que los sacerdotes no vivan aislados en cualquier parte, sino que estén juntos en pequeñas comunidades, se sostengan mutuamente, y realicen así su experiencia de estar juntos en su servicio a Cristo.

"Están bajo nuestra mirada las urgencias de este momento. Pienso por ejemplo a la carencia de sacerdotes. Ante todo, la vida común no es una estrategia para responder a estas necesidades. Ésta no es ni siquiera, de por sí, sólo una forma de ayuda frente a la soledad y la debilidad del hombre. Todo esto ciertamente puede ser, pero sólo si la vida fraterna es concebida y vivida como camino para sumergirse en la realidad de la comunión".

El Papa ha agregado que la vida común de los sacerdotes, es en efecto, expresión del don de Cristo que es la Iglesia, por lo tanto ésta expresa una ayuda que Cristo da a su existencia llamándolos a través de los hermanos, a una configuración cada vez más profunda en su persona. “Vivir con otros -ha afirmado el Santo Padre- significa aceptar la necesidad de la propia y continua conversión, y sobre todo, descubrir la belleza de tal camino, la alegría de la humildad, de la penitencia, pero también de la conversación, del perdón y del sostén mutuos”

Al subrayar que nadie puede asumir la fuerza regeneradora de la vida común sin la oración, sin mirar a la experiencia y a la enseñanza de los santos, en particular de los Padres de la Iglesia, sin una vida sacramental vivida con fidelidad y sin entrar en diálogo con Dios, el Papa les ha dicho que es necesario estar con Jesús para poder estar con los demás.

"Es este el corazón de la misión. En compañía de Cristo y de los hermanos cada sacerdote puede encontrar las energías necesarias para hacerse cargo de los hombres, para hacerse cargo de las necesidades espirituales y materiales que encuentra, para enseñar con palabras cada vez más nuevas, dictadas por el amor, las verdades eternas de la fe de la cual tienen tanta sed también nuestros contemporáneos".

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