sábado, 3 de septiembre de 2011

Esta es una realidad actual de nuestro mundo globalizado.

Líderes y representantes de las grandes potencias que ayudaron a través de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) a derrocar al régimen de 42 años de Muamar al Gadafi en Libia, se reunieron en París, Francia para, entre champaña y vino, analizar el futuro de esa pequeña nación africana rica en petróleo.

Se ha establecido un frente común entre delegados de 60 países, muchos de los cuales fueron opuestos a la intervención militar foránea, para reconocer y respaldar al mentado Consejo Nacional de Transición (CNT) al que se le ha encomendado la reconstrucción de Libia, cuya estructura básica fue destruida por los bombardeos de la OTAN.

Para empezar, los dueños del mundo ordenaron “liberar” a favor de los rebeldes 15 mil millones de dólares de más de US$50 mil millones propiedad del gobierno Libio congelados en bancos de Europa y Estados Unidos, aunque nunca se mencionó qué hacer con los familiares de más de 50 mil muertos durante el conflicto.

Aunque se reconoce que la dictadura de Gadafi cercenó derechos inalienables del pueblo libio, no será posible despejar el temor de que Washington, París, Londres y Bruselas acometieron tan espectacular ofensiva militar contra Trípoli por razones económicas y política, más que por asuntos relacionados con la libertad y los derechos humanos. Debe recordarse que Libia es importante suplidor básico de petróleo a la Unión Europea.

No parece posible, por ejemplo, que esa alianza militar bombardee a Suazilandia, pequeña nación africana desgobernada por un rey que posee cuatro palacios, jet privado y 14 esposas, cinco de las cuales envió de compras a Europa, mientras se afana por conseguir otras entre 60 mil adolescentes que bailan semi desnudas frente a su palacete, en un país con el 40 por ciento de la población infectada de VIH-Sida y un índice per cápita de medio dólar.

Por el contrario, entre la Unión Europea y Estados Unidos aportan más de cien millones de dólares anuales para que ese monarca se dé la gran vida, mientras los 50 mil millones de dólares generados por el petróleo de Libia consolidan finanzas del primer mundo.

Los gobiernos que dirigieron a control remoto el derrocamiento de Gadafi admiten que el conflicto bélico no ha concluido y que la guerra se prolongará como lo ha proclamado el gobernante derrocado pero, a contrapelo de más muertos y destrucción, las potencias requieren que se reanude la extracción y producción de petróleo en Libia.

No es posible determinar hoy en día si el pueblo libio ha sido liberado de la opresión o simplemente la posesión de sus inmensas riquezas ha cambiado de dueños.

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