El arzobispo rector de la UCA acusa a prelados «fanáticos» de usar un tono agresivo, irritado y amenazante
El arzobispo Víctor Manuel Fernández, rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), que participó de la redacción tanto del mensaje final como de la Relatio Synodi de la III Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Familia, que concluyó el domingo en el Vaticano, destacó que «ésta fue sólo una etapa en el camino, y la mayoría siente que se ha dado un gran paso, que se ha inaugurado un nuevo modo de encarar los temas, con libertad y claridad». El prelado acusar a cardenales participantes en el Sínodo de usar un tono «agresivo, irritado, amenazante, no sólo dentro del aula del sínodo, sino en los pasillos».
(Aica/La Nación) El prelado rechazó que pueda considerarse «una derrota» del Papa, como interpretaron algunos, que no se haya obtenido consenso sobre tres puntos de los 62 de la Relatio Synodi, precisamente los que referían a los homosexuales y a los divorciados en nueva unión.
«Lo que el Papa espera es una mayor apertura pastoral de ministros con olor a oveja, capaces de sufrir con la gente», precisó en una entrevista del diario La Nación.
Éste fue su primer sínodo: ¿qué es lo que más lo impactó?
Me impactó poder discutir con gente de todo el mundo. A mi lado se sentaba el presidente de la Conferencia Episcopal de la India y del otro lado, el de Vietnam. Salí muy enriquecido, y creo que ahora puedo encarar distintos asuntos con una riqueza de perspectivas mucho mayor. También me impactó que el Papa nos rogara hablar con plena sinceridad y claridad sin tenerle miedo «a nadie». Me deslumbró su paciencia para estar varios días sentado de la mañana a la noche escuchando atentamente a todos. Mientras alguno roncaba y otros se quejaban del dolor de espalda, él miraba, sonreía, anotaba. Los obispos que participaron en sínodos anteriores están felices, porque dicen que durante estos días se ha podido discutir con los pies sobre la tierra y se han puesto sobre la mesa cuestiones que en los últimos años no se planteaban de manera muy directa. Nadie se privó de hablar de las dificultades concretas que hay en los distintos lugares para vivir todo lo que la Iglesia enseña.
¿Se esperaba que hubiera tanta división respecto de la cuestión de los divorciados vueltos a casar?
En realidad yo pensaba que este tema ni siquiera se iba a tratar, o que sólo se lo iba a mencionar de paso, porque había muchos otros asuntos que nos preocupaban más. Lo llamativo es que la posibilidad de que algunos divorciados vueltos a casar pudieran comulgar fuera planteada por muchos obispos. Yo no hablaría de división, porque quienes lo plantearon lo hicieron con mucha prudencia, dejando bien clara la indisolubilidad matrimonial, y quienes se oponían lo hacían pensando en el bien de las familias y de los hijos. Sólo había un grupo de seis o siete muy fanáticos y algo agresivos, que no representaban ni el 5% del total.
¿Cómo explica la marcha atrás que hubo en el tema de los homosexuales, que en el borrador tenían «cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana» y que en el documento final dice que deben ser acogidos «con respeto y delicadeza», en un párrafo que no alcanzó el quórum necesario?
-En realidad, después del trabajo de los círculos menores, parecía que el consenso estaba en no tratar este tema ahora, porque lo que interesaban eran las cuestiones más directamente relacionadas con la familia y habría muchas otras cuestiones igualmente importantes que no había tiempo de tratar. Por eso, en el documento final quedó sólo un breve párrafo que rechaza la discriminación. El hecho de que ese breve párrafo no haya logrado los dos tercios no se explica por un voto negativo de sectores muy conservadores, sino también por un voto negativo de algunos obispos más sensibles al tema que no quedaron conformes con lo poco que se dijo. En cambio, alcanzó los dos tercios el párrafo que rechaza las presiones internacionales sobre los países pobres para que tengan una ley de matrimonio homosexual. ¿Por qué? Aquí pesó la experiencia africana, ya que los obispos africanos narraban que en varios de sus países quienes se declaran homosexuales son impunemente torturados, asesinados o encarcelados, y sin embargo los gobiernos, por las presiones internacionales, sólo se preocupan por tener una ley de matrimonio homosexual. Quizá nos habría faltado decir, al menos, con el papa Francisco: «¿Quiénes somos nosotros para juzgar a los gays?». Muchas cosas podrían haber madurado mejor con más tiempo, pero se dio una fuerte prioridad a la escucha mutua, pensando que ésta era sólo una primera etapa exploratoria.
Hay sectores que definen el sínodo como «una derrota» para Francisco justamente porque no tuvieron la mayoría necesaria requerida para ese párrafo y otros dos párrafos sobre los divorciados vueltos a casar, aunque sí tuvieron mayoría absoluta. ¿Usted qué opina?
De ninguna manera es una derrota. Lo que el Papa espera es una mayor apertura pastoral de ministros «con olor a oveja», capaces de sufrir con la gente. Él nunca propuso una solución concreta, pero aceptó que el tema se planteara y se buscara una solución. Además, si tenemos en cuenta que los párrafos sobre los divorciados vueltos a casar tuvieron un 60% de votos a favor, eso no es una derrota. Pocos años atrás eso era impensable, y yo mismo me sorprendí por ese nivel de aprobación. Dado que esos párrafos representan a más de la mitad, el Papa pidió que sigan siendo parte del documento que se discutirá a partir de ahora. Es decir, tengamos claro que no serán retirados, aunque no hayan alcanzado los dos tercios de los votos. Nadie quiere negar la indisolubilidad del matrimonio y a todos nos interesa alentar a los matrimonios a ser fieles, a superar sus crisis, a volver a comenzar una y otra vez, pensando especialmente en el sufrimiento de los hijos. Pero muchos han insistido en las segundas uniones que llevan muchos años, que viven con generosidad y que han tenido hijos. La mayoría considera que sería cruel pedirles que se separen, provocando un sufrimiento injusto a los hijos. Por eso seguimos pensando en la posibilidad de que puedan comulgar, teniendo en cuenta que, como enseña el Catecismo, donde hay un condicionamiento que la persona no puede superar su responsabilidad está limitada. Sin embargo, es un tema que debe ser mejor profundizado, y no conviene apresurarse. No hay que olvidar, por otra parte, que el Mensaje del Sínodo asume que en esta primera etapa se comenzó a reflexionar «sobre el acompañamiento pastoral y sobre el acceso a los sacramentos de los divorciados en nueva unión». Si bien la minoría más dura pedía que esto no se mencionara en el mensaje, para cerrar el tema, ese pedido no fue escuchado y el 95% de los miembros aprobó el mensaje.
Comenzó un proceso que culminará después de otro sínodo en 2015. Como bien explicó usted, para el Papa «el tiempo es superior al espacio». Pero el sínodo también dejó claro que hay un grupo, minoritario pero compacto, que se resiste a la idea de una Iglesia que no excluye a nadie. ¿Quedó preocupado?
Por un lado quedé contento. Hay avances reales. Todos salimos con una conciencia mucho más clara y profunda de la gran complejidad de las problemáticas matrimoniales y familiares. Eso ayudó a no usar expresiones agresivas que en la Iglesia eran muy comunes hasta hace pocos años, expresiones que tenían que ver con teorías que no se encarnaban en la realidad concreta de la gente. Por otra parte, quedé insatisfecho. Yo habría deseado más avances en otros temas que preocupan a las familias, y que considero más importantes que el de los divorciados en nueva unión. No sería correcto reducir este sínodo a dos temas llamativos. También se habló mucho sobre la dignidad de la mujer y sobre las distintas formas en que son objeto de discriminación, de violencia y de injusticia. Se habló de los problemas de los jóvenes, de la desocupación, de la educación, etc. Pero ésta fue sólo una etapa en el camino, y la mayoría siente que se ha dado un gran paso, que se ha inaugurado un nuevo modo de encarar los temas, con libertad y claridad. Por eso, más allá de los resultados, se ha abierto para la Iglesia una nueva etapa.
¿Qué les diría a quienes critican a Francisco porque con este sínodo se abrió una «caja de Pandora»?
Que si no se abre la «caja de Pandora» lo que se hace es esconder la mugre debajo de la alfombra, meter la cabeza en un hueco como las avestruces, alejarnos cada vez más de la sensibilidad de nuestra gente y quedarnos contentos porque un pequeño grupo nos felicita. Hay que reconocer que varios obispos -y me incluyo- estamos muy detrás, lejos de la sabiduría pastoral, de la visión y de la generosidad del papa Francisco.
¿Pudo percibir hostilidad de la curia hacia el Papa, visto que varios prelados (Gerhard Muller, George Pell, Marc Ouellet, Leo Burke), fueron líderes de un sector conservador que públicamente habló en contra de las aperturas?
No me preocupó lo que dijeron. Algunos de ellos se expresaron con solidez y con preocupaciones sinceras por cuestiones que no pueden ser descuidadas. En otros, aunque son muy pocos, me preocupó el tono: agresivo, irritado, amenazante, no sólo dentro del aula del sínodo, sino en los pasillos y por la calle. Repito: eran muy pocos. Pero allí estaba el Papa, sereno y atento, asegurando la libertad de expresión y garantizando que nadie se pasara de la raya. Era verdaderamente la figura del padre bueno y firme, que asegura que todos sus hijos, también el más débil, puedan expresar su punto de vista y sean respetados
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