viernes, 27 de mayo de 2011

Una aventura del espíritu humano,la conversación que Benedicto XVI ha mantenido desde el palacio apostólico con los astronautas presentes en la estación internacional que orbita en torno a la Tierra.

Por Giovanni Maria Vian, director de “L'Osservatore Romano”




CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 28 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Ha sido una ocasión verdaderamente histórica -así la ha definido ante todo el mundo el presidente de la Agencia espacial italiana en su introducción-, pero también un acontecimiento sin precedentes, la conversación que Benedicto XVI ha mantenido desde el palacio apostólico con los astronautas presentes en la estación internacional que orbita en torno a la Tierra. Gracias a una conexión en directo, en audio y en vídeo, jamás realizada hasta ahora, entre el Papa y la misión espacial (Cf ZENIT, 21 de mayo de 2011).


Y jamás hasta ahora se había dado la singular inversión de papeles de forma que ha sido Benedicto XVI quien ha planteado las preguntas a sus interlocutores, y no viceversa. Aunque ya el 5 de octubre de 1963 Pablo VI confesó, dirigiéndose a un congreso de medicina aeronáutica y aeroespacial, que habría preferido callar para oír a los científicos recibidos en audiencia.

Precisamente el Papa Montini manifestó en varias ocasiones -en la época exaltante de las primeras empresas espaciales- el interés y el apoyo de la Iglesia católica. Más en general, asimismo, fue muy importante, entre la edad media y los inicios de la edad moderna, el papel que desempeñó el catolicismo en la promoción de la astronomía y de las ciencias. Como sabe bien quien contempla la historia sin prejuicios ideológicos y superando estereotipos abusados que desearían una Iglesia enemiga del progreso científico.

Medio siglo después del comienzo de los vuelos al espacio -que empezaron en el contexto ásperamente competitivo de la carrera irrefrenable hacia la supremacía entre las dos superpotencias, soviética y estadounidense- mucho ha cambiado. Como ha evidenciado el fondo de banderas de los distintos países ante las cuales se han estrechado, en ausencia de gravedad, los astronautas de varias nacionalidades para conversar con Benedicto XVI.

Hoy, en cambio, no se han superado los problemas planteados durante la conversación en el espacio sideral por el Papa, quien, con sencillez, se ha declarado "muy interesado en oír", exactamente como había dicho Pablo VI. ¿De qué forma puede contribuir la ciencia a la causa de la paz? Y ¿cómo hay que asumir la responsabilidad por el futuro del planeta Tierra, fascinante puntito en la inmensidad del cosmos?

A estas preguntas los astronautas han dado respuestas convincentes, idealmente comprometedoras para todos. En una "aventura del espíritu humano" -como la ha definido Benedicto XVI- que también es "un poderoso estímulo para reflexionar sobre los orígenes y el destino del universo y de la humanidad". Porque, como dijo Pablo VI al celebrar el 20 de julio de 1969 el primer alunizaje, todo "depende aún del corazón del hombre".

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