jueves, 28 de febrero de 2013

Adios, Benedicto XVI. Un balance.

(Blog de Xabier Pikaza).
Ocho años ha sido Papa, ocho años casi lleva este blog, y en ellos he presentado y comentado unas doscientas veces su figura: Su vida y proyección, sus encíclicas y libros, sus iniciativas y viajes, sus aportaciones y luchas, sus posibles sombras y sus buenos deseos.
Voy a echarle mucho de menos, ahora que se va. Y así le digo con el corazón "queda con Dios", hermano Benedicto, con Dios quede tu trabajo al servicio de la Iglesia, y que él te lo premie, pues nosotros premiamos poco (y quizá menos algunos de los que ahora te aplauden).
Ya no me ocuparé del Papa Benedicto en este blog, aunque hay un par de cosas de su vida de las que volveré a tratar, pasado un tiempo, si Dios quiere. Hoy quiero cerrar con cariño, e incluso con agradecimiento, mis reflexiones más frecuentes sobre su figura, y lo haré retomando en parte una entrevista.
Gracias a mis lectores por haberme aguantado tantas veces hablando sobre el Papa. Ésta será quizá la última..., aunque, como he dicho, podré añadir algún detalle más personal, cuando pase un tiempo, si Dios quiere). El texto conserva la forma de entrevista; verá el lector que me he tomado la libertad de añadir textos en forma de cita.
La imagen… tiene algo de melancolía, algo de humor. Feliz jubilación, J. Ratzinger, el Ratzinger que muchos conocimos el año 1968 cuando era brillante profesor.
Pregunta 1.- Papa y Teología. ¿Qué posición ocupa la teología de Joseph Ratzinger dentro del marco teológico de los últimos cincuenta años? ¿Cuál es su originalidad e importancia?
Contesto retomando algunas aportaciones de mi postal de ayer. Antes que obispo, cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe y Papa (Benedicto XVI), Joseph Ratzinger ha sido y sigue siendo un teólogo, profesor Freising y Bonn, Catedrático en Münster, Tübingen y Ratisbona. Entre sus obras antiguas más significativa, traducidas al castellano, están
El Dios de la fe y el Dios de los filósofos, Taurus, Madrid 1962
Dios como problema, Cristiandad, Madrid 1973
Escatología, Herder, Barcelona 1980
El Dios de Jesucristo, Sígueme, Salamanca 1980.

Sus dos aportaciones más significativa han sido y siguen siendo
El nuevo pueblo de Dios. Esquemas de eclesiología (1969), Herder, Barcelona 1972
Introducción al Cristianismo (1968), Sígueme, Salamanca 1979

2.- ¿Cambio en su vida? En ocasiones se habla de un Ratzinger reformista y posteriormente de otro conservador. En su opinión es ello así. ¿En qué y cómo evoluciona el pensamiento teológico de Ratzinger?
Ratzinger fue un teólogo del Concilio Vaticano II, uno de los más jóvenes e influyentes, y colaboró de un modo especial con K. Rahner. Pero después tomó una postura que parece más conservadora o quizá restauradora, como si tuviera miedo de algunas consecuencias que pudieran derivarse del mismo Concilio. Suele pasar. Pienso que su reacción fue sana, como sucede con un péndulo, que va de un lado a otro, siempre que se contrapese con el otro lado… Pero algunos dicen que el péndulo de Ratzinger quedó fijo en un lado.
3.- Papa e Iglesia. Importancia de la eclesiología en Ratzinger. ¿Cómo piensa la Iglesia el Papa?
Es muy difícil responder a esta pregunta, teniendo en cuenta, sobre todo, las afirmaciones de joven Ratzinger en su libro El nuevo pueblo de Dios. Esquemas de eclesiología, Herder, Barcelona 1972 (original alemán del año 1969), tal como lo resumió mi amigo J. M. González Ruíz, en Carta Abierta al Cardenal Ratzinger: Misión Abierta 2 (1987) 106-120. En esa carta se recogen algunas afirmaciones esenciales del libro de Ratzinger sobre la iglesia y su función litúrgica, que aquí recojo:
“Mientras en Oriente se afianzaba cada vez más la autonomía de las comunidades particulares –el elemento vertical– y se relegaba a segundo término la conexión horizontal de las iglesias particulares dentro del conjunto de la colegialidad, en Occidente se desarrolló con tan fuerte predominio la “monarquía” papal, que quedó casi completamente olvidada la autonomía de las iglesias particulares, que fueron absorbidas, por así decirlo, en la iglesia romana (por obra principalmente de la liturgia uniforme de Roma)” (p. 133).
“Así, pues, la infalibilidad es por de pronto propia de toda la iglesia. Hay algo así como una infalibilidad de la fe en la Iglesia universal, en virtud de la cual esta Iglesia no puede caer nunca totalmente en el error. Ésta es la participación de los laicos en la infalibilidad: que a esta participación le convenga, a veces, una significación sumamente activa, se demostró en la crisis arriana, en que temporalmente la jerarquía entera parecía haber caído en las tendencias arrianizantes de mediación, y sólo la infalible actitud de los fieles aseguró la victoria de la fe nicena…, porque la fe no es privilegio de los jerarcas, sino de toda la esposa de Cristo, y la Iglesia entera es la presencia viva de la palabra divina y, por tanto, no puede nunca descarriarse como iglesia universal” (pp.168).
“¿Quién podría poner en duda que también hoy se da en la Iglesia el peligro del fariseísmo y del qumranismo? ¿No ha intentado efectivamente la Iglesia, en el movimiento que se hizo particularmente claro desde Pío IX, salirse del mundo para construirse su propio mundillo aparte, quitándose así en gran parte la posibilidad de ser sal de la tierra y luz del mundo? El amurallamiento del propio mundillo, que ya ha durado bastante, no puede salvar a la Iglesia, ni conviene a una Iglesia cuyo Señor murió fuera de las puertas de la ciudad como recalca la carta a los Hebreos, para añadir:
“Salgamos, pues, hacia él delante del campamento y llevemos con él su ignominia” (Heb 13, 12 s). “Afuera”, delante de las puertas custodiadas de la ciudad y del santuario, está el lugar de la Iglesia que quiera seguir al Señor crucificado. No puede caber duda de lo que, partiendo de aquí, podrá decirse de los bien intencionados esfuerzos de quienes tratan de salvar a la Iglesia salvando la mayor parte posible de tradiciones; de quienes a cada devoción que desaparece, a cada proposición de boca papal que se pone en tela de juicio barruntan la destrucción de la Iglesia y no se preguntan ya si lo así defendido puede resistir ante las exigencias de verdad y de veracidad. En lugar de hacerse esta pregunta nos gritan: ¡No demoláis lo que está construido; no destruyáis lo que tenemos; defended lo que se nos ha dado!... ¿Es que no se enfrentan, en cierto grado, también entre nosotros, el relativismo de una ciencia de las religiones que corresponde a la inteligencia, pero deja vacíos los corazones, y el estrecho ghetto de una ortodoxia, que a menudo no sospecha lo ineficaz que es entre los hombres y que, en todo caso, se hace a sí misma tanto más ineficaz cuanto con mayor obsesión defiende su propia causa? Es evidente que así no puede realizarse la renovación de la iglesia. El intento falló ya en el celoso Pablo IV, que quiso anular el concilio de Trento y renovar la iglesia con el fanatismo de un zelota” (pp. 307-310).
“No es azar que los grandes santos no sólo tuvieron que luchar con el mundo, sino también con la iglesia, con la tentación de la Iglesia a hacerse mundo, y bajo la Iglesia y en la Iglesia tuvieron que sufrir; un Francisco de Asís, un Ignacio de Loyola, que, en su tercera prisión durante veintidós días en Salamanca, aherrojado entre cadenas con su compañero Calixto, permaneció en la cárcel de la Inquisición, y todavía le quedaba alegría y fe confiada para decir: “No hay en toda salamanca tantos grillos y esposas, que yo no pida más aún por amor de Dios”. No cedió un ápice de su misión, ni tampoco de su obediencia a la Iglesia… Sin embargo, la verdadera obediencia no es la obediencia de los aduladores (los que son calificados por los auténticos profetas del AT de “profetas embusteros”), que evitan todo choque y ponen su intangible comodidad por encima de todas las cosas… Lo que necesita la Iglesia de hoy (y de todos los tiempos) no son panegiristas de lo existente, sino hombres en quienes la humildad y la obediencia no sean menores que la pasión por la verdad; hombres que den testimonio a despecho de todo desconocimiento y ataque; hombres, en una palabra, que amen a la Iglesia más que a la comodidad e intangibilidad de su propio destino” (pp. 290-295).
“La palabra Primatus (proteía) aparece, en cuanto se me alcanza, en el canon seis del concilio de Nicea, donde curiosamente está en plural y no describe sólo la función de Roma, sino al mismo tiempo la de Alejandría y Antioquía, no expresando, por tanto, un problema referido exclusivamente a la sede romana” (pp. 138-146).“Roma, sede eminentísima del imperio, obtuvo la primacía, de suerte que se llamó primera sede y a ella apelaron todas las demás en las disciplinas eclesiásticas, y lo que no se comprende en reglas fijas quedó sometido a su juicio. Sin embargo, el romano pontífice no se llamó príncipe de los obispos ni sumo sacerdote ni cosa por el estilo, sino sólo obispo de la primera sede. En una palabra, en todo este problema de las relaciones entre primado papal y episcopado, “a lo que debe más bien aspirarse es a la pluralidad en la unidad y a la unidad en la pluralidad…” (pp. 159 ss)
Posiblemente, el Papa Benedicto XVI sigue aceptando básicamente esas palabras, que escribió siendo teólogo, cuando tenía cuarenta y dos años. Pero como Prefecto de la Congregación y Papa las ha interpretado de otra forma, no sólo porque ha cambiado su pensamiento (cosa normal), sino porque ha cambiado su función y puesto en la Iglesia. Pienso que su práctica eclesial no ha recogido el sentido y orientación de su primera eclesiología.
4.- Papa e Islam. El Papa de la Razón y el Logos. En una época marcada por el relativismo, el Papa defiende la importancia central de la Verdad y el Logos. Ya en su primera homilía como Papa defiende que el mundo es racional y tiene un sentido. Sin embargo, algunos de sus críticos afirma que la racionalidad que defiende BXVI es específicamente griega y que desconoce - o desprecia - otros marcos conceptuales, ya sea religioso/culturales como filosóficos. En su opinión, ¿es esto así? Por otro lado, ¿qué relación (conflictiva o no) mantiene Ratzinger con la modernidad?
Estas son unas cuestiones y preguntas muy complejas. Ciertamente, conforme la visión que está en el fondo de su famoso discurso de Ratisbona (12, septiembre 2006), se pueden afirmar algunas cosas.
(a) El Papa confía en la razón occidental (griega) y la toma, de algún modo, como referencia universal, como si formara parte de los “preambula fidei”. Eso le hace desconfiar de otros acercamientos que, a su juicio, serían menos racionales.
(b) El Papa parece rechazar los diversos “juegos de la razón”, es decir, los diversos modelos de racionalidad que formuló hace tiempo Wittgenstein hablar de los diferentes juegos/modelos de lenguaje y racionalidad. A los ojos del Papa habría una racionalidad modélica (que sería la occidental).
(c) Esa racionalidad habría sido formulada por los filósofos y teólogos medievales, en un camino que ha culminado en la buena Ilustración; por eso, la post-ilustración, que implicaría una dispersión (Zersplitterung) de razones estaría equivocada.
(d) Las religiones orientales correrían el riesgo de caer en vacío, más allá de la racionalidad.
(e) Por su parte, el Islam, que no ha realizado el camino racional de Occidente, correría el riesgo de un irracionalismo fanático.
Son muchos los que fijan así las relaciones del Papa Benedicto XVI con la racionalidad. Pero no estoy seguro de que ésta sea una buena presentación de su postura. Por eso, prefiero interpretar al mismo Papa a la luz de lo que dijo J. Ratzinger, en su mejor libro (Introducción al cristianismo), al ocuparse de la pluralidad racional que está inscrita en el discurso (o confesión) sobre la fe trinitaria de la Iglesia:
«La fe cristiana profesa que Dios, la inteligencia creadora, es persona, conocimiento, palabra y amor. Con todo, la profesión de fe en Dios como persona incluye necesariamente la confesión de fe en Dios como relación, como comunicabilidad, como fecundidad»
«El hallazgo de un diálogo en el ser íntimo de Dios nos lleva a admitir en Dios un yo y un tú, un elemento de relación, de diferencia y de afinidad. Por su forma, el concepto «persona» parece apto para expresar tal elemento; con esto el concepto, superando su significado teatral y literario, profundizó más en la realidad sin perder lo fluctuante que lo adaptaba a tal uso. Al observar que Dios considerado absolutamente es uno, y que sin embargo en él se da también en fenómeno de lo dialógico, de la distinción y de la relación del diálogo, la categoría de la relación adquiere en el pensamiento cristiano un significado completamente nuevo; Aristóteles la coloca entre los «accidentes», entre los efectos accidentales del ser, separables de la sustancia; forma de lo real que soporta todo. Al darnos cuenta de que Dios es dialógico, de que Dios no sólo es Logos, sino «diálogo», no sólo idea e inteligencia, sino diálogo y palabra unidos en el que habla, queda superada la antigua división de la realidad en sustancia (lo auténtico), y accidentes (lo puramente casual). Es pues claro, que junto con la sustancia están el diálogo y la relación como forma igualmente original del ser».
«… al querer hablar de Dios en la categoría de trinidad lo que hacemos no es multiplicar la sustancia, sino afirmar que en Dios uno e indivisible se da el fenómeno del diálogo, de la unión de la palabra y el amor. Esto significa que las «tres Personas» que hay en Dios son la realidad de la palabra y el amor en su más íntima dirección a los demás. No son sustancias o personalidades en el moderno sentido de la palabra, sino relación cuya actualidad pura («paquetes de ondas») no elimina la unidad de la esencia superior, sino que la constituye... En esas palabras se oculta la imagen revolucionaria del mundo: el omnímodo dominio del pensar sustancial queda destruido; la relación se concibe como una forma primigenia de lo real, del mismo rango que la sustancia; con esto se nos revela un nuevo plano del ser. Probablemente pueda afirmarse que el cometido del pensar filosófico originado por estas observaciones no se ha realizado todavía lo suficiente; el pensar moderno depende en gran parte de las posibilidades aquí mencionadas, sin ellas no podría siquiera concebirse» (Introducción al cristianismo, cap 7)
Siguiendo en esa línea de la Introducción al Cristianismo (original alemán del año 1967), pueden relativizarse y toman un sentido distinto muchas afirmaciones del Papa Benedicto XVI
5.- Papa y política. ¿Cuáles cree usted que son los temas centrales de este papado?
Pienso que la propuesta central de Benedicto XVI se contiene en su encíclica Caritas in Veritate (2009), donde expone y despliega su visión del orden mundial, que debería estar regido por una autoridad mundial, que sería, de algún modo, el complemente de la Iglesia Católica, entendida como autoridad mundial en línea religiosa:
«Ante el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la Arquitectura Económica y Financiera Internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones. Y se siente la urgencia de encontrar formas innovadoras para poner en práctica el principio de la responsabilidad de proteger y dar también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres… Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad Política Mundial… que deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y de solidaridad y estar ordenada a la realización del bien común comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad» (Caritas in Veritate 67).
Evidentemente, esa tarea del “oportuno desame integral” resulta no sólo positiva, sino necesaria y también parece conveniente el surgimiento de una “Autoridad Política Mundial” al servicio de la seguridad alimenticia y de la paz.
En ese sentido queremos empezar alabando calurosamente al Papa y alegrándonos mucho de su compromiso a favor de la paz, desde una perspectiva económica ejemplar, en línea de sistema. Pero quizá debamos añadir que su propuesta se sitúa en un plano de sistema de poder, y no de mesianismo evangélico.... Muchos pensamos que Benedicto XVI ha seguido presos en manos de un sistema de poder que no responde al Evangelio, que no puede transformar la sociedad.
Lógicamente, en este contexto (hablando en el nivel de las autoridades políticas), el Papa no puede apelar al Sermón de la Montaña, ni a las palabras centrales del mensaje de Jesús (no cita a Mc ni a Lc, ni los textos básicos de Mateo)... como debería hacer un Papa cristiano, de manera que parece más político de cristiano mesiánico.
Por eso, su propuesta, siendo muy sabia (quizá la mejor que se puede hacer desde un orden superior de política humanista), no responde a la exigencia originaria de Jesús, que no dictó lecciones para los gobernantes y los ricos del sistema, sino que abrió un camino de solidaridad sanadora y de paz desde lo pobres.
Lo que dice Benedicto XVI es, en el fondo, lo que deseaban J. Habermas y los mejores neo-ilustrados. Pero debe añadir que, quizá, la enseñanza y función de Papa debe situarse en un plano diferente. Jesús no quiso cambiar el Estado y la economía mundial, sino a las personas concretas, no en línea de sistema (mejorando lo que entonces sería el Imperio Romano), sino oponiéndose al sistema (y por eso le mataron).
Parece que Benedicto XVI busca el surgimiento de una buena Autoridad Mundial, a través de unas Naciones Unidas verdaderamente eficaces. Pues bien, en el mejor de los casos, a la luz del evangelio, podríamos decir que con el surgimiento de ese Super-Estado Mundial desaparecerían los ejércitos nacionales (convertidos en meras policías regionales), pero no habría llegado el verdadero desarme, sino que podría surgir un tipo de imposición y dictadura político-militar más alta (como pudo haber sucedido en el Imperio Romano, cuando la el Ejército/Policía pretoriana tomó de hecho el poder).
Ciertamente, reconozco el valor de la propuesta admirable del Papa, con su esfuerzo por regular el poder/economía, poniéndolo al servicio del despliegue de la humanidad. Pero en este momento de la historia, tengo miedo de los “poderes únicos”, vinculados al único ejército/mercado, pues en esa línea quisieran avanzar, de manera fatídica, el imperio nazi y el comunismo soviético.
Desde ese fondo, dentro de la lógica cristiana, que está presente en el judaísmo del libro de Daniel y en el judeo-cristianismo del Apocalipsis, creo que hay que poner de relieve la exigencia de una insumisión creadora, al servicio de unas formas inmediatas (personales) de comunicación y de libertad.
En esa línea, sin rechazar la dinámica que lleva a la creación de un gran Estado/Economía Mundial, con el desarme de los ejércitos menores (en una perspectiva que podría compararse a la del Imperio Romano en el Apocalipsis), quisiera que Benedicto XVI hubiera destacado mucho más el ideal y las implicaciones de una verdadera “desobediencia civil y militar”, en el plano de la insumisión y de la objeción de conciencia (en la línea abierta por el Vaticano II en la Gaudium et Spes), desde la raíz del cristianismo, como puso de relieve con lucidez extraordinaria el Apocalipsis, al proponer una desobediencia masiva de los cristianos, frente al sistema económico/militar de Roma.
Da la impresión de que Benedicto XVI (con una parte considerable de la jerarquía católica) sigue más en la línea de una “cristianización del Imperio Romano”, que se expresaría en forma de “mejora” del Sistema) que en la línea de la conversión radical y del rechazo mesiánico, es decir, de la “gran desobediencia” de Jesús (cf. Mc 1, 14-15) y del Apocalipsis, (cf. 13, 9-10), no para destruir con armas al imperio, sino para construir sin armas un tipo de humanidad y economía alternativa. Quizá tienen miedo a la desobediencia y al rechazo del orden establecido, por lo que eso puede implicar en un plano civil y religioso.
Ese miedo al rechazo del “orden establecido” (aunque sea violento e injusto) está en la línea del temor que nos sigue paralizando a nosotros ante la injusticia del gran sistema mundial (con miles y miles de muertos de hambre cada día). Un miedo menor, pero ciertamente grande, paraliza a muchos católicos actuales, que no se atreven a tomar una opción responsable en un línea de libertad, buscando formas de convivencia/economía alternativa ante el riesgo de un sistema total como el que parece defender todavía Benedicto XVI, cuando la reforma de las Naciones Unidas de los representantes del Mercado mundial, con pleno poder económico/militar para realizar así, desde arriba (desde el poder) las reformas necesarias.
En un sentido, en plano de poder, lo que dice Benedicto XVI es muy valioso. Pero somos muchos los que pensamos que, en la actualidad, desde el movimiento de Jesús, tomado como base y principio de actuación, en el mundo de la vida, empieza a ser necesaria una “santa desobediencia”, es decir, una “huelga” desde abajo, en línea de insumisión económico/militar, como aquí estoy proponiendo. No voy en contra de un cambio en las Naciones Unidas (¡creo que es necesario!). Pero, al mismo tiempo, tengo miedo de ese cambio, si se realiza en línea de Poder, pues podría llevarnos a nuevas dictaduras (a más de lo mismo, en formas más sutiles).
6.- Papa y problemas de Iglesia. ¿Cuáles crees que han sido los problemas fundamentales con los que se ha tenido que enfrentar BXVI?
Es curioso. Vino como teólogo, con la fama de que arreglaría los problemas doctrinales de la Iglesia, y se va como un “Papa cocinero” que ha debido enfrentarse con más o menos éxito con problemas muy materiales, como si pasado de la alta ortodoxia a la baja ortopraxia. Éstos son, a mi juicio, los problemas que han afectado más a su Pontificado:
1. Tema Maciel, el engaño de algunos eclesiásticos. El Papa ha debido enfrentarse al enigma de algunos hombres enfermos (no atrevo a decir perversos) que se han aprovechado de la Iglesia, entre ellos Marcial Maciel. Le han hecho sufrir, han humillado a la Iglesia.
2. Tema pederastia de una parte del clero… El problema no lo ha inventado BXVI, sino todo lo contrario… Quizá él venía de las alturas de la alta teología, y descubrió que el problema de la Iglesia no eran los posibles teólogos rebeldes, sino eclesiásticos y personas que se aprovechan de su puesto para utilizar a los demás.
3. Tema dinero… No sé si el Papa entiende de dinero, pero ha tenido que enfrentarse con la Banca Vaticana (IOR), que es una cosa pequeña, pero que le ha dado grandes disgustos. Sin una transparencia económica total no se puede hablar de Iglesia.
4. Las intrigas del Vaticano. El tema es evidente. Allí donde hay unos miles de personas ocupadas en una administración de “poder eclesiástico” surgen los problemas… Los enfrentamientos de la Curia, expresados en el Vati-Leaks son quizá pequeños, menores (de patio de verduleras…), pero es evidente que han hundido la moral del Papa.
5. Los lefebrianos… Éste es un tema que, si no fuera serio, sería de comedia… Se han reído de él, sí, los lefebrianos, a los que BXVI ha querido ofrecer el gran redil de la Iglesia Católica. Para eso les ha ofrecido todo lo que se puede ofrecer, el oro y el moro: Una reforma litúrgica a su estilo, unas prelaturas personales… Pero nada, se han reído de él. Pobre BXVI. Ha visto que quizá sus mayores enemigos no son los de fuera, por así decirlo, con la teología de la liberación, sino dentro… en una iglesia dividida.
6. Tema de la secularización… El Vaticano va en una línea, el mundo en otra… El Papa que es muy inteligente se ha dado cuenta, y ha visto que sus esfuerzos, algunos en la línea de JP II (Jornadas de la Juventud etc…) no daban fruto.
Éstos son los temas principales de su papado... Quizá hay otros, como el de la liturgia, que algunos quieren que vuelva a un pasado que nunca ha existido de la forma en que los quieren los tradicionalistas... Quizá está el tema del Único Catecismo, con el único Derecho Canónico... Y está en el fondo el tema del Vaticano con institución enigmática que difícilmente concuerda con el evangelio...
7. ¿Crees que el Papa tiene culpa de esos problemas? ¿Qué otra cosa podía haber hecho?
Evidentemente que el Papa no tenía ni tiene la culpa. Él ha hecho lo que ha podido, que, a mi juicio, es más que lo que muchos habíamos esperado, a partir de su trayectoria como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe.
En mi opinión, Benedicto XVI ha hecho mucho, evidentemente en su línea. Ha querido ser Padre, ha querido dialogar… Pero, claro, ha seguido imponiendo (o promoviendo) desde el Vaticano un tipo de Iglesia, con un orden y estructura que vienen de siglos. Quizá no ha podido volver a las raíces del evangelio….
Ha abierto caminos, con sus libros sobre Jesús, con su forma de querer atajar las corrupciones de la Curia y del conjunto del Clero… Ha hecho lo que ha sabido y podido, y le estoy muy agradecido por ellos.
8. En fin ¿Por qué ha dimitido?
No lo sé. Quiero creerle: Ha dimitido porque se siente mayor, desgastado. Ha dimitido por es normal dimitir, dejar un puesto así. Lo ordinario es renunciar, no permanecer en el puesto. Lo ha hecho, y creo que con esto ha rendido un gran bien a la Iglesia, aunque los grandes problemas con los que se encontró al entrar en el Vaticano como Papa siguen pendiente.
9. Y tú ¿Qué piensas de todo esto? ¿Cómo piensas responder?
Yo tengo poco que decir... Pero si quieres puede responder diciéndote que puedo aportar mi pequeño camino, siendo cristiano y católico… Ofreciendo mi pequeña aportación a la marcha de la Iglesia, en libertad, escribiendo las cosas que sé, abriendo pequeños espacios de diálogo, con mis libros y mis aportaciones en medios de comunicación social, con mucho amor concreto a la Iglesia, incluso al Papa.
10. ¿Dices amor?
Evidentemente que digo amor. Porque esto de la Iglesia y del Papado es un tema de Amor. Soy cristiano porque me siento amado por Jesús. Soy católico porque quiero ser cristiano con toda la Iglesia, con mi comunidad concreta, con mi familia… con el párroco de mi pueblo y con el obispo de mi diócesis… Y con el Papa.
Sí, digo amor… y humor y alegría. Porque esto de la Iglesia es un tema de gozo, de felicidad, o no es un tema cristiano. Por eso quiero ser feliz, con este Papa (lo que le queda de tiempo, que es poquísimo ya) y con el próximo.
11. Y ¿qué le pedirías al nuevo Papa?
Por ahora... Bueno, si te parece dejamos la conversación. Creo que ya hemos hablado un rato. ¿Qué te parece si dejamos el tema para otro día? Toma las citas de los libros que te he prometido… Por hoy creo que es bastante…
Buen día a ti… y buena tarde al Papa, hoy 27 del II del 2013… y sobretodo mañana, el 28, días de su renuncia. Que el Espíritu del Señor le llene de júbilo y de felicidad.

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