martes, 11 de junio de 2013

La santería origina una industria boyante en Cuba.

La santería origina una industria boyante en Cuba

   , por Luis Santamaría   
     
El coste de “hacerse santo” en la isla de Cuba varía según la nacionalidad. Margot (los nombres han sido cambiados), santera habanera, suele indagar el país, profesión y hasta si el futuro ‘ahijado’ tiene una abultada cuenta en el banco. Según informa Iván García en el Diario Las Américas, la santería se ha convertido en toda una industria en La Habana. En la barriada de La Víbora, familias completas se dedican a la celebración de ceremonias religiosas.
Guillermo es la cabeza de una prole amplia que ha transformado la santería en un negocio rentable. Es un babalao con conocimientos profundos de la religión afrocubana. Sus mejores alumnos son sus hermanos, hijos y sobrinos. Todos son santeros. Y viven de ello. El dinero obtenido, tras realizar numerosos santos a extranjeros, les permitió levantar una casa de tres pisos con un sótano dedicado a la cría de animales para ofrendar a las diferentes deidades. Guillermo es dueño de dos autos, regenta un cine 3D privado y una cafetería. Es un hombre de éxito.
Lucía, experta en santería radicada en España, considera que la crisis económica y de valores dentro de la sociedad cubana es la causa fundamental de la devaluación y falta de seriedad que abundan en prácticas religiosas de origen africano.
“Muchos religiosos le han dado un giro negativo a la santería. La han transformado en una empresa que mueve mucho dinero y donde ciertos babalaos solo piensan de qué forma pueden desplumar a sus ‘ahijados’. Sobre todo si son extranjeros o cubanos de buena posición. Es una aberración mayúscula, por el origen de estas religiones, nacidas en los barracones de negros esclavos quienes desde sus regiones africanas traían los preceptos y fundamentos de un culto altruista y solidario con el prójimo”, comenta Lucía.

En una casona de dos pisos de Lawton, la santera Teresa, lo mismo hace de pitonisa por 20 pesos que es madrina en un santo sonado. Ahora mismo, un canadiense se está iniciando en esta religión sincretista. Después consultar con los caracoles, Teresa le indicó qué santo debía hacerse. Ella tiene toda una cadena de colaboradores que les presentan futuros ‘ahijados’ cubanos o extranjeros con billeteras infladas.
“Si al ‘yuma’ (extranjero) se le puede sacar buena pasta, Teresa te da 500 pesos convertibles por cada uno que le lleves. Cuando en el barrio nos enteramos de alguien que desea hacerse un ‘iyabó’ (santo), se lo llevamos”, expresa una vecina.
Obdulio, babalao desde hace 58 años, considera que la religión yoruba sufre una crisis de credibilidad. “Es un asco lo que se está viendo. Se ha montado un circo con la santería. Gente inescrupulosa está lucrando con las creencias afrocubanas. Por cada santero serio y profesional existen diez pillos que se dedican a desvalijar a sus ‘ahijados’”, confiesa. Extranjeros famosos se han hecho santo en Cuba. El formidable toletero venezolano de los Tigres de Detroit, Miguel Cabrera, se hizo santo en Santo Suárez, municipio Diez de Octubre.
“Con la intención de iniciarse en la religión, por motivos de salud u otros, a la isla llegan forasteros de diversos países. Desde Chile hasta Japón. Cuba es una potencia del culto. Aquí hay grandes conocedores del tema, aunque también un ejército de tramposos e impostores. Depende en manos de quién caigas, tendrás una ceremonia con gastos mínimos en la compra de ropa y animales, o el santo te costará 5 ó 6.000 dólares”, aclara la experta Lucía.
Según algunos babalaos consultados el costo de un santo varía de acuerdo la deidad. “Yemayá resulta más barato que hacerse Shangó. Cada orisha necesita un trabajo diferente. Sacrificar mayor o menor cantidad de animales. Los tronos, ropajes y toques de santo también varían”, explica un santero habanero.
Para un cubano radicado en la isla, tampoco es barato hacerse santo. “A mí me costó 15.000 pesos, y eso fue hace 20 años. Ahora las cifras andan por los 20 o 30.000 pesos, el equivalente a mil o 1.500 dólares”, cuenta Eusebio, residente en el municipio San Miguel del Padrón. Si es extranjero, el costo se dispara. “No hay una cifra precisa. Pero te aseguro que no baja de los 4.000 dólares. Algunos pueden llegar a 8.000. O más. La cantidad no tiene nada ver con el rigor o los conocimiento del santero que te hace el yaborage”, apunta un viejo babalao.
En torno a la santería se ha montado un negocio boyante en Cuba. Desde artesanos que confeccionan vasijas de madera y otros enseres, hasta músicos y percusionistas especializados en toques de santo. En los primeros 30 años de castrismo, el gobierno reprimía o simplemente no otorgaba licencias para efectuar ceremonias religiosas afrocubanas. Esa etapa ha quedado atrás. Ahora, hacerse santo se ha convertido en una moda e, inclusive, un símbolo de bienestar o poder.
Decenas de babalaos respetan la religión y extorsionan a sus ‘ahijados’. “Pero mucha gente ingenua y sin conocimientos de santería caen en manos de incautos. Para ellos, sus ‘ahijados’ son vacas de ordeño”, dice Rosa, santera de Guanabacoa, una de las localidades más importantes de la religión afrocubana. A pesar de santeros y babalaos tramposos y pícaros, el número de seguidores de las religiones afrocubanas se ha multiplicado en relación con los devotos del catolicismo. En Cuba, sentencia un refrán de sus mayores, “quien no tiene de congo, tiene de carabalí”.

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