La esperanza con la que la fe cristiana se relaciona con
el futuro no puede realizarse al margen del futuro del mundo,porque ella ha de responder del único futuro que se nos ha prometido, en el que está incluido el futuro del mundo.
El teólogo Claude Geffré sostiene la orientación política de la teología fundamental, que es como Metz considera su nueva teología. Esta es una exigencia que le viene dada de la encarnación de la fe en el mundo. Porque no basta con recurrir a la esencia admirable de la fe cristiana, sino que hay que traducir en el pensamiento y en la acción de hoy la fuerza crítica y liberadora del evangelio. Es él quien estimula las esperanzas humanas y el trabajo en favor de un mundo nuevo(C. Geffré, "Historia reciente de la teología fundamental. Intento de interpretación". Concilium 46, 1969).
La argumentación de Geffré es que asistimos a una concepción de la teología fundamental, que, superando el objetivismo de la escolástica y el existencial-personalismo de Bultmann, quiere tomar en serio al hombre y al mundo. Sin romper con el pasado quiere hacer creíble el cristianismo, resaltando con nuevo énfasis sus aspectos sociales, aunque su impulso lo recibe de la esperanza bíblica.
El binomio fe-hombre es, pues, una constante en la teología fundamental que la sepera infinitamente de las motivaciones apologéticas del siglo XVIII, como ha puesto de manifiesto Latourelle. A diferencia también del teocentrismo medieval, hoy se insiste en la dimensión antropocéntrica de la revelación, preguntándose por el sentido que puede tener para el hombre de hoy la intervención de Dios en la histora, mediante la acción y la palabra del mismo hombre.
Por otra parte, la opción privada de la fe que se desarrolla en la intimidad "Dios-yo", ha recuperado su dimensión social-política. De modo que pertenece a la teología fundamental revalorizar esta dimensión esencial de la revelación, de la fe y de la salvación (R. Latourelle, "¿División o renovación de la teología fundamental?".Conc 46,1969).
El teólogo H. Fries señala asimismo que cualquier manifestación de Dios al hombre sólo puede suceder dentro de la historia, porque ella es el lugar del otro y porque sólo en forma de palabra humana puede acontecer una nueva revelación de Dios (H. Fries, "De la apologética a la teología fundamental", Conc 45, 1969).
Metz, observa Fierro, distingue claramenete entre teología dogmática y teología fundamental: la teología dogmática presupone la fe de los enunciados cristianos, es decir, parte de dogmas y creencias ya aceptados; su teología fundamental, en cambio, es más bién preparación a esa fe, es una teología de conversión y génesis de la fe. Por eso precisamente, es la teología del diálogo entre cristianos y no creyentes (A. Fierro, El evanelio beligerante. Introducción crítica a las teologías políticas, Estella 1975).
La teología de JB. Metz es,pues, la idónea para orientar y conducir la evangelización del hombre secularizado y próximo al ateísmo de hoy. ¿Lo tendrán en cuenta los obispos europeos y de todo el mundo en la nueva evangelizació de Europa que proyectan?
Latourelle en el artículo citado se ha hecho eco de la cuestión en estos términos: así como la teología tradicional, cuya mayor expresión está en Santo Tomás, se esforzaba por entender el misterio de Dios y los misterios de la fe, la teología actual se preocupa por la significación que el mensaje cristiano tiene para el hombre de nuestro tiempo.
De esta manera muestra su concordancia con la revelación bíblica que no habla del en sí de Dios, sino de Dios en relación con el hombre y su mundo: la revelación de Dios mira siempre a la salvación integral del hombre. Latourelle no duda en considerar la Dei Verbum del Vaticano II como la carta magna de esta teología, que se manifiesta como intérprete de la palabra de Dios y de la existencia humana.
En el mundo posreligioso de hoy en que el hombre se siente su centro y artífice, la función de la teología fundamental no puede ser otra que la de desarrollar la orientación socioplítica del cristianismo(JB. Metz.L'Eglise et le monde. Théologie d'aujourdui et de demain, Paris 1969, 147-148).
Moltmann comparte la misma tesis: la teología ha de hacerse en y con el mundo y será de verdad contemporánea cuando sea solidaria con los que sufren en él a causa de las injusticias existentes. Otras alternativas le parecen falsas. El teólogo evangélico que fundamenta toda su obra sobre la esperanza, se sirve de la encarnación de Cristo para decir que en la teología no debe existir dicotomía entre fe y praxis de liberación, entre verticalismo y horizontalismo. Quien los divida o separe, divide la unidad de Dios en Cristo(J. Moltmann, El experimento esperanza, Salamanca 1977, 16).
La escatología a la que apelan Metz y Moltmann no se refiere a un futuro lejano sino a la que se ha convertido en una teología de la esperanza, que aguarda activamente el mundo nuevo que quiere el evangelio. El objeto no es, pues, la meta esperada, sino también la esperanza movida por esa meta, por lo que su discurso no versa sobre el fin último del hombre, sino sobre el presente del hombre y del mundo en el que se adelanta el esjaton final. El cometido de su teología será ejercer una función crítica frente a la privatización de la fe y establecer nuevas relaciones entre escatología y actividad social.
Fries en el artículo ya citado, no duda en afirmar que el acto de fe, en el contexto histórico en que nos movemos hoy, sólo es posible si esa misma fe tiene algo que ver con el hombre y su realidad, es decir, si sus fórmulas le atañen, de modo que él mismo se exprese en ellas y se vea afectado por ellas sin que le enajenen de su tarea en el mundo. La referencia del Dios de la fe cristiana al hombre es tan grande que Fries no tiene inconveniente en decir: hablar del hombre es hablar de Dios y hablar de Dios es tanto como hablar hombre en su propio modo de ser.
(Blog de Francisco Margallo).
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martes, 26 de julio de 2011
La teología subyacente en la nueva evangelización.
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