La Falsa Disyuntiva - Carta a los que no vienen .
La Falsa
Disyuntiva
Carta a los
que no vienen
Cardo
Ruso
Conversaba con mi buen amigo X., médico y
agnóstico declarado, y se me ocurrió preguntarle su punto de vista sobre el
aborto, ahora que el debate está en ascuas. Su respuesta fue sorprendente:
“Ustedes los creyentes al menos
tienen la esperanza que todos esos inocentes van al Cielo. Yo desgraciadamente
no la tengo, así que creo que mi posición negativa sobre el aborto es mucho más
radical que la de un creyente, porque si el bien de la vida es solo acá y ahora,
y si esto es todo lo que hay, nadie tiene el derecho a negarle a otro la
posibilidad de vivir su propia historia. No importan las circunstancias. Vivir
siempre es mejor”.
Después agregó que el problema es que no tenía
ningún interés en defender su posición en un debate que según él, quedó reducido
a ser clerical o anticlerical. “Ese debate me resulta ajeno”.
La pregunta que queda entonces es por qué este
debate, que es de interés de todos, ha quedado para algunos, reducido a eso. A
la Iglesia de un lado, y los abortistas del otro.
Y la respuesta es que la verdadera causa no es
que la Iglesia haya monopolizado una posición en virtud de su propio interés,
sino que todos los demás parecen haber claudicado.
En efecto, la Iglesia ha
quedado sola en la calle, y la tristísima realidad es que hasta algunos
católicos, incluyendo Obispos y sacerdotes, han llegado por momentos a ocultar
vergonzosamente la fe, por una cuestión que podríamos llamar de “táctica”, por
el simple hecho de no querer aparecer confrontando con todo el resto de la
sociedad.
Como si esto fuera Iglesia vs. Resto del Mundo.
Esta ruptura es falsa y el debate está mal
planteado, porque la inmensa mayoría ama la vida. Y esto es Vida contra Muerte.
La situación nos remite a otro hecho reciente,
que es el Encuentro de Asís convocado por Benedicto XVI.
El Santo Padre ha llamado a todos, incluyendo a
los agnósticos, a participar juntos en la resolución de los problemas del mundo
y es que el bien desde el punto de vista natural o social no es patrimonio
exclusivo de los creyentes, es alcanzable por la razón, y cualquier persona
creyente o no, tiene el derecho a gozar de él y también el deber de luchar para
conseguirlo para sí y para los demás en la comunidad. Las diferencias van
después.
Visto así, queda claro que no es este un tema
“clerical”, y es injusto que algunos nos señalen a los católicos por participar
en el debate y en la lucha.
La realidad es que los creyentes los estamos
esperando, y desde el punto de vista social natural, nos compele el derecho y el
deber de reclamar su presencia, que debe ser expresada desde el lugar que les es
propio.
Nosotros participamos desde nuestra razón y
desde nuestra fe, que nos son constitutivas. Otros pueden y deben participar
desde su situación particular, con fe o sin ella, enriqueciendo la posición, que
es nada más ni nada menos que defender las vidas de los chicos argentinos que
están por llegar, tal como las comadronas egipcias del Libro del Éxodo salvaron
a los niños hebreos de la orden de muerte dada por el Faraón, y fueron por ello
bendecidas por Dios.
Insistimos otra vez sobre el punto: los
creyentes católicos participamos como somos (we come as we are), y no es justo
que se nos acuse por eso. Tal vez los que faltan son los demás. Y que falten sí
que es injusto.
Para ilustrar destaquemos un texto de
Jürgen Habermas, a quien nadie podría acusar de simpatizar con
nuestra fe:
“Pues la verdad es que hasta ahora
el Estado liberal sólo a los creyentes entre sus ciudadanos les exige
que, por así decir, escindan su identidad en una parte privada y en una parte
pública.
Son ellos los que tienen que traducir sus
convicciones religiosas a un lenguaje secular antes de que sus argumentos tengan
la perspectiva de encontrar el asentimiento de mayorías.
Y así hoy, católicos y protestantes, cuando
reclaman para el óvulo fecundado fuera del seno materno el estatus de un
portador de derechos fundamentales, hacen la tentativa (quizá algo apresurada)
de traducir el carácter de imagen de Dios que tiene la creatura humana al
lenguaje secular de la constitución política. La búsqueda de razones que tienen
por meta conseguir la aceptabilidad general, sólo dejaría de implicar que la
religión queda excluida inequitativamente de la esfera pública, y la sociedad
secular sólo dejaría de cortar su contacto con importantes recursos en lo
tocante a creación y obtención de sentido de la existencia, si también la parte
secular conservase y mantuviese vivo un sentimiento para la fuerza de
articulación que tienen los lenguajes religiosos”.
Entonces, reclamamos su presencia, porque
abortar es matar, más allá de cualquier juego de palabras, más allá de
distracciones o de eufemismos. Abortar es matar, porque es decidir que alguien
no estará entre nosotros. Y no importa si ese alguien será creyente o no.
Será una cara que jamás veremos, una risa que
jamás sonará, palabras que nadie jamás dirá, lágrimas que no regarán esta
tierra.
Un amor ausente por los siglos de los
siglos.
Una historia personal que quedará como un hueco
entre nosotros, por decisión del poder de alguien.
Por eso reclamamos respuestas:
¿Era ésta la Hermandad del Hombre que
proclamaban? ¿Era ésta la Utopía?
¿Es esto lo que había para ofrecer? ¿Abandonar
a la madre a una decisión desesperada que la destruirá y matará a su hijo?
¿No se estará intentando ocultar una
discriminación brutal bajo palabras biensonantes?
¿No habrá, (realmente quisiéramos saberlo), un
exterminio de pobres en lugar de su protección? ¿Se combate el hacinamiento
eliminando gente? ¿O con una política eficaz de vivienda? ¿No será esta la forma
más abyecta de capitalismo?
¿No habrá acá un racismo oculto y agazapado
bajo palabras? ¿No es esto otra cosa que pura eugenesia hitleriana?
Luchar contra esto no es clerical, sino humano
y verdaderamente razonable. Reclamamos a muchos bien intencionados por su
ausencia y omisión. Y fundamentalmente por no tener esperanza en su propio
discurso. Vengan.
Reclamamos con preguntas:
¿No hay un machismo infame detrás de esto? ¿No
es esto sacarse de encima el problema de la manera más fácil?
¿No fue típicamente esa la respuesta? “Me hice
cargo: le pagué el aborto”. Nos negamos a creer que sean tan fáciles de
conformar. Nos negamos a creer que finalmente el machismo las venza tan
fácilmente: “la sociedad se hace cargo: les paga el aborto”.
Otra vez. Luchar contra esto no es clerical,
sino humano.
Reclamamos a las que luchan por los derechos de
la mujer porque si esto no es claudicar, habría que inventar una palabra.
Vengan.
Reclamamos también a los legisladores y a todos
los que tienen a su cargo el cuidado de la comunidad porque son de alguna manera
padres y madres de todos, y especialmente de esos chicos y mujeres en peligro.
Su deber de protegerlos y salvar sus vidas es su responsabilidad máxima.
Por eso compatriotas, creyentes o no, acá los
estamos esperando. Hay un lugar para todos y para cada uno en la lucha por la
vida. Es una buena lucha y por eso debe unirnos, no separarnos.
Y si no quieren que el debate sea este
falsificado “clericalismo contra anticlericalismo”, vengan.
Porque todos estamos bienvenidos a luchar por
la vida de los chicos y por las madres y también para que una vez que estén “del
vientre para acá” tengan todas las posibilidades de desarrollarse en una buena
vida, en medio de una comunidad que nos protege a todos.
Entonces, vengan y reclamen y luchen. Mucha
gente que todavía no nació se los podrá agradecer mañana.
Addenda:
Y, por último, una addenda, para algunos
católicos que parece que se han enojado.
Vayan y agarren la Carta de San Pablo a los
Romanos, II, 12-16.
Un llamado de atención para todos, porque hay
enfrente los que niegan la Gracia; pero los hay entre nosotros que niegan la
naturaleza. Y ambas negaciones son herejías. Y si no pregúntenle a
Castellani.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.