El Califato se extiende por África y ya está a las puertas de Europa
Tras los primeros momentos de horror y estupor, parece que ya nos hemos acostumbrado a vivir con el Califato islámico, el antiguo ISIS, campando a sus anchas por territorios que hasta hace poco estaban bajo el control de los gobiernos sirio e iraquí. Es verdad que sus avances en la región se han ralentizado, pero también es cierto que los bombardeos, sin despliegue de fuerzas de tierra que consoliden los avances, no están siendo capaces de dañar seriamente a esta nueva realidad islamista.
En cualquier caso, muchos han pensado que hay que acostumbrarse a ese Califato islámico en Oriente Medio, que hay que aceptar que las comunidades cristianas desaparezcan de aquella región y que de este modo podremos vivir tranquilos en nuestro refugio europeo. Se equivocan.
Todas las noticias que llegan nos indican que el terror del Califato no se limita al Medio Oriente, sino que está consiguiendo extenderse, ante la impotencia occidental, en todo aquel lugar del mundo islámico en que la presencia estatal es débil, aprovechando estos vacíos para extender su presencia y establecer alianzas con otros grupos con los que comparte fines y estrategia.
Esto es especialmente evidente en África. En primer lugar a través de Boko Haram, la tristemente famosa secta yihadista que ha sembrado el terror en Nigeria y que controla un territorio en el norte del país que se estima en torno a los 20.000 kilómetros cuadrados y engloba 26 ciudades. Inmune a los ataques de un débil ejército nigeriano, ahora Boko Haram amenaza con expandirse por el norte de Camerún, donde ya cuenta con 13 bases permanentes.
En el extremo oriental del continente, en Somalia, al Shabaab, el grupo yihadista que controla el territorio centro meridional del país, hasta ahora integrado en la red al Qaeda, está cada vez más cerca de unirse al Califato, con quien comparte objetivos y metodología. Es precisamente de Somalia de dónde provienen las cada vez más numerosas incursiones terroristas en suelo keniata, como la del pasado 21 de noviembre, en la que un autobús fue atacado junto a la ciudad de Mandera, en el extremo norte de Kenia, y en la que perdieron la vida 28 personas. Tras ser obligados a descender del autobús, los terroristas separaron primero a los somalíes (numerosos en Kenia tras 20 años de guerra civil en la vecina Somalia) y luego obligaron al resto a leer unos versículos del Corán, evidentemente en árabe: todos aquellos que no pudieron hacerlo fueron asesinados allí mismo. Este ataque es uno más en la sucesión que sufre Kenia desde el atentado, en septiembre de 2013, contra el centro comercial Westgate de Nairobi.
La situación del avance yihadista en el África negra se completa con Mali y la República centroafricana. En Mali, los islamistas que controlaban el territorio de Azawad fueron derrotados por las tropas francesas, pero se muestran cada vez más activos, recuperando la iniciativa, conscientes de que los países occidentales no pueden permitirse una ocupación prolongada de esos territorios. Algo similar ha sucedido en Centroáfrica, donde la milicia islámica Seleka dio un golpe de estado que llevó por primera vez a un musulmán (son el 15% de la población), Michel Djotodia, a la jefatura de ese estado. Sus desmanes contra los cristianos provocaron la intervención de tropas enviadas por la Unión Africana con el apoyo de tropas francesas, pero la derrota total de Seleka está aún muy lejos de ser definitiva.
Pero esos vacíos geopolíticos que tan bien aprovecha el Califato han aparecido también a orillas del Mediterráneo. En concreto, en la cercana Libia, un territorio sumido en el caos desde la caída de Gadafi. En Derna, ciudad libia cercana a la frontera con Egipto y con una población de cerca de 100.000 habitantes, ya ondea la bandera negra del Califato en todos sus edificios de gobierno, mientras que el estadio de la ciudad ha sido convertido en el lugar en el que se realizan las ejecuciones públicas. Y todo esto a una hora escasa de Italia en avión.
¿Llegará el Estado Islámico pronto a Europa, o más en concreto, a España? Aunque no se pueden descartar acciones puntuales, ataques o atentados indiscriminados, la “hoja de ruta” del Califato es clara. Tal y como explican en su órgano de prensa, Dabiq, sus planes pasan por conquistar Arabia Saudí, ocupando la Meca y Medina y destronando a la dinastía saud, con quienes comparten orientación religiosa, el wahabismo, pero a quienes consideran unos traidores, para después dirigir sus ejércitos hacia los odiados chiíes de Irán. Sólo después tienen previsto dirigirse a Occidente, tomar Roma, para después, finalmente, reconquistar Jerusalén. Estos planes, que podrían parecernos fantasiosos, no son más que lo que expresa un conocido hadith, una frase atribuida a Mahoma, que dice así: “Invadiréis la península arábiga, y Alá os dará la fuerza para conquistarla. Después invadiréis Persia, y Alá os dará la fuerza para conquistarla. Después invadiréis Roma, y Alá os dará la fuerza para conquistarla. Luego combatiréis al Dajjal, y Alá os dará la fuerza para conquistarla”. El Dajjal es una especie de versión islámica del anticristo, cuya aparición coincide con la cercanía del fin del mundo, tiempo en el que está también profetizada la batalla decisiva contra los judíos.
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