viernes, 20 de septiembre de 2013

Las reformas del Papa Francisco ya están sobre la mesa.

Las reformas de Francisco ya están sobre la mesa.

papa Francisco mirando el reloj
EDITORIAL VIDA NUEVA | En estos días han proliferado los análisis sobre los seis meses del inicio del pontificado de Francisco. Las encuestas más recientes, como las elaboradas en Italia o en los Estados Unidos, nos hablan de que cuenta con el apoyo mayoritario de la opinión pública. Desde su elección –marcada desde el primer instante por una serie de gestos y palabras de gran calado–, la empatía con aquel hombre llegado desde el fin del mundo ha ido en aumento. Y parece que esa corriente –de la que participa también en buena parte la prensa– aún no ha tocado techo.
Sin embargo, tras este medio año del llamado “efecto Francisco”, algunos empiezan a removerse intranquilos. Unos, porque les parece que los cambios necesarios para la renovación de la Iglesia van demasiado lentos; otros, más reacios a estos cambios, más temerosos a caerse de ellos, porque no acaban de verle la sustancia a lo que dice y hace este hombre.
En uno y otro caso, quizás se trate de un problema de expectativas porque, como ya hemos dicho desde estas mismas páginas, lo que quiere Francisco, lo ha dicho ya por activa y por pasiva. Ahí están sus discursos en la JMJ de Río; su audiencia a los nuncios, donde les invitó a poner ojo para descubrir en los candidatos al ministerio episcopal a los que tengan más mentalidad de pastores que de príncipes; a los sacerdotes en la misa de Jueves Santo o, más recientemente, en el encuentro con el clero de Roma, donde les pidió estar en guardia contra la “mundanidad espiritual”, desechar las ambiciones carreristas o ser más pastores, llenos de misericordia y tensión por los signos de los tiempos, que funcionarios o “clérigos de Estado”.
También les lanzó interpeladoras consignas a los laicos, muy claras en los jóvenes, y esperanzadoras a las mujeres, de quienes dijo que la Iglesia no puede prescindir y de las que hay que ocuparse más.
Todas las reformas y expectativas no servirán
de mucho si no se dan antes otros cambios
a los que igualmente nos han convocado
de manera reiterada: la conversión pastoral y personal.
Y esas no necesitan fecha en el calendario.
No está del todo mal para 180 días. En todo caso, los impacientes de todo signo empezarán a ver alguna plasmación concreta en hechos tras la reunión del Papa con su “consejo de la corona”, el grupo de ocho cardenales nombrado por él pocos días después de su elección para que le ayudase en el gobierno de la Iglesia y en las reforma organizativa de la Santa Sede.
Su primer encuentro oficial comienza el 1 de octubre. Durante tres días, sobre la mesa de trabajo estará la forma en que se impulse la colegialidad, la subsidiariedad, la redimensión de la Secretaría de Estado, la fusión de dicasterios y otros organismos vaticanos para impulsar sinergias, evitar duplicidades y podar ineficiencias.
Además de estas cuestiones, no se descarta que se revisen posturas sobre aspectos, hasta ahora intocables, como el de los católicos separados y vueltos a casar. Como dijo Francisco en una entrevista en Brasil: “Hay cosas que servían para el siglo pasado, hay cosas que servían para otras épocas o para otros puntos de vista y que ahora ya no sirven más y que hay que reacomodarlas”.
De cualquier manera, todas estas reformas, todas estas expectativas no servirán de mucho si no se dan antes otros cambios a los que igualmente nos han convocado de manera reiterada: la conversión pastoral y personal. Y esas sí que no necesitan de ninguna fecha en el calendario.
En el nº 2.863 de Vida Nueva. Del 21 al 27 de septiembre de 2013.

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