miércoles, 6 de noviembre de 2013

“Divirtámonos y disfrutemos de los placeres del mundo, que la vida es una sola y muy corta”.

¡Cuántas veces hemos escuchado a la gente decir: “Divirtámonos y disfrutemos de los placeres del mundo, que la vida es una sola y muy corta”! En lo personal, yo he escuchado este tipo de afirmaciones de labios, incluso, de gente muy bien educada y ambiciosa por conseguir muchos éxitos materiales y un alto nivel en la sociedad. La humanidad de hoy poco o nada se diferencia de aquella de los tiempos de Jesús, y aunque nuestra ciencia y tecnología son abismalmente enormes comparados con los que hubo en siglos anteriores, el hombre, su carácter, y sus valores, son esencialmente los mismos. Su amor al dinero, su búsqueda de placeres insanos, su ansía por tener poder, y su anhelo desmedido por el reconocimiento y la fama, son los mismos y no han cambiado en nada. Las clases sociales, los poderosos, los homosexuales, las prostitutas, los delincuentes, los enajenados, los traficantes, los evasores de impuestos, etc, siempre existieron, existen, y existirán hasta que venga nuestro Señor. También hubo ateos y agnósticos en los tiempos de Jesús, así como hubo creyentes piadosos que estuvieron dispuestos a dejarlo todo por su fe.
Cuando Jesús nació en este mundo, y se hizo hombre maduro, él mismo se encontró con gente que prefería seguir el rumbo de los paganos y su filosofía hedonista antes que seguirlo a él. En una ocasión, al hablar de la parábola del sembrador, él dijo: “Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mar. 4:18,19). En estos tiempos, como en todos los tiempos pasados, lo dicho acá por Jesús se hace patente cuando nosotros predicamos el evangelio y cierta gente nos oye con interés, y hasta se alegran por las buenas noticias que escuchan, pero luego se olvidan de lo que oyeron para ir tras el mundo, sus placeres, sus riquezas, y las codicias por cosas que no perduran para siempre. Estos, finalmente, se pierden en un mundo engañoso que pronto pasará y ellos quedarán en el olvido absoluto. …y no entendieron… Otros que nos escuchan no entienden nuestro evangelio salvador, y simplemente nos toman por locos o ilusos fanáticos, y se ríen de nuestra fe, como aquellos en los tiempos de Noé que se rieron de este hombre de fe y de su anuncio de una catástrofe inminente. Dice Jesús sobre esta gente de los tiempos de Noé, así: “Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre”. Para este tipo de gente se aplica este pasaje de la Escritura: “Porque son gente de perdidos consejos, Y no hay en ellos entendimiento” (Deut. 32:28). Del mismo modo, cuando Cristo vuelva a este mundo nuevamente para traer juicio sobre los impíos, aquellos que ahora no creen, creerán…pero será demasiado tarde para reconciliarse con el Creador. Simplemente temblarán de espanto y terminarán excluidos para siempre del reino milenario de Cristo, su Hijo.

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