martes, 1 de marzo de 2011

Continúan revueltas en el mundo árabe, este domingo en Yemen, Bahrain y ...

1 comentario:

  1. Santiago Agrelo ve el "hambre de futuro" como causa de las revoluciones árabes
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    Arzobispo de Tánger: "Se tambalean las estructuras de poder que los tienen sometidos""Mañana otros soñadores, otras víctimas, otros pobres lanzarán su grito en calles y plazas"Datos de mapa ©2011 - Términos de usoSantiago Agrelo, 27 de febrero de 2011 a las 10:12

    La Iglesia se siente cerca de cuantos acarician una esperanza y creen que es posible otro mundo /> Santiago Agrelo
    El franciscano Santiago Agrelo 01(Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger).- En Túnez hubo muertos y cambios. También en Egipto. En Libia, donde se hace el recuento de muertos sin que todavía se puedan definir los cambios, se teme que lleguen días todavía más tristes que los muy penosos que ya se han vivido. Se movilizan los pueblos y se tambalean las estructuras de poder que los tienen sometidos.

    Hasta ahora han sido pueblos de lengua árabe los que, vencido el miedo, han llevado a las plazas sus reivindicaciones. Pero no ha sido la lengua, tampoco la religión, la fuerza que los ha movilizado. Se intuye que los mueve un sentimiento más universal que una lengua o una religión, y que podríamos llamar hambre de futuro.
    Esta pasión no es árabe: es humana.

    Mañana otros soñadores, otras víctimas, otros pobres, que se expresan en otras lenguas, que tienen otra cultura, lanzarán su grito en calles y plazas, con la sola esperanza de que ese grito derrumbe muros levantados para proteger intereses de pocos e ignorar necesidades de muchos. Mañana se oirán otras voces, y no será sólo en tierra de tiranos, sino en todo lugar donde verdad, libertad y justicia sufran menoscabo.

    La Iglesia se siente cerca de cuantos acarician una esperanza y creen que es posible otro mundo. Ella, por su naturaleza, es una comunidad de hombres y mujeres en camino hacia el Reino de Dios, hombres y mujeres con hambre de futuro, de mundo nuevo, de humanidad pacificada, reconciliada, austera, solidaria y libre. La Iglesia goza cuando en los acontecimientos de la historia vislumbra que su vocación es compartida por quienes todavía no saben llamar Cristo a la propia esperanza.

    La historia tiene sentido, va hacia un horizonte. Lo señala una flecha grabada al fuego del Espíritu en el corazón de cada hombre: pese a todas las formas de explotación, de esclavitud y de muerte que llenan de sufrimiento la vida de los pobres, el mundo camina hacia la verdad, la libertad y la justicia. Un cristiano sabe que, pese a todo, el mundo camina hacia Cristo.

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