lunes, 30 de mayo de 2011

Una situación aún no resuelta: LIbia.

Silencio de la sociedad en muchos paises, que es aceptación pasiva de las incursiones aéreas contra Ghadaffi. ¿Por fines "humanitarios"? El obispo de Trípoli no lo cree: "Esta guerra no resuelve nada"

por Sandro Magister
(Recordamos esta entrevista de marzo del 2011, ya que el tema no está resuelto.






ROMA, 24 de marzo 2011 – Precisamente en París tiene su apertura solemne el "atrio de los gentiles" querido por el papa Benedicto para un diálogo pacífico planetario entre hombres de fe y hombres alejados de Dios, de esa misma París y del presidente francés Nicolas Sarkozy – como también de otras capitales occidentales en orden disperso – ha emprendido el camino la más desastrosa Babel política y militar que jamás se ha visto en este siglo a escala internacional.

Una Babel que se descarga sobre Libia, ésta última partida en dos entre Ghadaffi y los revoltosos, pero atacada por Estados a su vez divididos por intereses y rivalidades, y privados de un comando unificado. Privados también de objetivos comunes y de una visión global mínima.

Una Babel cuyos desarrollos llevan a todos a lo peor. Vittorio Emanuele Parsi, docente en la Universidad Católica de Milán, contado entre los más destacados expertos en política internacional, ha publicado el martes 22 de marzo una página entera en "Avvenire", el diario de la Conferencia Episcopal Italiana, para analizar todas las consecuencias posibles de la aventura libia. Entre las "mil incógnitas" examinadas, no hay una sola que tranquilice.

Pero en esta babélica confusión hay otro elemento más. El silencio de las autoridades de la Iglesia católica.

Un silencio que contrasta con los juicios apremiantes que las mismas autoridades de la Iglesia, a varios niveles, emiten cada vez que se echa mano a las armas entre los Estados y dentro de ellos. Cada vez que se ha llevado a cabo un devastación.

Ciertamente, para proteger a quien queda expuesto a nuevas agresiones la Iglesia recurre en gran medida a la virtud de la prudencia. El realismo político no le es extraño. Sus fieles están presentes en todos los continentes y en algunos lugares afrontan riesgos mortales.

Pero aunque cauto, el juicio de la Iglesia es por norma nítido, no es equívoco, ni siquiera dogmático. Juan Pablo II hizo de todo para contrarrestar la segunda guerra del Golfo, en Irak, pero jamás condenó teológica ni moralmente a los católicos que la consideraron justa.

Esta vez, por el contrario, silencia todo juicio.

En el Angelus del domingo 20 de marzo, Benedicto XVI invocó la protección y los socorros para los ciudadanos inermes y rezó para que "surja lo más rápidamente posible un horizonte de paz y de concordia sobre Libia y sobre toda la región nor-africana". Pero no ha expresado ninguna valoración, ni siquiera velada, sobre la guerra.

Porque ésta – del "no comment" sobre las acciones militares emprendidas en Libia por algunos gobiernos occidentales – parece ser la línea adoptada por la Secretaría de Estado vaticana. "L'Osservatore Romano", que expresa institucionalmente tal línea, ha titulado a toda página, mientras estaban en pleno proceso de ejecución los ataques misilísticos y aéreos: "Un horizonte de paz para Libia". E inmediatamente debajo la foto del Papa con una paloma, y la referencia a su oración y a su llamamiento humanitario.

La "ingerencia humanitaria" es la única razón a la que han apelado las autoridades de la Iglesia en las últimas décadas para justificar una intervención armada en un país determinado.

Juan Pablo II la invocó en defensa de Bosnia y luego de Kosovo, cuando las potencias occidentales eran reticentes para intervenir. Dio a entender – sin ser escuchado – que la habría querido también para Ruanda, cuando el genocidio estaba a las puertas.

Análogamente, Benedicto XVI ha asignado a los Estados y a la comunidad internacional la "responsabilidad de proteger" a los pueblos de las agresiones, en el discurso pronunciado por él en Nueva York el 18 de abril de 2008, en las Naciones Unidas.

El cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, ha confirmado el mismo principio cuando dijo, hace pocos días: "El Evangelio nos señala el deber de intervenir para salvar a quien está en dificultades".

¿Pero ese principio puede ser aplicado al caso de Libia? No, según el sentimiento del más autorizado de los testigos en el campo, el vicario apostólico de Trípoli, Giovanni Innocenzo Martinelli. "No son las bombas las que pueden darnos la paz", dijo en una entrevista concedida el 22 de marzo a Radio Vaticana.

Y en una entrevista del día siguiente en "Il Foglio", el obispo Martinelli expresó con palabras todavía más drásticas su total oposición a las incursiones aéreas occidentales: "Me hacen reír los que dicen que la intervención militar en Libia es por fines humanitarios".

En efecto, más que el exterminio de una población inerme e inocente por obra del régimen de Ghadaffi, lo que hay efectivamente en Libia es una verdadera y auténtica guerra civil, con los revoltosos también armados. Una guerra civil que la intervención militar de algunos Estados occidentales parece lejos de resolver fructuosamente.

*

Tanto más golpea el "no comment" sobre Libia de las autoridades vaticanas, tanto más se extiende esa indolencia, desde hace tiempo, a todo el cuadrante árabe y de Medio Oriente

Lo que sucede en Yemen, en Bahrein o en Egipto parece estar registrado por los diplomáticos vaticanos con la misma pasividad derrotista con la que toman nota del caso libio.

También aquí "L'Osservatore Romano" refleja diligentemente las orientaciones de la Secretaría de Estado. Al referirse, por ejemplo, a la aplastante victoria del "sí" en el referendo del 20 de marzo sobre los cambios a la Constitución de Egipto, el diario de la Santa Sede ha informado, como único juicio sobre el voto, el expresado por un consejero de la Casa Blanca, para quien "los resultados del referendo representan un éxito para la transición democrática en uno de los países claves de la región".

Cuando por el contrario el mismo día, el 22 de marzo, y sobre el mismo acontecimiento, el referendo egipcio, el diario de los obispos italianos - "Avvenire" - publicó un editorial de Luigi Geninazzi con un tono opuesto, como se infiere ya por el título: "Primeras desilusiones sobre la primavera egipcia. Vencen los Hermanos Musulmanes y los pro-Mubarak".

En efecto, ese despertar democrático que se había entrevisto entre enero y febrero en El Cairo, en la plaza Tahrir, con musulmanes y cristianos coptos que fraternizaban, es hoy más un recuerdo que una realidad.

La tregua que había seguido a continuación de la Navidad sangrienta en Alejandría, Egipto, ha dado paso efectivamente en este mes de marzo a un retorno de las agresiones islámicas contra los coptos y sus iglesias.

Y ahora, la victoria de los Hermanos Musulmanes en el referendo constitucional ha puesto el sello definitivo sobre ese artículo 2 que indica en la sharia islámica la fuente principal de la legislación, también para el futuro de Egipto. Un durísimo golpe – ha comentado "Avvenire" – para la población cristiana de Egipto, para la cual "la reforma de la Constitución ha representado siempre una cuestión de vida o muerte".

"Libia vacila. Pero entre tanto ya está perdido el Líbano", tituló www.chiesa un servicio suyo a comienzos de marzo, con referencia al poder excesivo de Hezbollah en lo que fue el último reino cristiano de Oriente.

Hoy, Libia está más en riesgo todavía. En Egipto, que para muchos árabes es el país guía, los islámicos ganan cada vez más terreno. En Yemen, luego de una masacre en frío de 52 manifestantes en la única jornada del viernes 18 de marzo, ambiciona subir al poder un general, Ali Muhsen Saleh, también él desprovisto de toda credencial democrática. En Bahrein, la monarquía sunnita se vio obligada a recurrir al ejército de la vecina Arabia Saudita para someter a la población chiíta rebelde, apoyada por Irán… Y más lejos aún, en ese Pakistán del "Islam puro" que quiere llevar a la muerte a la cristiana Asia Bibi y que hace poco ha visto el martirio del ministro Shahbaz Batthi, otros cristianos han sido asesinados el 23 de marzo frente a una iglesia de Hyderabad.


La entrevista del 22 de marzo al obispo de Trípoli, Giovanni Innocenzo Martinelli, en Radio Vaticana.

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