NICOLE MUCHNIK 07/07/2011
Se trataba de uno de los hombres más poderosos del mundo, brillante director gerente del Fondo Monetario Internacional y presumible candidato a la presidencia de Francia, un hombre de izquierda, judío, rico gracias a la herencia de su mujer, que podía pagarse una fianza de 6 millones de euros y unos abogados de minuta máxima, así como un alquiler de 50.000 al mes por una casa en Tribeca, el barrio in de Manhattan. Pero era el presunto culpable de violencias sexuales, tal vez de violación, contra Nafissatou Diallo, una joven guineana de 32 años, madre de una hija, camarera en el hotel Sofitel, que vive modestamente en un pequeño apartamento del Bronx, el barrio más desfavorecido de Nueva York; una inmigrante musulmana sin historia, una presunta inocente "traumatizada", "digna", "valerosa", "devastada", un paradigma de víctima, mujer, pobre y sin derechos.
La exhibición de lujo y arrogancia puede dañarle más en Francia a DSK que los aspectos sexuales
Pero a veces lo que tomamos como realidad cambia rápidamente, y sobre todo cuando está de por medio una justicia particularmente exhibicionista y de cuya difusión se ocupan todos los medios del planeta. Todo lo que parecía cierto se vuelve falso, el culpable lo es menos, la víctima ha perdido inocencia y lo blanco se vuelve negro, porque se nos había olvidado que por lo general las cosas son más matizadas o, sencillamente, más grises.
¿Qué queda de esas portadas escandalosas de los periódicos norteamericanos, o de las tomas de postura extremas de algunos movimientos feministas? "Todas somos camareras", se oyó clamar en París. Sin duda, pero no todas Nafissatou Diallo, cuya vida privada parece hoy menos cándida: vinculada a un exmarido traficante, bien decidida, según sus propias palabras, a conseguir el máximo de dinero posible de su atacante, al precio de más de una falta a la verdad tanto sobre su situación legal como sobre lo que pasó en la habitación del hotel.
Al hilo de las informaciones obtenidas un tanto parsimoniosamente, ha sido difícil no tomar partido: los hombres intentando expresar una denegación solidaria a menudo poco convincente, las mujeres un sobresalto de exacerbado feminismo. Pero es probable que también ellas hayan experimentado una cierta náusea ante la mediatización de este caso, tan común, sin embargo, como los millares de violaciones anuales o los atentados a la integridad de la mujer en nuestros países civilizados. La intención confesada de hacer del caso Strauss-Kahn un caso emblemático, de vengarse con este acusado de todo lo que "los tíos" hacen padecer a las mujeres, simbólica y realmente, no puede dejar indiferente. Al final, las unas y los otros se ven devueltos a la condición de mirones con una buena conciencia un poco sacudida.
¿Qué quedará de esta story que ningún guionista de Hollywood o de otro lugar habría sabido inventar? "No nos bañamos nunca dos veces en el mismo río", dejó escrito Heráclito. Hoy nos complacemos en diseccionar al personaje Dominique Strauss-Kahn, "ese hombre", como se ha escrito, "cuyos múltiples talentos debían permitirle aspirar a las más nobles ambiciones, pero capaz de sacrificarlos a cambio de los placeres más triviales. Una historia que solamente podía pasarle a él". "No solo juega al ajedrez en su ordenador. Juega con fuego", afirma un miembro de su familia en el reportaje de Raphaëlle Bacqué y Ariane Chemin en Le Monde. Los personajes de la mitología griega siempre caen a causa de un único defecto: los dioses pueden provocar su caída pero no ingeniar la profunda razón de la misma. Igual que Ícaro, nuestro personaje moderno es alcanzado en el punto más alto de su vuelo. Pero, como el fénix, ¿renacerá DSK de sus cenizas y pretenderá la más alta dignidad de la República? Y, en tal caso, ¿cuál será el comportamiento de ciudadanos y ciudadanas?
Probablemente, el hombre que regrese habrá cambiado menos que la mirada que hoy se posa sobre él. La gran exposición de sus defectos -ese apetito sexual que le hace perder el norte- así como el dinero de su mujer y su tren de vida muy poco "socialista", habrán afectado a más de uno o de una. Ahora bien, si en una Francia realmente permisiva más bien nos hemos divertido con los devaneos de nuestros presidentes o nuestros obispos -a excepción, claro está, de la pedofilia-, siempre se ha dado por entendido que la discreción, que confina estos asuntos a la esfera estrictamente privada, era de rigor. No es ese el caso esta vez. Los sondeos sobre la intención de voto de hombres y mujeres respecto a la eventual candidatura de DSK no están claros. "Pienso que su imagen ha quedado tan dañada que, en adelante, no estará en condiciones de recuperar la confianza de los electores, en particular entre el electorado femenino. Yo hoy no votaría por él, pero lo hubiera hecho antes", escribe en The New York Times la periodista de Le Monde Sylvie Kauffmann.
Pero se trata de una opinión personal, y nada indica que tanto mujeres como hombres no puedan ignorar la vida privada del candidato al considerar lo que podría, comparado con otros, aportar a su país. Aunque lo que también ha quedado expuesto a la luz, más todavía que el propio comportamiento sexual, habrá sido la arrogancia, la ostentación del lujo, ese permitírselo todo de una cierta clase social. Y eso no es tan seguro que, tanto hombres como mujeres, sean mayoritariamente propensos a perdonarlo.
Nicole Muchnik es periodista y escritora. Traducción de Juan Ramón Azaola. (Diario ElPais 7 de Julio/2011)
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