martes, 26 de julio de 2011

En Somalia la Iglesia, está haciendo todo lo que puede.

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Los mercados, esos especuladores financieros sin nombre pero con identidad, no sólo arruinan y juegan al gato y al ratón con Grecia. Hacen algo peor. Sin controles y sin criterios morales, toman decisiones pensando sólo en sus carteras. Eso sí, absolutamente conscientes de que sus decisiones pueden matar (y están matando) de hambre a la gente. Porque eso es lo que está pasando en Somalia y en el Cuerno de África. Para que unos cuantos engorden, cientos de miles están condenados a una muerte indgina.
Esto lo dice un obispo misionero, de esos que se dejan la piel y la vida por los empobrecidos. El obispo de Maralal (Kenia) Mons. Virgilio Pante, una de las diócesis de acogida de los cientos de miles de refugiados que huyen del hambre, resume así la situación en el país: “Desde hace dos años sufrimos una gran sequía, las consecuencias son tremendas: el ganado se está muriendo y es la única fuente de sustento para nuestras tribus seminómadas de los Samburu, Turkana y Pokot. Pero esto no es todo: la situación ha empeorado con el aumento del precio del petróleo y por consiguiente del precio de todos los alimentos básicos, como harina, alubias, arroz y maíz”.

El obispo señala claramente la causa principal de esta enorme tragedia. Los que suben los precios y trafican con ellos están matando a los somalíes. Y Dios les pedirá cuentas. Porque hasta Él llegan los gritos desgarrados de dolor, hambre, sed y muerte de sus hijos.

La Iglesia, como siempre, está haciendo todo lo que puede. El Papa, desde su púlpito planetario romano, lanzó la voz de alarma y pidió la cooperación inmediata de Gobiernos y organismos mundiales. Miles de misioneros a pie de obra salvan, con sus escasos medios, al mayor número de personas. Pero la riada de los hambrientos es enorme y continua. Y no dan abasto. Y necesitan ayuda urgente.

Vergüenza de los mercados y vergüenza de los que podemos echar una mano y no lo hacemos. Movilicemos nuestras entrañas de misericordia y de justicia. No podemos quedar indiferentes, mientras nuestros hermanos mueren. El catolicismo mundial tiene que movilizarse como una sola persona. Ya lo están haciendo algunas instituciones como Cáritas o Manos Unidas. Pero tenemos que hacerlo todos. Y todos a la vez y con la máxima urgencia.
Y, aunque no consigamos atraer a nadie, si salvamos la vida de nuestros hermanos somalíes, el Padre nos estará eternamente agradecido. Ésa sí que es la lucha por la vida y la dignidad de la persona humana. Y no otras batallitas seudo moralistas, disfrazadas con el lema del Sí a la Vida. Dicho de otra forma, nuestra lucha por el no nacido no tendrá credibilidad alguna, si no va acomapañada de nuestra lucha contra la muerte del nacido.

Para colaborar con Cáritas en el Cuerno de ÁFrica, pincha aquí

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