Pedro Trevijano Etcheverria
Luis Fernando Pérez, el periódico “La Gaceta”, Profesionales por la Ética y otros muchos más, como pueden ser los objetores a la asignatura “Educación para la Ciudadanía”, han puesto el grito en el cielo ante el hecho que con la protección de la Junta de Andalucía se esté enseñando en la citada asignatura pornografía a los alumnos adolescentes. Simplemente voy a decir que lo que está haciendo la Junta de Andalucía, ya antes había sucedido en Cataluña con el tripartito, y que ello está en total conformidad con la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de Marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, es decir la Ley sobre el aborto, aprobada el año pasado, con los votos de toda la izquierda, el PNV, y alguno más. En efecto leemos en esa Ley: “Artículo 5. Objetivos de la actuación de los poderes públicos 1. Los poderes públicos en el desarrollo de sus políticas sanitarias, educativas y sociales garantizarán: e) La educación sanitaria integral y con perspectiva de género sobre salud sexual y salud reproductiva”. “Artículo 8. La formación de profesionales de la salud se abordará con perspectiva de género”.
Es evidente que según esta Ley la perspectiva de género es el modo como debe darse la educación sexual. Por tanto la primera pregunta que hay que hacerse es en qué consiste la perspectiva de género y por tanto la ideología de género.
Disparate primero: el ser humano puede escoger libremente su sexo. Aquí voy a dejar hablar al cardenal Ratzinger (hoy Papa Benedicto XVI) en su libro “La Sal de la Tierra”: “Actualmente se considera a la mujer como un ser oprimido; así que la liberación de la mujer sirve de centro nuclear para cualquier actividad de liberación tanto política como antropológica con el objetivo de liberar al ser humano de su biología. Se distingue entonces el fenómeno biológico de la sexualidad de sus formas históricas, a las que se denomina “gender”, pero la pretendida revolución contra las formas históricas de la sexualidad culmina en una revolución contra los presupuestos biológicos. Ya no se admite que la “naturaleza” tenga algo que decir, es mejor que el hombre pueda modelarse a su gusto, tiene que liberarse de cualquier presupuesto de su ser: el ser humano tiene que hacerse a sí mismo según lo que él quiera, sólo de ese modo será “libre” y liberado. Todo esto, en el fondo, disimula una insurrección del hombre contra los límites que lleva consigo como ser biológico. Se opone, en último extremo, a ser criatura. El ser humano tiene que ser su propio creador, versión moderna de aquél “seréis como dioses”: tiene que ser como Dios”. En consecuencia lo importante en el ser humano no es su biología, sino el rol social y cultural que asume, lo que nos permite escoger el sexo y cambiarlo, si así lo estimamos oportuno.
La “ideología del género” considera la sexualidad como un elemento cuyo significado fundamental es de convención social. Es decir, no existe ni masculino ni femenino, sino que nos encontramos ante un producto cultural que va cambiando continuamente. El ser humano nace sexualmente neutro, posteriormente es socializado como hombre o mujer. La diferencia entre varón y mujer no correspondería, fuera de las obvias diferencias morfológicas, a la naturaleza, sino que sería mera construcción cultural según los roles y estereotipos que en cada sociedad se asigna a los sexos. En esta mentalidad, el hombre y la mujer eligen su sexo y lo podrían cambiar, cuantas veces lo estimen oportuno, hasta el punto de que las diferencias entre hombres y mujeres no tienen relación con las causas naturales o biológicas, sino que se deben a determinaciones sociales.
Bueno, pues esto, es uno de los temas aprobados por la mayoría de nuestros parlamentarios y con los que se pretende ¿educar? a nuestros niños y adolescentes en la famosa Educación para la Ciudadanía. Mi esperanza es que las víctimas de esas clases lleguen a casa y digan a sus padres: “El profe nos ha dicho hoy que si quiero, puedo ser chica, y mi hermana, chico. Mamá, el profe está loco”.
Disparate segundo: lo que antes se llamaba corrupción de menores, pasa a ser práctica recomendable. La igualdad radical es un principio básico de esta ideología que pone la sexualidad al servicio del placer y como los órganos sexuales los tenemos para algo, es decir para usarlos, se alienta no sólo la masturbación, sino también las relaciones sexuales de toda clase, también entre menores. Ya en el verano del 2010 el Departamento de Salud de la Generalidad de Cataluña y el Instituto Catalán de la Salud hicieron pública la página web Sexo jóvenes, que mereció una nota de la Delegación Diocesana de Pastoral Familiar de la Archidiócesis de Barcelona en la que se decía: “En estos temas, la simple información ya es una opción ética clara. La opción es ésta: en temas de sexualidad y embarazo, el interesado o interesada tiene abiertas todas las posibilidades; cualquier decisión que tome es buena. Éste es un criterio perverso”… “En todos los ámbitos de la vida humana, sabemos que hay comportamientos positivos y comportamientos negativos. Si alguien se presenta diciendo que todo está permitido, será acusado de ser un sujeto socialmente peligroso. En cambio éste es el criterio de este Documento en cuanto a la experiencia sexual, las relaciones de pareja, la regulación de natalidad o el aborto.”… “Para evitar una visión negativa de la sexualidad acaba permitiendo e incluso promoviendo todo tipo de experiencias, como si la permisividad total fuera garantía de validez ética, de salud psíquica y de realización personal”… “El cuerpo no es un juguete, no tiene como finalidad ser una caja de resonancia para conseguir el máximo placer. Los demás no son objetos para conseguir relaciones efímeras y sin valor en función de intereses primarios personales. El Documento del Departamento de Salud de la Generalidad, con la excusa de la información liberadora y neutra, de hecho promueve una concepción de las relaciones humanas y de la sexualidad que destruye la obra educativo de las familias y de las escuelas, porque la educación de los hijos es un derecho inalienable de los padres”(Alfa y Omega, 1-VII-2010, 12).
En pocas palabras, se puede hacer con el cuerpo lo que uno quiera, pues el fin de la sexualidad es el placer, evitando, eso sí, el embarazo y la natalidad. Pero si esto sucediera, el aborto es un derecho básico. Las leyes son la moral del Estado y esto está en las leyes. Con estos antecedentes, es fácil comprender que se esté enseñando a niños y niñas a que aprendan a masturbarse y hasta que se acuesten juntos. Lo que no logro entender es si chicos y chicas de doce, trece años pueden hacer esto, e incluso tal vez antes, pues no sé dónde está el límite, ya que la Ley del Aborto en su artículo 5 b) garantiza “el acceso universal a los servicios y programas de salud sexual y reproductiva”, es decir sin límite de edad, por lo que ¿qué inconveniente hay en que lo hagan con gente mayor?, pero ¿no es esto corrupción de menores y dejar la puerta abierta a la pederastia?
Pedro Trevijano, sacerdote
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