(Agencias) Los atentados recientes en Oslo y en la Isla de Utoya causaron un fuerte estremecimiento en la sociedad noruega desacostumbrada a una violencia de tal magnitud, que no sólo destruyó edificios oficiales y afectó al diario de mayor tirada del país, sino que también provocó una alto número de victimas humanas que alcanzan a 76 muertos y numerosos heridos de diversa condición.
Aunque sus tropas participan de la OTAN en escenarios complejos como Irak en pasado, y lo siguen haciendo en la actualidad en Afganistán, Noruega es el país que alberga a los premios Nobel, un estimulo para aquellos que contribuyen con sus logros al progreso humano. Sus gobiernos han desarrollado una prolifera actividad diplomática tendiente a resolver conflictos internacionales de larga data, entre los que resalta conflicto Palestina-Israel.
El autor confeso de los atentados es un ciudadano noruego llamado Anders Behring Breivik, de 32 años, un fundamentalista cristiano (luterano), de ultraderecha, xenófobo, que profesa un profundo odio hacia los musulmanes, y cuya persona es la síntesis de un fenómeno que nunca ha dejado de desarrollarse en Europa y hoy ha demostrado que si no se toman las medidas necesarias para controlarlo, este caso sólo será el primero de una larga lista de fanáticos dispuestos realizar acciones similares en todo el continente.
Más allá de lo sucedido en Noruega, es evidente que ni las dos grandes guerras y otras más acotadas que han tenido a Europa como escenario principal y los efectos desastrosos que estas han producido en todo sentido, han servido para aplacar a los movimientos extremistas que alberga el Viejo Continente, que reverdecen cada tanto, y en la actualidad, y en este momento en particular lo hacen con la excusa de la amenaza del radicalismo islámico, la xenofobia contra los inmigrantes, el desempleo, y otro factores conexos. Un panorama que podría ser aún más sombrío si la crisis financiera de diversos países europeos se profundiza y se expande a otros Estados.
Europa alberga en su seno a numerosos grupos neonazis, nacionalistas de varias cepas y otras yerbas, y aunque no pueden descuidarse de la amenaza que representan Al Qaeda y otros grupos afines, deberían prestar más atención con lo que ocurre con sus propios ciudadanos, sobre todo si como algunos analistas afirman, se estaría estructurando una especie de internacional de extrema derecha que abarcaría a varios Estados europeos y cuya base logística, parecería estar situada en Austria.
Es más fácil y funcional a ciertos intereses identificar a los musulmanes como los enemigos y los responsables no sólo de los atentados sino también del resto de las calamidades que azotan a Europa. Al igual que lo sucedido en 1995 en el atentado en Oklahoma, Estados Unidos los medios de comunicación rápidamente identificaron a terroristas islámicos. En el caso noruego señalaron a Al Qaeda como el autor, incluso aventuraron una serie de motivos que movilizaron a dicho grupo a cometer los atentados.
Es que los esterotipos con los cuales Occidente construyó su otredad negativa, identificando a árabes = musulmanes = terroristas e Islam = terrorismo ha impactado tanto en las sociedades estadounidense y europea, que sus miembros establecen una relación directa entre cualquier hecho negativo con la participación en ellos de personas que necesariamente deben pertenecer a alguno de estos colectivos étnicos y religiosos.
La violencia es parte de la naturaleza humana no un atributo particular de una ideología, etnia, cultura o religión, es por ello que nosotros desde los medios debemos contribuir a desarticular estos estereotipos que en lugar de crear puentes para que las personas y las sociedades a la que pertenecen se conozcan y desaparezcan los motivos para el odio, el rencor y la desconfianza. De no ser así sólo nos espera un presente y un futuro plagado de violencia.
La dolorosa experiencia noruega debería servir para tomar conciencia de la potencialidad de una amenaza que ha dejado de ser latente en el seno de Occidente.
Tras el brutal doble atentado perpetrado ayer en Oslo, calificado por el primer ministro como «tragedia nacional» en la que los fallecidos llegan por ahora a 92, el Nuncio Apostólico en Noruega, Mons. Emil Paul Tscherrig, señaló que estos hechos constituyen «una locura humana inaceptable». El asesino, Anders Behring Breivik, ha declarado a la policía que espera ser percibido «como el monstruo más grande desde la Segunda Guerra Mundial».
Mons. Tscherrig señaló que "ante todo, estamos muy impactados ante estos terribles hechos, por los dos atentados que han causado tantos muertos, sobre todo jóvenes. Presentamos nuestro profundo pésame a todas las familias y a todas las personas tan duramente golpeadas".
El autor de la matanza ha confesado que su actuación fue "atroz" pero necesaria, según ha declarado su abogado defensor este sábado.
"Ha dicho que él creyó que sus acciones eran atroces pero que en su cabeza resultaban necesarias", ha asegurado su abogado, Geir Lippestad, en la televisión noruega TV2. Además, el letrado ha asegurado que "probablemente fue planificado durante un periodo largo de tiempo".
Durante el interrogatorio policial ha asegurado que actuó en "solitario", en contra de los testimonios de al menos dos supervivientes que apuntaban a la existencia de un cómplice, extremo que los investigadores estaban tratando ayer de confirmar.
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