viernes, 20 de septiembre de 2013

Esclavitud en el siglo XXI.

Relataba hace unos dias el Periodico Levante-Emv de Valencia Esapaña, la siguiente noticia: " Els «collidors» están cobrando 10 euros diarios por jornadas que podían llegar hasta las 12 horas. Sin coger la calculadora, estas personas „aunque algunos las traten como animales„ para sacarse 300 euros deberían trabajar todo un mes sin descansar ni un día. Si han de pagar una hipoteca o un alquiler no hará falta que les diga que el irrisorio sueldo ya se les va. Es decir, que a partir de ahí ya ni comen ni visten. O sea, ni viven. Semanas antes, Levante-EMV también publicaba que 8 de cada diez contratos que se firmaban eran por horas. Y un conocido con el título de ingeniero en el bolsillo tenía una tentadora oferta de 300 euros mensuales para trabajar de lo que había estudiado. Ahora comprendo la razón por la que la gente no percibe los triunfalistas mensajes del Gobierno. Contes salarios no se crean puestos de trabajo, se reparte la miseria y surgen de nuevo los esclavos. Y con unas cadenas peores que las físicas".
Oficialmente abolida, la esclavitud sigue siendo una lacerante realidad para millones de personas. De los diversos tipos que nos encontramos ante una indiferencia acomodaticia, la de la trata de personas es la más extendida.
Captadas, cuando no secuestradas, por mafias, en ocasiones con la pasividad de las autoridades locales, sus víctimas (niños incluidos) malviven también a nuestro lado, en las geografías de los países desarrollados, adonde las ha traído el afán desmedido de dinero de sus captores y los egoísmos personales de quienes las cosifican.
Algunos países tiene legislaciones que persiguen su práctica. Al menos en el papel. A la hora de la verdad, hacen la vista gorda. Por ello, la Iglesia ha de persistir en su labor de ir al encuentro de esas víctimas para ofrecerles una salida a su situación, sin olvidar la denuncia enérgica de quienes las han llevado a ella, y de quienes lo han tolerado.
Recientemente en una entrevista a Cleofé Rodríguez: “Ya hay muchas leyes contra la trata; otra cosa es que se cumplan”, Religiosa oblata responsable del Proyecto Vagalume, nos decía.
Cleofé Rodríguez, Religiosa oblata responsable del Proyecto Vagalume trata de personas Santiago de Compostela
JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO | “Acompañamiento” es la palabra que más repite la hermana Cleofé Rodríguez. “Me refiero a un proceso de recuperación personal”, dice esta religiosa que desde hace nueve años es responsable del Proyecto Vagalume, una iniciativa en favor de las mujeres víctimas de trata de seres humanos en Santiago de Compostela, llevado a cabo por las oblatas –congregación a la que pertenece– y Cáritas Diocesana. Anteriormente trabajó en Cádiz con mujeres y menores en situación vulnerable. A sus 64 años, cuenta con una larga trayectoria de ayuda a estas personas en varios lugares de España.
- ¿Qué hace una religiosa como usted, que entra en un club de carretera o en un piso de prostitución como si tal cosa?
- Si queremos ayudar a estas mujeres, es el primer paso: encontrarse con ellas en los lugares donde ejercen la prostitución, conocer la realidad, escuchar mucho, hacer que sepan que hay personas que se preocupan por ellas y ganarnos su confianza. Casi todas ellas son extranjeras, viven muy aisladas y desconocen que existen oportunidades para que puedan salir de la realidad en la que se encuentran. Es nuestro carisma. Los dos fundadores de las Oblatas del Santísimo Redentor, en el siglo XIX, querían un grupo de religiosas que se dedicara a ayudar a mujeres explotadas en contextos de prostitución.
- ¿Qué ofrecen ustedes a una mujer que sufre esta explotación sexual?
- Tenemos un centro de día con varios servicios: asesoría jurídica, atención psicológica, acompañamiento socio-sanitario, cursos formativos… Aquí pueden iniciar un proceso en el que recuperen su autoestima y puedan decidir por ellas mismas. También tenemos un piso de acogida, un espacio de recuperación personal en donde llevar a cabo su proyecto de vida, bien quedándose en España con un trabajo, o bien regresando a su país de origen. Otro de nuestros programas es de apoyo psico-familiar, y está dirigido a las que ya han salido de esta situación y tienen hijos, bien porque han conseguido la reagrupación familiar o porque han tenido a los niños aquí.
“Si no existieran los clientes se acabaría el negocio.
¿Qué educación en igualdad de género y en
sexualidad responsable tenemos en España?”.
- El papa Francisco se refirió recientemente a esta situación como “la peor esclavitud del siglo XXI”…
- Esclava es la persona que no tiene posibilidad de elegir en su vida. La falta de libertad de estas mujeres está en la explotación que sufren por parte de los que se enriquecen con el dinero que les hacen generar al ser utilizadas como objetos. Muchas de ellas han salido de sus lugares de origen engañadas, les han prometido que iban a salir de la pobreza y terminan en situaciones de aislamiento y con el peso de tener que pagar una deuda enorme. Para hacer que sean libres tenemos que hacer que conozcan sus derechos y que decidan por sí mismas.
- ¿Tendrían que cambiar las leyes para impedir esta explotación de seres humanos?
- Ya hay muchas leyes escritas, otra cosa es que se cumplan o no. En España, la última reforma que se hizo del Código Penal tipifica la trata de personas como un delito, pero los clubes de carretera están abiertos con todos los permisos legales. Otro problema es que la mayor parte de las mujeres víctimas de esta explotación con frecuencia tienen miedo a denunciar. Aquí pueden ser testigos protegidos, pero en su país de origen probablemente no se les pueda garantizar una protección suficiente. Además, hay que tener en cuenta que en esa cadena de explotación hay muchas personas, por desgracia incluso a menudo algunos de sus propios familiares. Si a esto sumamos que muchas de estas mujeres no se consideran ellas mismas víctimas, sino deudoras, nos explicamos que haya pocas denuncias.
- ¿Por qué prospera tanto este turbio negocio en España?
- Porque hay una enorme demanda de prostitución. Si no existieran los clientes que quieren utilizar a las mujeres como objetos se acabaría el negocio. Ante este hecho uno se pregunta: ¿qué educación en igualdad de género y en sexualidad responsable tenemos en España?
En el nº 2.843 de Vida Nueva.

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