«La fe cristiana no sólo es conocimiento para conservar en la memoria, sino verdad que hay que vivir en el amor».
(VIS) «La misericordia es el arquitrabe que sostiene la vida de la Iglesia: de hecho la primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo». Son las palabras con las que el Santo Padre ha abierto su discurso a los participantes en la asamblea plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe a quienes ha recibido esta mañana en audiencia en la Sala Clementina.
El Papa ha instado a continuación a todo el pueblo cristiano, sea a los pastores que a los fieles, a redescubrir en este Jubileo las obras de misericordia corporales y espirituales porque cuando, en el ocaso de la vida, se nos preguntará si hemos dado de comer al hambriento y de beber al sediento, también se nos preguntará «si hemos ayudado a las personas a salir de sus dudas, si nos hemos comprometido a acoger a los pecadores, advirtiéndolos o corrigiéndolos, si hemos sido capaces de luchar contra la ignorancia, especialmente la relativa a la fe cristiana y a la vida buena. Esta atención a las obras de misericordia es importante: no son una devoción. Es la forma concreta en que los cristianos deben aplicar el espíritu de misericordia...Tenemos que volver a enseñar a los fieles que son muy importantes».
«En la fe y en la caridad se produce una relación cognoscitiva y unificadora con el misterio del Amor, que es Dios mismo. Y sin dejar de ser Dios misterio en sí mismo, la misericordia efectiva de Dios se transformó en Jesús en misericordia afectiva, ya que se hizo hombre para la salvación de la humanidad. La tarea encomendada a vuestro dicasterio encuentra aquí su fundamento último y su justificación adecuada -subrayó Francisco- La fe cristiana no sólo es conocimiento para conservar en la memoria, sino verdad que hay que vivir en el amor. Por lo tanto, junto con la doctrina de la fe, también hay que custodiar la integridad de las costumbres sobre todo en los ámbitos más sensibles de la vida. La adhesión de fe a la persona de Cristo implica tanto el acto de la razón como la respuesta moral a su don. En este sentido, os doy las gracias por todo el esfuerzo y la responsabilidad con que tratáis los casos de abuso de menores por parte del clero».
«El cuidado de la integridad de la fe y de las costumbres es una tarea delicada y para cumplir bien esa misión es importante un compromiso colegial...Hace falta promover, en todos los niveles de la vida eclesial, una correcta sinodalidad», añadió el Papa, citando al respecto la reunión organizada por la Congregación con los representantes de las Comisiones Doctrinales de las Conferencias Episcopales de Europa, para abordar colegialmente algunos retos doctrinales y pastorales, contribuyendo así a suscitar en los fieles un «nuevo empuje misionero y una mayor apertura a la dimensión trascendente de la vida, sin la cual Europa corre el riesgo de perder el espíritu humanista que, no obstante, ama y defiende».
Otra aportación significativa de la Congregación a la renovación de la vida eclesial ha sido el estudio sobre la complementariedad entre los dones jerárquicos y carismáticos, llamados a colaborar en sinergia por el bien de la Iglesia y del mundo y cuya relación evoca su raíz trinitaria, el vínculo entre el Logos divino hecho carne y el Espíritu Santo, que es siempre un don del Padre y del Hijo.
«Sólo esa raíz, si es reconocida y aceptada con humildad -finalizó el Pontífice- permite que la Iglesia se renueve en cada tiempo...Unidad y pluralidad son el sello de una Iglesia que, movida por el Espíritu, sabe encaminarse con un paso seguro y fiel hacia las metas que el Señor Resucitado le indica en el curso de la historia. Aquí se puede ver cómo la dinámica sinodal, si se entiende correctamente, nace de la comunión y conduce hacia una comunión, cada vez más actuada, profundizada y dilatada, al servicio de la vida y de la misión del Pueblo de Dios».
El Papa ha instado a continuación a todo el pueblo cristiano, sea a los pastores que a los fieles, a redescubrir en este Jubileo las obras de misericordia corporales y espirituales porque cuando, en el ocaso de la vida, se nos preguntará si hemos dado de comer al hambriento y de beber al sediento, también se nos preguntará «si hemos ayudado a las personas a salir de sus dudas, si nos hemos comprometido a acoger a los pecadores, advirtiéndolos o corrigiéndolos, si hemos sido capaces de luchar contra la ignorancia, especialmente la relativa a la fe cristiana y a la vida buena. Esta atención a las obras de misericordia es importante: no son una devoción. Es la forma concreta en que los cristianos deben aplicar el espíritu de misericordia...Tenemos que volver a enseñar a los fieles que son muy importantes».
«En la fe y en la caridad se produce una relación cognoscitiva y unificadora con el misterio del Amor, que es Dios mismo. Y sin dejar de ser Dios misterio en sí mismo, la misericordia efectiva de Dios se transformó en Jesús en misericordia afectiva, ya que se hizo hombre para la salvación de la humanidad. La tarea encomendada a vuestro dicasterio encuentra aquí su fundamento último y su justificación adecuada -subrayó Francisco- La fe cristiana no sólo es conocimiento para conservar en la memoria, sino verdad que hay que vivir en el amor. Por lo tanto, junto con la doctrina de la fe, también hay que custodiar la integridad de las costumbres sobre todo en los ámbitos más sensibles de la vida. La adhesión de fe a la persona de Cristo implica tanto el acto de la razón como la respuesta moral a su don. En este sentido, os doy las gracias por todo el esfuerzo y la responsabilidad con que tratáis los casos de abuso de menores por parte del clero».
«El cuidado de la integridad de la fe y de las costumbres es una tarea delicada y para cumplir bien esa misión es importante un compromiso colegial...Hace falta promover, en todos los niveles de la vida eclesial, una correcta sinodalidad», añadió el Papa, citando al respecto la reunión organizada por la Congregación con los representantes de las Comisiones Doctrinales de las Conferencias Episcopales de Europa, para abordar colegialmente algunos retos doctrinales y pastorales, contribuyendo así a suscitar en los fieles un «nuevo empuje misionero y una mayor apertura a la dimensión trascendente de la vida, sin la cual Europa corre el riesgo de perder el espíritu humanista que, no obstante, ama y defiende».
Otra aportación significativa de la Congregación a la renovación de la vida eclesial ha sido el estudio sobre la complementariedad entre los dones jerárquicos y carismáticos, llamados a colaborar en sinergia por el bien de la Iglesia y del mundo y cuya relación evoca su raíz trinitaria, el vínculo entre el Logos divino hecho carne y el Espíritu Santo, que es siempre un don del Padre y del Hijo.
«Sólo esa raíz, si es reconocida y aceptada con humildad -finalizó el Pontífice- permite que la Iglesia se renueve en cada tiempo...Unidad y pluralidad son el sello de una Iglesia que, movida por el Espíritu, sabe encaminarse con un paso seguro y fiel hacia las metas que el Señor Resucitado le indica en el curso de la historia. Aquí se puede ver cómo la dinámica sinodal, si se entiende correctamente, nace de la comunión y conduce hacia una comunión, cada vez más actuada, profundizada y dilatada, al servicio de la vida y de la misión del Pueblo de Dios».
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