Cuando era director del periódico diocesano de San Luis, en mi oficina tenía una imagen de San Francisco de Sales, obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia. San Francisco murió en 1622. Es considerado el patrón de los periodistas y de la prensa católica. Su fiesta se celebra el 24 de enero y ha sido designada por el Vaticano durante muchos años como la Jornada Mundial de las Comunicaciones. Este año, una vez más, el Santo Padre Benedicto XVI ha aprovechado la ocasión para ofrecernos un mensaje sobre las comunicaciones sociales.
El cuadragésimo séptimo mensaje de la Jornada Mundial de las Comunicaciones tiene por título «Redes Sociales: Portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización». El Papa habla en este mensaje sobre las oportunidades de evangelización que proporcionan los medios sociales. También se refiere a la responsabilidad moral que tenemos de usar estos medios de manera respetuosa. Durante casi medio siglo, estos mensajes han afirmado el valor que tienen las comunicaciones modernas en la presentación del Evangelio.
El Derecho Canónico de la Iglesia establece que el obispo local tiene la responsabilidad particular de utilizar eficazmente los medios de comunicación en la obra del Evangelio, y de llamar a esos medios de comunicación a la fidelidad en el uso de las comunicaciones sociales.
Canon 747: «La Iglesia, a la cual Cristo Nuestro Señor encomendó el depósito de la fe, para que, con la asistencia del Espíritu Santo, custodiase santamente la verdad revelada, profundizase en ella y la anunciase y expusiese fielmente, tiene el deber y el derecho originario [...] de predicar el Evangelio a todas las gentes, utilizando incluso sus propios medios de comunicación social».
Canon 761: «Deben emplearse todos los medios disponibles para anunciar la doctrina cristiana, sobre todo la predicación y la catequesis, que ocupan siempre un lugar primordial; pero también [...] la prensa y otros medios de comunicación social».
Canon 831: «Sin causa justa y razonable, no escriban nada los fieles en periódicos, folletos o revistas que de modo manifiesto suelen atacar a la religión católica o a las buenas costumbres».
Canon 804: «Depende de la autoridad de la Iglesia la enseñanza y educación religiosa católica que [...] se lleva a cabo en los diversos medios de comunicación social; corresponde a la Conferencia Episcopal dar normas generales sobre esta actividad, y compete al Obispo diocesano organizarla y ejercer vigilancia sobre la misma«.
Hay un canon que se ocupa del abuso de los medios de comunicación, en la sección del Código denominada «De los delitos contra la religión y la unidad de la Iglesia».
Canon 1369: «Quien, en un espectáculo o reunión públicos, en un escrito divulgado, o de cualquier otro modo por los medios de comunicación social, profiere una blasfemia, atenta gravemente contra las buenas costumbres, injuria la religión o la Iglesia o suscita odio o desprecio contra ellas debe ser castigado con una pena justa».
Estoy muy orgulloso del trabajo de nuestro periódico diocesano, The Catholic Key (La Clave Católica), de nuestros escritores y de todos los involucrados en su producción, por la forma concienzuda en que utilizan el periódico para enseñar la doctrina católica, para proporcionar a los lectores reflexiones fiables sobre cuestiones de nuestra cultura, y para presentar historias de trabajo apostólico y de vida cristiana, en particular de nuestra diócesis, que nos inspiran a vivir nuestra fe católica con mayor plenitud.
Del mismo modo, el apostolado de la radio católica ha florecido a nivel local. La cadena KEXS, 1090 AM, ha ayudado a los católicos a conocer y vivir su fe. Nuestra radio católica también es escuchada y disfrutada por personas que no son católicas y ha hecho que muchas se acerquen a la fe y entren en la Iglesia.
De una manera diferente, por desgracia, ha llamado de nuevo mi atención el National Catholic Reporter, un diario con sede en esta diócesis. He recibido cartas y otras quejas sobre el NCR desde el principio de mi estancia aquí. En los últimos meses, he recibido una avalancha de mensajes de correo electrónico y cartas de católicos preocupados por la línea editorial del periódico: el rechazo oficial de la enseñanza de la Iglesia sobre la ordenación de mujeres, un socavamiento insistente de la enseñanza de la Iglesia sobre los medios anticonceptivos artificiales y la moral sexual en general, una exaltación de teologías disidentes unida al rechazo de la enseñanza magisterial establecida, y una larga lista de otros problemas.
Mis predecesores en la diócesis adoptaron diferentes formas de enfocar este desafío. Mons. Charles Helmsing firmó, en octubre de 1968, una condena del National Catholic Reporter y pidió a los editores que eliminasen la palabra «católico» de su título, pero en vano. Desde mi punto de vista, las posturas del NCR contra la enseñanza auténtica y la autoridad de la Iglesia no han cambiado en las décadas posteriores.
Al principio de mi misión como obispo diocesano, pedí al periódico que acreditase su buena fe como medio de comunicación católico, de acuerdo con las expectativas del derecho canónico, pero se negaron, indicando que se consideraban un «periódico independiente que comenta sobre ‘asuntos católicos’». En otras ocasiones, la correspondencia pareció llegar a un callejón sin salida.
En vista del número de expresiones de preocupación recibidas recientemente, como obispo diocesano tengo la responsabilidad de instruir a los fieles sobre la naturaleza problemática de este medio de comunicación que lleva el nombre de »católico. Aunque permanezco abierto a un diálogo sustancial y respetuoso con los representantes legítimos del NCR, encuentro que mi capacidad para influir en el National Catholic Reporter con objeto de conseguir su fidelidad a la Iglesia parece limitarse al nivel sobrenatural. Por eso, rogamos: San Francisco de Sales, intercede por nosotros.
+ Robert W. Finn, obispo de Kansas City (EE.UU)
Original en Catholic Key
El Derecho Canónico de la Iglesia establece que el obispo local tiene la responsabilidad particular de utilizar eficazmente los medios de comunicación en la obra del Evangelio, y de llamar a esos medios de comunicación a la fidelidad en el uso de las comunicaciones sociales.
Canon 747: «La Iglesia, a la cual Cristo Nuestro Señor encomendó el depósito de la fe, para que, con la asistencia del Espíritu Santo, custodiase santamente la verdad revelada, profundizase en ella y la anunciase y expusiese fielmente, tiene el deber y el derecho originario [...] de predicar el Evangelio a todas las gentes, utilizando incluso sus propios medios de comunicación social».
Canon 761: «Deben emplearse todos los medios disponibles para anunciar la doctrina cristiana, sobre todo la predicación y la catequesis, que ocupan siempre un lugar primordial; pero también [...] la prensa y otros medios de comunicación social».
Canon 831: «Sin causa justa y razonable, no escriban nada los fieles en periódicos, folletos o revistas que de modo manifiesto suelen atacar a la religión católica o a las buenas costumbres».
Canon 804: «Depende de la autoridad de la Iglesia la enseñanza y educación religiosa católica que [...] se lleva a cabo en los diversos medios de comunicación social; corresponde a la Conferencia Episcopal dar normas generales sobre esta actividad, y compete al Obispo diocesano organizarla y ejercer vigilancia sobre la misma«.
Hay un canon que se ocupa del abuso de los medios de comunicación, en la sección del Código denominada «De los delitos contra la religión y la unidad de la Iglesia».
Canon 1369: «Quien, en un espectáculo o reunión públicos, en un escrito divulgado, o de cualquier otro modo por los medios de comunicación social, profiere una blasfemia, atenta gravemente contra las buenas costumbres, injuria la religión o la Iglesia o suscita odio o desprecio contra ellas debe ser castigado con una pena justa».
Estoy muy orgulloso del trabajo de nuestro periódico diocesano, The Catholic Key (La Clave Católica), de nuestros escritores y de todos los involucrados en su producción, por la forma concienzuda en que utilizan el periódico para enseñar la doctrina católica, para proporcionar a los lectores reflexiones fiables sobre cuestiones de nuestra cultura, y para presentar historias de trabajo apostólico y de vida cristiana, en particular de nuestra diócesis, que nos inspiran a vivir nuestra fe católica con mayor plenitud.
Del mismo modo, el apostolado de la radio católica ha florecido a nivel local. La cadena KEXS, 1090 AM, ha ayudado a los católicos a conocer y vivir su fe. Nuestra radio católica también es escuchada y disfrutada por personas que no son católicas y ha hecho que muchas se acerquen a la fe y entren en la Iglesia.
De una manera diferente, por desgracia, ha llamado de nuevo mi atención el National Catholic Reporter, un diario con sede en esta diócesis. He recibido cartas y otras quejas sobre el NCR desde el principio de mi estancia aquí. En los últimos meses, he recibido una avalancha de mensajes de correo electrónico y cartas de católicos preocupados por la línea editorial del periódico: el rechazo oficial de la enseñanza de la Iglesia sobre la ordenación de mujeres, un socavamiento insistente de la enseñanza de la Iglesia sobre los medios anticonceptivos artificiales y la moral sexual en general, una exaltación de teologías disidentes unida al rechazo de la enseñanza magisterial establecida, y una larga lista de otros problemas.
Mis predecesores en la diócesis adoptaron diferentes formas de enfocar este desafío. Mons. Charles Helmsing firmó, en octubre de 1968, una condena del National Catholic Reporter y pidió a los editores que eliminasen la palabra «católico» de su título, pero en vano. Desde mi punto de vista, las posturas del NCR contra la enseñanza auténtica y la autoridad de la Iglesia no han cambiado en las décadas posteriores.
Al principio de mi misión como obispo diocesano, pedí al periódico que acreditase su buena fe como medio de comunicación católico, de acuerdo con las expectativas del derecho canónico, pero se negaron, indicando que se consideraban un «periódico independiente que comenta sobre ‘asuntos católicos’». En otras ocasiones, la correspondencia pareció llegar a un callejón sin salida.
En vista del número de expresiones de preocupación recibidas recientemente, como obispo diocesano tengo la responsabilidad de instruir a los fieles sobre la naturaleza problemática de este medio de comunicación que lleva el nombre de »católico. Aunque permanezco abierto a un diálogo sustancial y respetuoso con los representantes legítimos del NCR, encuentro que mi capacidad para influir en el National Catholic Reporter con objeto de conseguir su fidelidad a la Iglesia parece limitarse al nivel sobrenatural. Por eso, rogamos: San Francisco de Sales, intercede por nosotros.
+ Robert W. Finn, obispo de Kansas City (EE.UU)
Original en Catholic Key
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.