He salido edificado, casi diría santificado, de una entrevista. Un momento mágico, que duró más de tres cuartos de hora. Una gozada, que pronto podrán leer, y ya puden ver y escuchar en nuestro expositor de videos. Hacía tiempo, mucho tiempo que no terminaba una entrevista dando gracias a Dios por haber podido disfrutar de las palabras y la presencia de Dolores Aleixandre. Una mujer de Dios. Una monja enamorada. Una mistica humana. Una teóloga pionea de un feminismo y de una espiritualidad dulce y potente a la vez. Gracias, Dolores, por tu sonrisa, tu sentido del humor y tu esperanza. Con gente como tú, el Reino está cerca y la Iglesia puede renovarse.
Dolores Aleixandre está jubilada y jubilosa, después de sus largos años de profesora de la Universidad de Comillas. Allí creció y se forjó como biblista, rodeada de hombres y de grandes intelectuales, como Álvarez Bolado o Goyo Roldán, al que tuvo que sustituir, tras su repentino fallecimiento, con rubor y temblor.
Asi se define ella misma: "Jubilada feliz. Encajando el envejecer con cierto garbo (de momento). Convencida de la fuerza de la Palabra y de la bondad última de las personas. Adicta a la Biblia y a contársela a otros. Agradecida a la vida, al cariño de tantos amigos y al sentido del humor. Aficionada al cine, a la música polifónica y a Gomaespuma. Lectora desordenada y escritora de vuelo corto. Tratando de callarme más, rezar más y vivir más atenta al latido del corazón de Dios en el corazón del mundo".
Mirada clara, sonrisa eterna, cara de felicidad. Rompe los tópicos de las monjas amargadas o silentes o tristes. Su buen humor se contagia.
Y con su tono afable y cordial desgrana sus vivencias y dice verdades como puños. Y denuncias proféticas, sin agresividad alguna y con todo el amor del mundo.
Como vive en el amor, reivindica el amor para los creyentes y para la Iglesia. Incluso para los obispos. Porque, el roce hace el cariño. Y para fomentar el contacto, les pide que coman y cenen con la gente, con los curas, con las monjas y hasta con los periodistas críticos. Que salgan de su torre de marfil.
Dice estar cansada de esperar cambios en la Iglesia, pero lo dice con tanta dulzura y tanta carga de esperanza, que parece dispuesta a seguir esperando. Y proclama muy alto que la Iglesia o es una comunidad de hermanos y hermanas, donde la mujer tenga los mismos deberes y derechos que el hombre, o no será la Iglesia que quiso Jesús.
Dolores está jubilada, pero se mantiene muy bien. Por eso me gustaría, mi querida amiga, proponerte que fueses tú la cabeza de cartel de ese manifiesto-denuncia-anuncio de los cristianos para poner en marcha un gran tsunami solidario y ofrecer consuelo y alivio a nuestro pueblo que sufre y llora.
Nosotros te ofrecemos el soporte publicitario, el escaparate mediático. Tú tienes que ponerte al frente y utilizar tu carisma y tu palabra dulce y profunda, para aglutinar a muchos en esa causa tan justa y tan urgente. Hacer el bien a los pobres no puede esperar.
Señores obispos, les propongo que preparen una gira de Dolores, acompañada por las personas que ella elija, por todas y cada una de las diócesis españolas. Les vendrá bien a ustedes, primero. Y, sobre todo, si ponen a disposición de Dolores sus medios de comunicación, su capacidad de covocatoria, sus altavoces, los púlpitos de sus catedrales, estoy seguro que ella conseguirá provocar esa gran oleada de amor y de solidaridad.
Monseñores, tienen los medios necesarios y las personas adecuadas. Sólo hace falta que quieran. Es fácil y muy urgente. Los pobres, los preferidos de Cristo, nos están esperando. No podemos defraudarlos.
José Manuel Vidal
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