domingo, 10 de noviembre de 2013

Respondiendo a Pérez Reverte.

Da miedo su antipatía manifiesta a los cristianos.

"Está diciendo usted que la religión es esencialmente dañina"

La religión que usted satiriza, pese a los "errores históricos" cometidos, profesa un credo que, además de reconocer el misterio de la Santísima Trinidad, protege la vida indiscriminadamente e impulsa la fraternidad
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Arturo Pérez-Reverte.

  • Arturo Pérez-Reverte.
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(Marta Caño).-Ante la imposibilidad de publicar siquiera esta contestación al Sr. Pérez Reverte en el mismo grupo editorial que difunde sus artículos semanales, recurro a Religión Digital para hacer valer las voces de quienes interpretan la realidad española en clave no sectaria.
Ignoro cómo congeniaríamos el Sr. Pérez Reverte y yo si tuviera el gusto de conocerle. En lo que a mí respecta, disfrutaría de nuestras conversaciones cuestionando lo "políticamente correcto" frente a los dictados del sentido común, polemizaría con él sobre el buen o mal gusto de ciertos excesos, reiría muchas de sus sátiras, le haría cientos de preguntas y, seguro, más de dos veces le diría eso de: "¡mira que eres bruto!".
Por ser quien es, una tiende a disculpar el sarcasmo de sus escritos achacándolo a un estilo literario muy personal. Sin embargo, la ironía - como las bromas - deja de ser divertida cuando humilla o siembra discordia a través del chiste fácil que, mira por dónde, suele ser poco riguroso con la verdad.
Su artículo en el suplemento "Semanal" de La Rioja versionando la historia de España en la época visigoda, publicado el pasado 14 de julio, era provocador (aconsejo la relectura de la crónica histórica en esa etapa para saber de qué hablamos), pelín insolente (yo no me atrevería a llamar fanáticos a los españoles católicos que conocen y defienden las verdades de su fe, aunque sí llamaría "gilipollas" a los que están dispuestos a hacer de la fe una excusa para repartir "pifostios" a los que practican una u otra religión), y bastante manipulador (sienta el principio de que la religión es motivo seguro de disputa social e instrumento de poder para someter - sí o sí - al pueblo llano).
Si tuviera el placer de hablar personalmente con usted, don Arturo, este intercambio de opiniones sería más clarificador e interesante. Ante la imposibilidad de publicar siquiera esta contestación a su escrito en el mismo grupo editorial que difunde sus artículos semanales, deseo puntualizar lo que sigue.
Superstición y hecho religioso, ideología dominante y verdades de fe no son lo mismo. La religiosidad es una actitud personal, innata en el hombre, que le ofrece respuestas a la interpretación del mundo (origen y destino), y que configura la psicología del individuo aportándole tanto elementos de estabilidad emocional (sentido de la vida, salvación individual) como social (defensa de la familia, de la dignidad del hombre y del trabajo, sentido de la autoridad, reivindicación del sacrificio, control de los sistemas económicos y políticos mediante la crítica, etc.).
Hechos como las batallas medievales que glosa en su escrito no justifican el afán por apartar la idea de Dios de las sociedades desarrolladas, sobre todo cuando la religión que usted satiriza, pese a los "errores históricos" cometidos, profesa un credo que, además de reconocer el misterio de la Santísima Trinidad, protege la vida indiscriminadamente e impulsa la fraternidad.
No digo que su argumento defienda la segregación o la marginación de toda religión y sus prácticas, pero casi. Cuando equipara religión y conflicto social, o concordatos y privilegios históricos inmerecidos, u obispos como Rouco y afán de poder político, o religiosidad y sometimiento de las conciencias, está diciendo que la religión es esencialmente dañina.
Oírle hablar es otra cosa. A veces da miedo su antipatía manifiesta a los cristianos españoles. Cuando el domingo 27 de octubre, en La Sexta TV, contestando a una entrevista de Jordi Évole para Salvados, le oí culpar a la Iglesia española de obstaculizar el progreso de nuestra sociedad por no rendirse a los postulados protestantes y otras herejías entre 1478 y 1821, casi me echo a llorar de pena. ¿Ahora también somos culpables de la crisis?
Se podría hablar mucho de la evolución de las religiones y su impacto en las sociedades. Resumiendo demasiado puedo afirmar que la religiosidad condiciona el desarrollo de los grupos humanos en una doble vertiente: 1- promueve un sistema de valores que los individuos aprenden, sobre todo en las familias y que, en el caso del cristianismo, potencia un tipo de hombre culto, pacífico y benévolo respecto a los demás; 2- el crecimiento en número de una comunidad religiosa hace más visible su estructura moral, su ritual y la historia de una religión.
Esto hace que las religiones sean tenidas en cuenta en la explicación de la historia y la configuración de las naciones; que el impacto mediático de las palabras de un obispo católico sea mayor que las declaraciones de muchos políticos; y que ciertas agrupaciones (entre ellas la izquierda española) y algunos intelectuales (como es su caso) versionen la historia en clave de opresión social practicada por las iglesias del mundo.
Reconocer las obras de caridad de los monasterios y su contribución a la cultura europea después de flagelar sin miramientos a teólogos, obispos y reyes cristianos, es tanto como comprar la paz con limosna.
Estoy de acuerdo con el dicho que reza "cada palo que aguante su vela"; pero cuando está de moda apalear en público a la Iglesia católica, echo de menos a los caballeros del siglo XXI. Esos hombres racionales, ecuánimes, valientes y con autoridad literaria - o de cualquier índole - que movidos por el honor y la compasión ponderen la contribución elocuente del cristianismo a la sociedad europea actual, en lugar de levantar el pie para propinar una patada más a la Iglesia española mientras citan - como rarezas del cristianismo - el trabajo de misioneros y monjitas.

(Tomado de Religión Digital Marta Caño Montejo, 08 de noviembre de 2013 ).

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