miércoles, 23 de enero de 2013

40 años de la legalización del aborto en USA.

40 años de la legalización del aborto en USA.

  
Protesta provida del 22 de enero de 1974, primer aniversario de la sentencia Roe vs Wade. Fotografía de AP
El 22 de enero de 1973 se fallaba la sentencia del caso «Roe vs Wade». Era el comienzo del aborto legal: 55 millones de niños asesinados desde entonces.
Y de Estados Unidos se extendió al resto del mundo casi por mimetismo. Cuarenta años después da sus últimos coletazos. Las nuevas generaciones se distancian, los avances de la ciencia han desmontado las sinrazones. La victoria final no es inmediata, pero está a la vuelta de la esquina. Quedan fanáticos recalcitrantes incapaces de reconocer el error. Como aceptaba hace unos días Frances Kissling –lideresa abortista de «Catholic for Choice»–: (1).
[Nuestros] argumentos podían funcionar en la década de los 70, pero hoy, fallan…La marca «pro-choice» (abortista) se ha erosionado considerablemente…Ya no podemos pretender que el feto sea invisible…Puede que no tenga derecho a la vida, y su valor no sea igual al de la embarazada, pero acabar con la vida del feto no es un acto moralmente insignificante.
Desgraciadamente aquí reside la última resistencia, la de unos tipos mentalmente anticuados, acientíficos, desfasados. Cuando lees lo que escriben te los imaginas con patillones y pantalones de campana. No soportan verse como son. Ni ciencia, ni decencia.
La sentencia que abría las compuertas de la cultura de la muerte estaba basada en una mentira, Roe, pseudónimo de Norma McCorvery, lo declaró públicamente: no fue violada. La abogada Weddington lo sabía, pero para este tipo de gente el fin justifica los medios: «lo hice porque pensé que había buenas razones».
Norma McCorvery no abortó. Ahora es una militante provida, ha recorrido un camino similar al de otros muchos, y es que la causa de la defensa de la vida, en especial de un ser desprotegido, abre el corazón. En 1995 se convirtió al cristianismo y abandonó el perfil bajo con el que vivía para liderar «Operation Rescue». En 1998 fue recibida en la Iglesia Católica.
Buen día para terminar como Richard Neuhaus en uno de sus últimos artículos:
«todos nosotros haríamos bien en ponderar la sabiduría que encierra la observación de que no hay causas perdidas permanentemente porque no hay causas ganadas permanentemente».
Una observación extraordinariamente animante. No se ha ganado todavía, pero se puede. Los que ideológicamente pretendían cerrar en falso un debate observan cómo en todos los países hay iniciativas que les hacen retroceder.
Del mismo modo también se podrá en la defensa de la familia y de la libertad religiosa.


Notas:
Frances Kissling, de Católicas por el Derecho a Decidir
El aborto no es pecado
Autor:: PATRICIA BRAVO
Para esta pensadora y activista estadounidense es perfectamente compatible ser católica y tomar la decisión de abortar, sin ser excluida de su Iglesia ni de su fe. Por eso fundó hace 26 años la organización Católicas por el Derecho a Decidir y ha sido una de las críticas más profundas de las políticas del Vaticano sobre reproducción, sexualidad y derechos de la mujer. Frances Kissling, 64 años, estuvo en Chile realizando talleres en Santiago, Viña del Mar y Temuco sobre comunicación y aborto, invitada por la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe.
¿Cómo concilia ser católica a favor del aborto y de la anticoncepción con la defensa irrestricta de la vida que plantea el Vaticano?
“Como católica yo trabajo hace 30 años en sexualidad y derechos reproductivos. Cuando empecé a leer y a interiorizarme en estos temas, me quedó claro que lo que los obispos y la Iglesia Católica más conservadora dicen respecto del aborto y los anticonceptivos es contradictorio. Por ejemplo, en la Iglesia Católica tiene primacía la conciencia individual. Según ese principio, si la conciencia está en desacuerdo con la enseñanza de la Iglesia, uno debe seguir la conciencia. Y la conciencia está diciéndoles a las mujeres que quieren ser madres responsables, que tienen que utilizar métodos anticonceptivos. No pueden tener más hijos que los que realmente pueden criar.
En cuanto al aborto, la Iglesia dice que es un crimen. Pero históricamente nunca tuvo una postura respecto de cuándo el feto se convierte en persona. En realidad, no lo sabemos, Dios no lo dijo. Como católicos, no podemos decir que el feto es una persona si no tenemos un soporte religioso para determinarlo. Lo que sí sabemos es que la mujer es una persona. Por tanto, tiene libertad para decidir en esta situación.
La posición de la Iglesia contra el aborto tampoco es infalible. En consecuencia, tenemos libertad para discrepar. No olvidemos que la Iglesia ha ido cambiando. En una época nos dijo que la Tierra era el centro del universo, y mató a mucha gente que estaba en desacuerdo. Pero hoy reconoce que estuvo equivocada. También enseñó alguna vez que la esclavitud estaba bien.
Hay algo más: hoy sabemos, a partir de la Teología de la Liberación, que la Iglesia tiene una opción preferencial por los pobres. Y los pobres son mayoritariamente mujeres, que muchas veces son violadas, que no pueden alimentar a sus hijos, que no tienen trabajo o que arrastran problemas de salud. Tenemos que ver el aborto y la anticoncepción en el contexto de los pobres, para que haya igualdad. Porque las mujeres ricas o de clase media pueden utilizar anticonceptivos y abortar en forma segura, sin importarles si es moral, legal o no”.
FALTA DE COMPASIÓN
¿Qué le parece que en Chile el aborto sea penalizado?
“Las cosas están comenzando a cambiar en América Latina. Hace tres años no había ningún país -excepto Cuba- donde el aborto fuera legal. Hoy en México y Colombia está legalizado, en determinadas circunstancias. En Uruguay y otros países se están haciendo esfuerzos para cambiar la legislación. También en Chile puede cambiar. Es peligroso convertir a las mujeres en criminales por hacerse un aborto. Al ser ilegal, ellas se enfrentan a grandes temores, si tienen complicaciones les da susto ir al hospital, porque pueden ser encarceladas. En una sociedad moderna no es bueno tratar a las mujeres de esta forma.
Este es un tema complejo y cada país necesita encontrar sus propias rutas. En Estados Unidos se puede recurrir al aborto por cualquier razón y en la mayoría de los países europeos, se requiere una razón. Si en Chile se llega a la conclusión que el aborto no es un crimen, se podría aceptar el aborto por razones terapéuticas. Una mujer violada no tendría por qué estar obligada a enfrentar la maternidad, como tampoco aquella que se entera que el feto que está en su vientre tiene malformaciones severas y que no vivirá. Cuando la mujer tiene problemas serios de salud, seguir adelante con un embarazo que pone en riesgo su vida me parece una falta de compasión”.
En Chile han disminuido los adherentes de la Iglesia Católica. Sin embargo, esta institución sigue teniendo una enorme influencia y con frecuencia se imponen sus criterios. ¿Cómo explica eso?
“En alguna medida hay involucradas cuestiones de clase. Generalmente, quienes tienen mayor poder económico están ligados a la Iglesia. Uno encuentra grandes empresarios, parlamentarios, ministros y otros funcionarios de gobierno muy cercanos al Episcopado. Dentro de los partidos políticos ocurre lo mismo, porque son financiados principalmente por las grandes empresas. Además, la cultura católica (…)
(Este artículo se publicó completo en la edición Nº 668 de “Punto Final”, 8 de agosto, 2008. Suscríbase a Punto Final)

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