lunes, 31 de octubre de 2011

La moda del amancebamiento, el amor libre y el dominio de la mujer sobre su cuerpo. (II)

Ha pasado mucha agua bajo el puente desde los tiempos de las sufragistas; de la batalla por el voto, la conquista se extendió a otras muy diversas zonas de derechos; la mujer ha conquistado el derecho al profesionalismo y a desempeñar puestos públicos, incluyendo el de primer ministro, pero también el "derecho" al divorcio, a la píldora anticonceptiva y al aborto; el derecho de ir de pie en los autobuses, a que la empujen los varones sin pedir disculpas, a que le griten majaderías cuando conduce un automóvil, el "derecho" a que los hombres le hagan malas proposiciones y sobre todo, el "gran derecho" a mantener una familia, con lo cual el varón se descarga de una antiquísima responsabilidad.

Así pues, de todo este movimiento, los verdaderamente liberados y favorecidos resultaron ser los hombres; antes el marido tomaba en serio el mandato bíblico y se afanaba, sudaba para sostener a la familia, pero desde que la mujer liberada puede y quiere trabajar, él ya no se supera.

Es ya frecuente, que en los matrimonios jóvenes ella sostenga la casa mientras él estudia y termina su carrera como si la esposa fuera su papá y como si no fuera posible estudiar y trabajar al mismo tiempo.

Hay casos abundantes en que la mujer sostiene sola la casa en la que ya hay niños; cuando regresa rendida y fastidiada del trabajo, la esperan sábanas que lavar, niños que bañar, pilas de trastos sucios en la cocina y guisar para el día siguiente. Dos cargas lleva: la suya y la del marido, pero él ya no sale de perico-perro; ¿para qué esforzarse, si se casó con una mujer liberada tan capaz?

Cuentan de una maestra que un día se encontró a una de sus alumnas que se había casado y era madre de 4 niños y seguía trabajando. ¿Y tu esposo, gana poco o qué? - no maestra, respondió: ya nos separamos - ¡pobrecita! comentó la maestra; mas a la alumna le brillaron los ojos de alegría y dijo: no, ahora estamos mejor que antes, porque él era el que me salía más caro.

No son pocos los casos en que la esposa gigantesca mantiene a toda la familia, incluyendo al marido y los mantiene bien... sólo que ella acaba muerta. Estupendo negocio para el hombre.

Asimismo antes el joven se reprimía, aunque fuera un poco, ante la novia por temor de engendrar un hijo; ahora ya no; él puede darse el gusto con ella o con cualquiera otra, al fin, gracias a la liberación femenina, ellas toman la píldora y evitan al hombre el meterse en conflictos, pues ahora los niños son conflictos y si no dio resultado la química, para eso está liberada: allí está el aborto; es verdad que ella sufrirá una experiencia y un trauma espantoso y que corre el riesgo de morir, pero su amante sale del aprieto tan tranquilo.

Por ley natural el padre es co-rresponsable en la educación de los hijos. Ahora está muy ocupado y deja a la esposa que se encargue de ello. La tarea queda grande a un solo cónyuge. La madre abrumada tiende a mimar a sus retoños y pronto aparecen los muchachos "problema" que destrozan el corazón y desquician la familia. Entonces el padre se enfurece y grita culpando a la madre consentidora. Quizá la educación de los hijos es la carga más cruel que ha recaído sobre la mujer en este movimiento que mejor debiera llamarse: "liberación masculina".

Puede parecer benéfico el que la esposa esclava se haya emancipado de la autoridad muchas veces tiránica del marido; ya el varón no manda en su casa pero la esposa tampoco, pues ya se cansa de mandar y de que nadie le haga caso; la mujer ya no obedece, pero no la obedecen a ella; su mandato que todos sabotean, se volvió una carga más de responsabilidad, aflicciones trabajos y pesadumbre de espíritu.

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