La naturaleza de la autoridad eclesiástica y su práctica están determinadas por la misión de la Iglesia y el modelo de autoridad dejado por Jesús: proclamar el Evangelio. Jesús envía a sus apóstoles a «haced discípulos de todos los pueblos y bautizadlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que os he mandado».
No ha de olvidarse que Cristo no ha abandonado nunca la Iglesia, sino que vive en ella y en ella sigue ejerciendo su jefatura, siendo la totalidad de la Iglesia, que es su cuerpo (cf. Ef 1,22-23), es decir todos sus miembros, los que continúan y prolongan la vida y misión de Cristo.
La opinión de Cristo sobre lo que debe ser la autoridad eclesiástica la encontramos en el episodio de la madre de los hijos de Zebedeo (Mt 20,20-28; Mc 10,35-45; Lc 22,24-27), así como en el del lavado de los pies (Jn 13,1-20). El que es o quiere ser grande en la Iglesia ha de procurar cumplir fielmente la voluntad del Padre siendo servidor de los demás. Estos textos nos muestran una concepción del mando centrada en la fe y caridad de una persona, Pedro, cuya principal responsabilidad es cuidar del rebaño, por el cual murió Jesús, y por el cual todo pastor debe estar dispuesto a morir. El modo concreto con el que San Pedro ejerció su autoridad lo encontramos sobre todo en los doce primeros capítulos de los Hechos, donde Pedro aparece como portavoz del grupo, pero donde las decisiones son tomadas por los Doce, los Apóstoles o la Iglesia, siendo por tanto el primado de Pedro perfectamente compatible con las decisiones tomadas con el consentimiento del grupo. Se trata por tanto la mayor parte de las ocasiones de un gobierno colegial.
En cuanto a San Pablo está claro que no resolvió todos los problemas con la misma receta. Cree, desde luego, que debe responder clara y decididamente a los problemas de la Iglesia, pero está, lo mismo que Pedro y los Doce, lejos del espíritu absolutista, no pretendiendo nunca situarse por encima de toda crítica. Excomulga al incestuoso (1 Cor 5,1-6) y sabe mostrarse en ocasiones firme e inflexible, pero no se le pasa por la cabeza arrojar fuera de la Iglesia a los que le critican, sino que conoce el valor del diálogo y la necesidad de tratar a los demás en un plano de intimidad y libertad, siendo por ello las cartas que dirigió a los cristianos mucho más confidencias íntimas propias de buenos amigos que decretos de un superior a sus súbditos.
En efecto para él la autoridad era una actividad basada en el amor, en modo alguno una función meramente burocrática o administrativa. Su autoridad no tenía otra finalidad que el bien de las personas, de quienes era y se sentía responsable y a las cuales sirvió hasta entregarse totalmente. De esta forma práctica Pablo nos indica que a Cristo hay que buscarle en los hombres, idea que encontramos explícitamente en San Juan referente a Dios (1 Jn 4,20). La autoridad por tanto en todo el Nuevo Testamento es una diakonía verdadera, término técnico que designa el ministerio apostólico como servicio prestado a los súbditos. En consecuencia hay un mayor interés en poseer unas relaciones basadas en la cooperación y armonía, que en el dominio del superior sobre el súbdito, ya que el amor es para todos la suprema motivación.
También actualmente la autoridad eclesiástica ha de cumplir su tarea con espíritu de fe, amor, servicio y fidelidad a la recta doctrina. Su función de gobierno se basa en el poder de la consagración episcopal, es decir en un sacramento en el que se confiere el Espíritu Santo, criterio clarísimo para distinguir la autoridad en la Iglesia de la autoridad civil.
Los medios com ose ejerce la autoridad no siempre responden a los origenes de la autoridad en los evangelios y en la iglesia.
Bastantes teologos ven que la autoridad actualmente en la Iglesia es SE NOS PRESENTA COMO ANACRÓNICA, ANTIEVANGÉLICA Y ANTITEOLÓGICA.
Organización anacrónica
El Concilio quiso una Iglesia que se entiende, antes que ninguna otra cosa, a partir de la igualdad fundamental de todos los cristianos y no desde a consideración de superioridad de quienes ostentan el poder. Esta organización es vista hoy en el mundo entero como algo anacrónico, de tiempos pasados, superado ideológicamente por todos e insostenible en la práctica. Hoy se queda uno perplejo cuando el Estado del Vaticano en su reciente constitución del 22 de Febrero del 2000 en el primer artículo dice que el Romano Pontífice es el supremo gobernante del Estado Vaticano que posee plenamente el poder legislativo, judicial y punitivo." La misma persona puede dar una ley y juzgar y condenar al que no la cumple, sin que nadie tenga la posibilidad de defenderse o exigir derecho alguno. Es la última monarquía absoluta que queda en el mundo. Lo cual es aun más grave porque actúa en nombre de Dios y su poder llega hasta la conciencia de cada persona.
Organización antievangélica
Es importante ver como se presenta este tema del poder y la autoridad en el Evangelio. Sobre este tema se nos dicen cuatro cosas importantes, que pertenecen a lo esencial del mensaje de Jesús.
Primera: El Dios de Jesús se nos ha revelado en un hombre laico, del pueblo, pobre, débil, un hombre que fue calumniado, mal visto por todos los que estaban en el poder, un hombre que se codeaba y se presentaba como amigo de enfermos, pecadores, de las mujeres, de los niños ..., de todas las gentes más marginadas. Este tipo de gente eran los que le entendían y los que le seguían. Los que estaban en el poder lo calificaron como un hombre amigo de pecadores, que pertenecía al grupo de los que no conocían la ley , que estaba maldito y que había que eliminar, porque ponían en entredicho su poder
Segunda: No quiso el poder. Huyó del poder. En el evangelio aparece repetidamente como Jesús venció la gran tentación de predicar y hacer presente El Reino desde el poder... Sabemos, además, que se enfrentó con todos los que tenían poder en su tiempo, hasta morir como un maldito por esta causa, yo diría que sólo por esta causa.
Tercera: El gran problema que tuvo con sus apóstoles fue precisamente a causa del poder. Les dijo que era imprescindible para ser alguien en su comunidad hacerlo con ausencia total de poder. Que había que hacerse como niños, como condición absolutamente indispensable para ser un apóstol suyo. Y los niños, en aquella cultura, se singularizaban precisamente por eso: porque eran seres sin derechos, sin poder, sin valor social. Jesús fue tolerante en todo con sus discípulos e intransigente tan sólo en este punto. La palabra poder , y sobre todo las actitudes de los que tienen poder, no pueden casar de ningún modo con lo Jesús quiso en sus discípulos.
Cuarta. Son muchos los que tienen el convencimiento de que la salvación depende del sometimiento y de la obediencia debida a los que están constituidos en poder en la Iglesia: Papa, Obispos y párrocos, superiores de órdenes religiosas etc. .Y Jesús no asoció en ningún momento la salvación al poder de nadie, ni al cumplir normas y precepto impuestos por nadie. La asoció al amor, a la misericordia, al perdón, a la bondad, a la solidaridad con los que sufren, pero nunca al sometimiento de unas personas sobre otras. Nadie, según el evangelio, tiene poder para hablar en nombre de Dios, para establecer obligaciones en nombre de Dios y mucho menos para imponer penitencias o castigos en nombre de Dios.
Organización antiteológica
Hasta el siglo XI la frase "Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" se aplicaba siempre al Colegio episcopal y a cada uno de los obispos, nunca en exclusividad al Obispo de Roma. Es por lo que este texto se leía siempre en la consagración de todos los obispos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.