"Su Santidad condena este acto de brutalidad sin sentido y reza por un cambio de actitud entre sus autores", se lee en el telegrama de pésame que el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolín, envió en nombre del pontífice al arzobispo de Nairobi, John Njue.
En el telegrama, se expresa que el papa está "profundamente entristecido por la inmensa y trágica pérdida de vidas causada por el reciente ataque a la Universidad de Garissa".
Asimismo, en el mensaje se hace un llamamiento a todas las autoridades para que "redoblen sus esfuerzos para trabajar con todos los hombres y mujeres en Kenia para poner fin a esa violencia y para acelerar el amanecer de una nueva era de fraternidad, la justicia y la paz".
El papa Bergoglio también expresa su "cercanía espiritual a las familias de las víctimas y a todos los kenianos en este momento doloroso".
Francisco "encomienda las almas de los difuntos a la misericordia infinita de Dios Todopoderoso, y ora para que todos los que los lloran sean consolados en su pérdida", prosigue el mensaje.
Ampliacion de noticia.
La ciudad de Nairobi amanecía ayer sin aliento. La sombra de los atentados en el centro comercial del Westgate en 2013 pesaba en cada rincón de este centro neurálgico de África del este. La Prensa internacional y local se hacía eco rápido y el rumor se extendía. Nadie confía en nadie. Y el silencio era más que natural en los transportes públicos edulcorados habitualmente con música reggae. El grupo terrorista Al Shabab atentaba la pasada madrugada contra el centro Garissa University College,
donde al menos 147 personas fallecieron, la gran mayoría estudiantes. El asalto de las Fuerzas de Seguridad kenianas, según informaron desde el Ministerio del Interior, se saldó con cuatro de los cinco terroristas muertos. Éste se ha convertido en el ataque más mortífero del grupo islamista perpetrado en Kenia. Al centenar de fallecidos se sumaron los más de sesenta heridos, aunque todavía, al caer el sol, vecinos de la zona aseguran que se seguían oyendo ráfagas de disparos y que los asaltantes seguían controlando la operación. Las autoridades kenianas localizaron a 280 de los 815 jóvenes inscritos en la universidad. Según apuntó el ministro del Interior, Joseph Nkaissery, «el 90% de la amenaza ha sido eliminada», pero se mostró prudente ya que al parecer algunos asaltantes seguían en el interior de la universidad. Los hechos, según los comentaba Beatrize Ondayo, una estudiante que logró escapar, se sucedieron de forma muy rápida. «Los encapuchados entraron en el campus universitario y empezaron a disparar en la zona de los dormitorios». Según Ondayo, la primera explosión tuvo lugar en la puerta del centro, dejando un gran agujero y provocando una auténtica carnicería». Los terroristas dividieron a los estudiantes en la universidad entre musulmanes y no musulmanes, dejando a los primeros libres y subrayando que su lucha es contra los cristianos según explicó el portavoz islamista Sheikh Ali Mohamud Rage. Además de la lucha contra los cristianos, el móvil de este atentado responde también a la venganza por las tropas kenianas que luchan en territorio somalí como parte de una misión de la Unión Africana contra Al Shabab en Somalia.
Ante la repercusión internacional del atentado, Joseph Nkaissery se apresuró a difundir una imagen de un hombre sospechoso del ataque ofreciendo una recompensa de 215.000 dólares por cualquier información que conduzca a la captura de Mohamed Mohamud. Su edad exacta no se conoce, pero se cree que ronda los 30. Mohamed es un keniano-somalí y fue un director en una madrasa o escuela islámica, en la ciudad de Garissa, hasta 2007. Fue entonces cuando cruzó la frontera hacia Somalia para unirse a la Unión de Tribunales Islámicos (UTI), que en ese momento controlaba gran parte del país. Está acusado de haber estado detrás de varios ataques contra soldados kenianos que están luchando Al Shabab en Jubaland. Al Shabab –que significa «los jóvenes»– reivindicó el ataque y aseguró que «Kenia está en guerra con Somalia». Como subrayó Mohamud Rage, «la misión de nuestros hombres es matar a aquellos que están contra Al Shabab». Ya la pasada semana se volvía a repetir un violento desenlace en la localidad fronteriza con Somalia de Mandera. El grupo, vinculado a la organización terrorista Al Qaeda, asesinó a 28 personas no musulmanas tras pasar un autobús y obligar a los pasajeros a recitar versos del Corán antes de matar posteriormente a los que no los conocían como respuesta a las redadas de la Policía en la ciudad keniana de Mombasa.
Garissa (a 4 horas y media en coche desde Nairobi) es uno de los puntos comerciales más importantes de la zona. A unos 150 kilómetros de la frontera con Somalia, su población es mayoritariamente de la etnia somalí.
donde al menos 147 personas fallecieron, la gran mayoría estudiantes. El asalto de las Fuerzas de Seguridad kenianas, según informaron desde el Ministerio del Interior, se saldó con cuatro de los cinco terroristas muertos. Éste se ha convertido en el ataque más mortífero del grupo islamista perpetrado en Kenia. Al centenar de fallecidos se sumaron los más de sesenta heridos, aunque todavía, al caer el sol, vecinos de la zona aseguran que se seguían oyendo ráfagas de disparos y que los asaltantes seguían controlando la operación. Las autoridades kenianas localizaron a 280 de los 815 jóvenes inscritos en la universidad. Según apuntó el ministro del Interior, Joseph Nkaissery, «el 90% de la amenaza ha sido eliminada», pero se mostró prudente ya que al parecer algunos asaltantes seguían en el interior de la universidad. Los hechos, según los comentaba Beatrize Ondayo, una estudiante que logró escapar, se sucedieron de forma muy rápida. «Los encapuchados entraron en el campus universitario y empezaron a disparar en la zona de los dormitorios». Según Ondayo, la primera explosión tuvo lugar en la puerta del centro, dejando un gran agujero y provocando una auténtica carnicería». Los terroristas dividieron a los estudiantes en la universidad entre musulmanes y no musulmanes, dejando a los primeros libres y subrayando que su lucha es contra los cristianos según explicó el portavoz islamista Sheikh Ali Mohamud Rage. Además de la lucha contra los cristianos, el móvil de este atentado responde también a la venganza por las tropas kenianas que luchan en territorio somalí como parte de una misión de la Unión Africana contra Al Shabab en Somalia.
Ante la repercusión internacional del atentado, Joseph Nkaissery se apresuró a difundir una imagen de un hombre sospechoso del ataque ofreciendo una recompensa de 215.000 dólares por cualquier información que conduzca a la captura de Mohamed Mohamud. Su edad exacta no se conoce, pero se cree que ronda los 30. Mohamed es un keniano-somalí y fue un director en una madrasa o escuela islámica, en la ciudad de Garissa, hasta 2007. Fue entonces cuando cruzó la frontera hacia Somalia para unirse a la Unión de Tribunales Islámicos (UTI), que en ese momento controlaba gran parte del país. Está acusado de haber estado detrás de varios ataques contra soldados kenianos que están luchando Al Shabab en Jubaland. Al Shabab –que significa «los jóvenes»– reivindicó el ataque y aseguró que «Kenia está en guerra con Somalia». Como subrayó Mohamud Rage, «la misión de nuestros hombres es matar a aquellos que están contra Al Shabab». Ya la pasada semana se volvía a repetir un violento desenlace en la localidad fronteriza con Somalia de Mandera. El grupo, vinculado a la organización terrorista Al Qaeda, asesinó a 28 personas no musulmanas tras pasar un autobús y obligar a los pasajeros a recitar versos del Corán antes de matar posteriormente a los que no los conocían como respuesta a las redadas de la Policía en la ciudad keniana de Mombasa.
Garissa (a 4 horas y media en coche desde Nairobi) es uno de los puntos comerciales más importantes de la zona. A unos 150 kilómetros de la frontera con Somalia, su población es mayoritariamente de la etnia somalí.
7 de enero: dos terroristas irrumpieron en la redacción del semanario francés Charlie Hebdo en París y mataron a doce personas, entre ellos los dibujantes Charb, Cabu, Wolinski y Tignous, respetados a nivel mundial. El crimen estremeció al mundo, despertando una ola de solidaridad nunca antes vista hacia un medio de comunicación y en rechazo hacia el grave atentado cometido contra la libertad de expresión.
ResponderEliminar18 de marzo: tres terroristas de un grupo relacionado con los yihadistas de Estado Islámico irrumpieron en el Museo Nacional de El Bardo, en Túnez, y matan a 23 personas, entre ellos a los colombianos Myriam Martínez y Javier Camelo Martínez. La condena del mundo occidental no se hizo esperar con demostraciones de seguridad hacia Túnez, pequeño país del norte de África ,que en enero del 2011 comenzó lo que hoy conocemos como Primavera Árabe.
Es natural que el atentado en El Bardo haya tenido el impacto mediático que tuvo en Colombia, ya que nos acercó a la violencia yihadista, que creíamos tan lejana. Myriam Martínez y Javier Camelo Martínez fueron las primeras víctimas latinoamericanas del Estado Islámico, en una guerra que no distingue banderas.
2 de abril: un comando de la agrupación yihadista Al Shabab mata a 148 estudiantes de la Universidad de Garissa, cerca de la frontera entre Kenia y Somalia. En un ritual macabro, los terroristas de Al Shabab, aliados de Al Qaeda, separaron a los musulmanes de los cristianos y masacraron a estos últimos, en una interminable orgía de sangre.
En respuesta al brutal atentado, el Gobierno keniano ofreció una recompensa de 215.000 dólares por la cabeza de Mohamed Mohamud, supuesto autor intelectual, y bombardeó posiciones de Al Shabab en el sur de Somalia. Las historias de los sobrevivientes dejan ver la crueldad y la sevicia con la que actuaron los atacantes, que en el 2013 ya habían sitiado un centro comercial en Nairobi y matado a 67 personas.
¿Por qué, sabiendo la magnitud de lo que pasó en Kenia, no tiene tanta resonancia como lo ocurrido con Charlie Hebdo y el atentado en el Museo de El Bardo? Todos nos hemos hecho una imagen preconcebida de África, como si condenáramos de por sí al ostracismo a un continente con problemas ancestrales de hambre, miseria y violencia. Algo parecido obró en la mente occidentalizada cuando en los ochenta nos decían que los africanos se estaban literalmente consumiendo por el hambre y no hicimos nada hasta que vimos el escenario apocalíptico en las sabanas etíopes. No era nuestra realidad, era la de los muchos y pobres africanos de piel oscura.
1
Un hombre en Kenia lamenta la muerte de su hijo en el ataque que dejó 148 estudiantes asesinados. REUTERS
También pasó con el reciente brote de ébola, donde nos importaban más los occidentales contagiados que podían ir a curarse a sus ricos países que los miles que caían como moscas en Guinea, Liberia y Sierra Leona.
Los hechos de París tocaron de por sí la fibra de nuestra esencia como comunicadores y los de Túnez la de nuestra sensibilidad como colombianos, dos de los nuestros cayeron por las balas de los irracionales. Las víctimas no escogen dónde nacen, simplemente son de donde son. Este razonamiento debería servirnos para dejar de clasificar a las víctimas por su nacionalidad, credo, color de piel y sentar ya una unísona voz de protesta contra la barbarie que aniquila la vida en nombre de una verdad retorcida de la religión.