La familia moderna surge a partir de los fenómenos sociales y económicos que comienzan en el siglo XV y que culminan con el proceso de industrialización. El modelo feudal es reemplazado por la familia burguesa. El espacio social se divide en dos ámbitos claramente identificables: configurando una organización social sexista que ha asignado a las mujeres el trabajo doméstico y el cuidado de la familia y a los hombres el espacio de lo público con el protagonismo en el trabajo remunerado, la política, la cultura y el poder en general. La producción de bienes se traslada a las fábricas, se restringe el concepto de trabajo al del trabajo remunerado.
Siguen vigentes las estructuras creadas por la sociedad patriarcal que instituyó la división del trabajo, en razón del sexo. Pero esa frontera se ha comenzado a quebrar, debido a la incorporación de las mujeres a la educación y al trabajo, a los cambios legislativos, a la modificación de la propia percepción del papel de las mujeres en la organización social.El resultado de esta situación es que las mujeres penetraron en los espacios masculinos, sin que se haya producido en cambio la participación de los hombres en las responsabilidades familiares.
Esta combinación implica:
• doble jornada para la mujer
• disfunciones en la organización social que afecta a la familia, a la organización del trabajo y de los servicios
• la percepción por parte de las mujeres de su exclusión del poder y de la toma de decisiones.
Ni la igualdad de oportunidades, ni la ciudadanía democrática activa y participativa de todas las personas puede lograrse sin cambios en la vida personal y doméstica. Los ideales democráticos y la política deben ponerse en práctica en la cocina, la habitación de las criaturas y el cuarto conyugal.
“Las reivindicaciones femeninas son un elemento desestabilizador de la sociedad y sus estructuras, sobre todo porque lo que la mujer reclama apunta a un determinado modelo de sociedad. Cuando la mujer exige guarderías para sus hijos o prestaciones de maternidad, está diciendo que no quiere renunciar a tener hijos, pero quiere tenerlos en condiciones que no la discriminen. Cuando pide más formación en el trabajo, pide igualdad de oportunidades. Cuando pide protección para las familias, está diciendo que la familia cumple una función y que no debe desaparecer.
En suma, no atender políticamente los problemas tradicionales de las mujeres o de la vida doméstica es lo que se cuestiona”. (Victoria Camps).
La mujer es víctima de la esquizofrenia de vivir en dos mundos que se rigen por normas y patrones opuestos. Se nos ha entrenado para el desarrollo de unas cualidades, no para otras. Con mucho esfuerzo aprendimos otras cualidades y vivimos sistemáticamente tironeadas por mensajes diferentes acerca de cuándo tenemos que ser competitivas y cuándo cooperativas, cuándo tenemos que ser amorosas y cuándo intransigentes.
La batalla iniciada hace 300 años, cuando los teóricos del contrato social opusieron argumentos convencionales al llamado a la naturaleza, está lejos de haber concluido.
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