miércoles, 1 de enero de 2014

UNA SOCIEDAD SIN PIEDAD.

UNA SOCIEDAD SIN PIEDAD
Mientras empezamos a trazar la historia de los valores de nuestro mundo, debemos, primero que nada, analizar cómo es que los antiguos - de quienes heredamos muchas de nuestras ideas - se relacionaban con los valores que apreciamos hoy en día. ¿Acaso ellos los consideraban esenciales para la formación de un mundo ideal? o ¿Era su visión considerablemente diferente que la nuestra?
De todos los principios que tal vez podamos nombrar, el derecho básico a la vida parece certeramente el más fundamental. Todos queremos vivir sin miedo de ser arbitrariamente privados de la vida. Todos queremos vivir con una cierta cantidad mínima de dignidad humana. Todos queremos una cierta protección en la ley en contra de la opresión de tiranos que tal vez consideren ciertos segmentos de la sociedad innecesarios, porque son demasiado débiles o pobres como para protegerse a si mismos.
Cuan obvio e importante es este concepto para nosotros el día de hoy! Pero no era tan obvio o importante en el mundo de la antigüedad.
Para empezar, los Griegos y los Romanos - al igual que toda cultura antigua que conocemos - practicaban infanticidio.
Al decir infanticidio me refiero a la matanza de niños recién nacidos como control de población, selección de sexo (generalmente los niños eran deseados y las niña no deseadas), y como un medio de privar a la sociedad de miembros que potencialmente podrían molestar en un futuro o de miembros deformes.
Un bebé que parecía débil o enfermo en el momento del nacimiento, o tenía un defecto mínimo de nacimiento, como paladar hundido, pie plano, o estaba de alguna forma imperfecto, era matado. Eso era hecho por una escuadra estilo Nazi de remover bebes. Esto era hecho por un miembro inmediato de la familia, generalmente la madre o el padre y generalmente dentro de los primeros tres días de nacimiento.
El método de "desecho" variaba, pero generalmente sabemos que en la antigüedad, los bebes eran llevados al bosque y se los dejaba que murieran, o eran tirados a pozos.
El horror de un padre que es capaz de matar a su hijo es suficientemente traumático. Pero el hecho de que no les importaba el niño, a tal punto de tirarlo sin piedad a un lugar donde moriría lentamente y dolorosamente, o sería recogido por alguien para ser involucrado en esclavitud o prostitución (como algunas veces pasaba) sugiere un nivel de crueldad más allá de nuestra moderna imaginación.
Lloyd DeMause en su ensayo "La evolución de la niñez" (p 25-26) reporta:
"Generalmente, al infanticidio durante la antigüedad no se le daba importancia, a pesar de que las citas de referencias de escritores antiguos dicen que era una hecho de la vida diaria aceptado. Los niños eran aventados a ríos, arrojados a montañas de fertilizante, puestos en jarras hasta matarlos de hambre y expuestos en las montañas y banquetas como "presa para los pájaros, comida para que las bestias salvajes colecten".
Evidencias de estas prácticas han sido encontradas en varias excavaciones arqueológicas. En la Agora Atheniense, se descubrió un pozo que contenía los restos de 175 bebés tirados ahí para ser ahogados.
Y no asumamos que era la práctica de los pobres e ignorantes, sino que uno de los pensadores más influyentes en la historia intelectual occidental - nada más y nada menos que Aristóteles - discutió sobre este punto en su política diciendo que matar a niños era esencial para el funcionamiento de la sociedad. El escribió:
"Debe haber una ley que dictamine que ningún niño imperfecto o defectuoso debe ser criado. Y para evitar excesos en la población, algunos niños deberán ser expuestos. Ya que un límite debe ser puesto para la población del estado.".
Nota el tono de esta aseveración. Aristóteles no está diciendo "Me gusta matar bebés", sino que está haciendo un cálculo frío y racional: superpoblación es peligroso, y esta es la manera más adecuada de mantenerla bajo control.
Cuatrocientos años después de Aristóteles, la práctica de matar bebés fue una práctica firmemente realizada en el Imperio Romano. Este es un extracto de la famosa y muy citada carta que un ciudadano Romano llamado Hilarion le mandó a su esposa embarazada, Alis, citada el 17 de junio, Circa 1EC:
" Que sepas que estoy todavía en Alexandría. Y no te preocupes si todos regresan y yo permanezco en Alexandría. Yo te pido y te ruego que cuides bien a nuestro bebe (masculino), y en cuanto reciba mi pago te lo mandaré. Si das a luz a un bebe (antes de que llegue a casa) si es hombre quédatelo, si es una mujer deshácete de ella".

Hilarion, como vemos, estaba muy preocupado por su hijo, su heredero. De hecho, una familia típica Romana podía estar constituida de dos o tres hijos para asegurar continuidad si un hijo muriera - pero raramente había más de una mujer, quien era considerada como una responsabilidad molesta.

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