Ángel Gutiérrez Sanz.
Finalizaba el siglo XX con la celebración del Año Internacional de los Mayores , entiéndase por tales, quienes hayan cumplido 60 años. En un intento de la Comunidad Internacional por acercarse a estas personas, el 26 de Julio, festividad de S. Joaquín y Sta. Ana, padres de la Virgen María, fue declarado día internacional de los abuelos y podía ser una magnífica ocasión para pensar en ellos, aunque sólo fuera porque en los países occidentales representan un colectivo muy numeroso y según las previsiones va a serlo cada vez más.
Se espera que en los tres decenios próximos el número de personas mayores se triplique. Para mediados de siglo habrá 2000 millones de personas mayores en todo el mundo, entre las cuales muy posiblemente, te encuentres tú amable lector. Por lo que se refiere a España, más de 13 millones estarán por encima de los 60 años de edad y los mayores de 65 llegará al 16`75% del total de sus habitantes.
El hecho de que la sociedad está en deuda con los abuelos, hace que sea cada vez más urgente el diseñar una cultura de la ancianidad, destinada a acoger y valorar como merecen a estas personas que en su día lo dieron todo y gracias a su esfuerzo hoy podemos disfrutar de un nivel de vida y bienestar que ellos no tuvieron, diré más, su esfuerzo continua y ahí les tenemos en la brecha haciendo de canguros o de lo que haga falta, posiblitando así la vida laboral de muchos matrimonios jóvenes. Son tantos los que silenciosa y eficazmente colaboran con la sociedad y la familia , que si un día decidieran ponerse en huelga, se paralizaría medio país. Gracias también a ellos muchos valores tradicionales, morales y religiosos continuan aún vigentes entre nosotros.
Si queremos escucharles, tres son las preocupaciones que les quitan el sueño. Por orden de importancia serían éstas: La salud sería lo primero de todo. Se trata de un derecho básico. Cuando hablamos de salud estamos hablando de enfermedades, pero también de necesidades y de limitaciones, de higiene, de condiciones dignas de vida etc. Según reconoce el artículo 51 de nuestra constitución, es un deber del Estado proteger de modo especial a las personas mayores, velar por su integridad física y emocional; sin embargo el cuidado de los ancianos es una carga que, en España, siguen soportando las familias. La ayuda estatal domiciliaria de las personas mayores de 60 años, alcanza un porcentaje bajísimo. De los 6 millones de jubilados en España, un millón y medio son dependientes y son las familias las que en su mayor parte les atienden.
Hay que decir en honor a la verdad que en este asunto las O.N.G. están contribuyendo de forma muy positiva, así como el voluntariado, que cuida y atiende a personas mayores necesitadas, encargándose de darles medicinas, de ponerles inyecciones, darles oxígeno y ayudarles a hacer las rehabilitaciones. No es muy halagüeña la situación del viejo desde el punto de vista sanitario. Por si fuera poco se habla con insistencia de la eutanasia, como solución para casos difíciles y ello no deja de ser preocupante.
Después de la salud, la cuestión económica es lo que más preocupa a la gran mayoría de nuestros mayores. La pobreza es la amenaza real que gravita sobre el jubilado. El mero hecho, de hacerse viejo es ya sentir de cerca la amenaza de la pobreza. Según el informe de Caritas son muchas las personas mayores que están bordeando los umbrales de la menesterosidad. En el año 2000 la mitad de los pensionistas contributivos cobraban unas 65.000 de las antiguas pesetas, es decir justo para "ir tirando" malamente.
Lo que sucede es que la pobreza de los ancianos no crea alarma social, con sobrevivir ya tienen suficiente, según parece. La crisis económica ha venido a agravar la su situación y la incertidumbre de futuro va aumentando. Los mayores están en manos del Estado, que un buen día puede declararse en quiebra y entonces "Se acabó lo que se daba". Esto es algo que puede suceder, de hecho se nos ha comenzado a aconsejar ser previsores y buscar la seguridad de la vejez, suscribiendo planes de pensiones privados.
En tercer lugar los mayores se sienten marginados. Para mí, el gran drama de la mayoría de los viejos de hoy es el abandono y olvido en que viven, así, como si fueran unos expatriados que no entienden ya la cultura vigente, ni la gente que les rodea comprenden la suya. Pocas cosas tan dolorosas como ésta. De una u otra forma la vejez tiene hoy como compañera inseparable la soledad. Casi la mitad de los viejos que viven en las grandes ciudades, declaran sentirse solos.
Tiempos hubo y aún sigue habiéndolos en algunas latitudes, en que ser persona mayor era garantía de tener asegurado un reconocimiento social. No es el caso de nuestra sociedad occidental en la que nos está tocando vivir. Aquí los viejos apenas cuentan, diríamos más, casi molestan. Hoy lo que se lleva es ser joven; si uno no es joven ya no es nada en la vida. Así de sencillo. A nuestra sociedad consumista no le interesan quienes ni producen ni consumen. Está claro que faltan espacios sociales para la tercera edad,
Sin dejar de reconocer las buenas intenciones manifestadas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Pactos Internacionales de Derechos Humanos, Plan de Acción Internacional sobre Envejecimiento, Naciones Unidas de 1991 para dar solución al problema de la tercera edad etc. , lo cierto es que no se han visto reflejadas en el terreno de los hechos. No se están creando oportunidades de participación en la política, ni en economía o en actividades sociales, ni siquiera se les está dando amor y respeto que al menos les sirviera como bálsamo, pues como decía Cicerón:"El peso de la edad es más leve para el que se siente amado y respetado por los jóvenes".
Hasta ahora lo que la mayoría de los estados han ofrecido a los ancianos han sido programas sociales. Esperamos mucho más y nunca perderemos las esperanzas de poder hablar un día de realidades.
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