martes, 25 de noviembre de 2014

Irak: los yihadistas destruyen con explosivos una iglesia y el monasterio de Nasir.

Ninguno de los horrores del pasado histórico, admite parangón posible con la barbarie que algunos medios nos están sirviendo a la opinión pública, perpetrados un día sí y otro también, por el islamismo radical. El considerar al extranjero “un hijo de Satanás”, eliminarlo sin más, si no acepta convertirse al Islam ; el matar a familias enteras por practicar otra religión; el decapitar a niños exponiendo en palos sus cabezas en Mosul; el fomentar el éxodo de millares de cristianos en busca de hogar, trabajo y subsistencia; el hacer esclavas sexuales a decenas de niñas secuestradas, violadas y desaparecidas; el arrasar iglesias y lugares de culto con fieles en su interior y luego quemar sus cuerpos con gasolina-fotos horripilantes solo publicadas en algunos medios- es de una maldad tan horrible, satánica e inaudita, que ni la mente más enfebrecida podría imaginar. El enemigo número uno, no solo de la religión cristiana, sino de la civilización actual occidental, no es otro que el Islam radical. Si cuanto antes no se erradica esta horrorosa plaga de fanatismo religioso en los sitios donde actúa, quizás sufriremos los civilizados occidentales, las consecuencias en nuestras propias carnes. Ojo al avasallador EI. 

Irak: los yihadistas destruyen con explosivos una iglesia y el monasterio de Nasir.

(EP) El grupo extremista ha destruido en los últimos meses múltiples lugares de culto de las comunidades chií, cristiana, sufí y yazidí, así como de cualquier otro grupo opuesto a su interpretación radical del Islam.
En 2003, la comunidad cristiana de Mosul tenía unos 35.000 fieles. En los once años siguientes al comienzo de la guerra, el número cayó trágicamente a alrededor de 3.000 y ahora quedan apenas dos decenas.
El patriarca de la Iglesia Católica Caldea, la principal iglesia del país, Louis Raphael Sako, aseguró en julio que los milicianos del Estado Islámico son peores que el líder mongol Genghis Khan y su nieto Hulagu, que redujeron a cenizas Bagdad.

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