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sábado, 12 de enero de 2013
El Estado moderno.
Estado moderno es casi un pleonasmo porque esta institución aparece en el “otoño de la Edad Media” (pág.81) en los siglos XIV y XV como “una de las formas de lo Político” (pág. 11). Desde estos presupuestos el texto comienza fijando conceptos fundamentales de la Ciencia Política como el Derecho, lo Sagrado, el Gobierno, la Sociedad… y las relaciones entre los mismos, para ir configurando a continuación lo que anuncia: una historia de las formas del Estado hasta llegar al actual, con el que el autor es muy crítico aunque no lo sea con esta institución en sí misma, a la que reconoce que “con sus defectos y sus virtudes, fue durante siglos una admirable forma de orden, ciertamente, a costa de la libertad política paliada por las tradiciones” (pág. 420). Sin embargo, está claro que en algún momento el desarrollo de la estatalidad tomó un camino erróneo que nos ha llevado hasta la situación actual: la del Estado Minotauro. El momento es la Gran Revolución, la Revolución Francesa, y especialmente la que comenzó en 1793 (pág. 181) más radical que la de 1789, que se extiende hasta la Primera Guerra Mundial. El Estado Minotauro es la última forma que ha tomado el monstruo de la estatalidad. Es la forma que ha seguido de manera indefinida a la del Estado del Bienestar (pág. 388). Un Estado que ha devenido en un
mero recaudador de impuestos, porque requiere para su supervivencia más y más recursos que expolia a la Sociedad de la que vive y que terminará por matar. Un Estado que odia el orden naturalque pretende cambiar por uno de tipo artificial sustentado en las bioideologías (pág. 408) que favorecen la decadencia demográfica, a pesar de que “Hayek y otros economistas han demostrado que la división del trabajo social, de la que depende el progreso económico y social, contradice rotundamente el maltusianismo. Cuanto mayor sea la población, más división del trabajo y más progreso si las condiciones políticas y jurídicas no obstaculizan la libertad”. (pág. 413). Como ven, de un modo u otro, siempre termino hablándoles de Economía para cumplir con el título de la sección. Sin embargo, eso no es lo importante, sino el libro de mi muy querido y más admirado profesor Negro: siempre duro de leer, como ascender por la ladera de un monte, y claro, como la vista desde la cima. No se nieguen la satisfacción de alcanzarla.
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