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sábado, 12 de enero de 2013
Vuelve el nazismo.
Israel ya no aguanta más. Los recientes atentados contra los judíos nos retrotrae a la tragedia nazi. El postcomunismo ruso, el indigenismo revolucionario de Hugo Chávez y el fundamentalismo iraní se alían contra Israel, es decir, contra Occidente. El fanatismo no es sentirse en posesión de la verdad, eso es mero sentido común. Si
piensas algo es porque lo crees y si lo crees es porque lo piensas. Fanatismo es generalizar un defecto, o un error, del otro y concluir que todo lo que piensa y hace es una canallada o una estupidez, o ambas cosas a la vez. Fanatismo es, en resumen, negarle al otro su rectitud de intención. Así que lo contrario del fanatismo es la ecuanimidad. Esta es la historia del ministro de exteriores israelí, Avigdor Lieberman. Me gustan los judíos pero no me gustan los sionistas, es decir, aquellos que convirtieron la religión judía en un Estado político –reconozco que no tenían otra salida- y la revelación mosaica en un nacionalismo. Pero eso no importa: la ecuanimidad y la templanza exigen reconocer que el sionista Liberman ha dado en el clavo. Trascribo la nota de la Agencia Judía de Noticias, tras los atentados, pilotados desde Irán, contra embajadas e intereses judíos en esos tres paises: “El ministro de Relaciones Exteriores israelí, Avigdor Lieberman instó hoy, miércoles, al mundo occidental a responder con decisión la conducta de Irán ‘porque tal como hemos visto en el pasado, los judíos son el primer blanco conveniente para las dictaduras locos, pero no el último’. Los recientes ataques prueban que Irán ‘es el factor más perjudicial para la paz mundial’, agregó”. Y tiene razón, Cada vez que consentimos en que se persiga al pueblo elegido, a cuya raza perteneció el Dios encarnado, estamos dejando que se persiga la civilización cristiana en su conjunto. Quien ataca a los judíos ataca a los cristianos y viceversa. En esta historia de la crisis –ya en su quinto año- el antisemitismo no había entrado en danza: pues bien, ya está aquí. El nazismo alemán y la II Guerra Mundial nos había vacunado contra el antisemitismo pero los efectos de la vacuna están pasando. Los nazis han vuelto y eso no sólo estratégico sino que supone un muy mal presagio. El principio de la diplomacia internacional, coincidente con el Apocalipsis, es que la batalla final siempre girará alrededor de Jerusalén.
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