sábado, 1 de enero de 2011

Monseñor Agrelo denuncia: "Desde África, sube hasta Dios el grito del dolor inocente".

"Europa legisla y paga: los fuertes determinan dónde empieza y dónde acaba la libertad de los débiles"
"La desesperación de los africanos en las comisarías de Marruecos la justifican leyes europeas y la subvenciona el euro".

Benedicto defiende los derechos de los emigrantes Benedicto defiende los derechos de los emigrantes 01(Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger).- Tenía que hablar de la paz, pero he de cambiar argumento. El correo que recibí decía así: "Cuarenta y dos personas detenidas en Mesnana en nochebuena. Entre ellas mujeres embarazadas y mamás con bebés. Algunos enfermos. Uno declara que habían salido al mercado para comprar algo para la cena, otros estaban cantando a la navidad cuando tocaron a su puerta".



Dos días antes nos habíamos encontrado. Bajamos a la cripta de la catedral. Estaba prevista oración común, mesa común, y un obsequio que cada uno pudiese llevar a su casa. Presidía su pastor, un joven negro, revestido de túnica blanca, deslumbrante como luz de resurrección.



Cantaron con el alma, como el alma de África sabe cantar. Escucharon la palabra del pastor. No sé de qué les habló, pero sé que participaron en el sermón con aclamaciones de alabanza y asentimiento por cuanto el pastor les decía. Era una hermosa vigilia de Navidad, para gente buena de África, para hombres, mujeres y niños que buscaban en el canto, en la palabra y en la oración una presencia amiga y la paz que necesitaban para que el cielo los cobijase en horas de miedo.



Hoy están detenidos. Aislados. Sin comida. Angustiados. Hombres, mujeres y niños, gente peligrosa que asalta el cielo con oraciones y pone en peligro los sueños de Europa. Mañana los habrán deportado. No volverán a sus casas. Serán entregados al desierto, chivos expiatorios de nuestra salud económica, animales que abandonamos porque nos molesta su presencia.



No me pregunten quién es el miserable que los va a entregar, pues no es más que un mandado del sanedrín que lo paga.

Europa legisla y paga: los fuertes determinan dónde empieza y dónde acaba la libertad de los débiles, los sobrealimentados deciden sobre la mesa de los hambrientos, de modo que a los pobres no sólo les falte el pan, sino que se les cierren también los caminos para que puedan ganarlo dignamente.



La desesperación de los africanos en las comisarías de Marruecos la justifican leyes europeas y la subvenciona el euro.



Hoy, desde África, sube hasta Dios el grito del dolor inocente, y ese grito será testigo de cargo contra los dioses que continúan crucificando al hijo del hombre.

1 comentario:

  1. Ya los han deportado. Entre ellos hay dos mujeres enfermas.
    Crucificados, no hay colores, ¡sólo hay Cristos!A mi interlocutor más próximo sólo le oigo decir "deja de pegar que lo vas a matar" Datos de mapa ©2010 - Términos de usoSantiago Agrelo, 31 de diciembre de 2010 a las 09:55
    Monseñor Agrelo denuncia: "Desde África, sube hasta Dios el grito del dolor inocente"
    "Golpes secos, gritos y voces lejanas entre las que se adivinan los agudos de las mujeres y los llantos de los niños".
    (Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger).- Siempre se teme un arresto previsible al que sigue una deportación cierta. Tal vez por ese temor, en aquella vigilia de Navidad, la oración salía, si cabe, más desde dentro del alma, subía de los rincones ocultos del miedo. Aunque la oración anticipaba para aquella asamblea el tiempo litúrgico de la Navidad, en mi mente los pensamientos evocaban un tiempo histórico de pasión, tiempos reales los dos, presentes los dos, misteriosos los dos.

    Mirábamos al pastor, rostro negro de azabache, vestido blanco de luz resucitada, y, detrás de él, por encima de su cabeza, a todos nos miraba el Cristo blanco de un crucifijo.

    En la conciencia se me deslizó una pregunta: ¿Por qué es blanco el Cristo del crucifijo si los que aquí están ahora crucificados son negros?

    Y pensé que alguien la respondía: «Crucificado, no es el color; sólo el hombres».

    En Navidad, al huerto de la agonía, llegó la autoridad legítima a confirmar la verdad de la respuesta.

    La memoria me confía un relato de pasión blanca: "Todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían: «Profetiza». Y los criados le daban bofetadas" (Marcos).

    A la memoria confío un relato de pasión negra: "Golpes secos, gritos y voces lejanas entre las que se adivinan los agudos de las mujeres y los llantos de los niños. A mi interlocutor más próximo sólo le oigo decir "deja de pegar que lo vas a matar" (Helena).

    Confirmado: Crucificados, no hay colores, ¡sólo hay Cristos!

    P D.: Penúltima estación de este viacrucis: Ya los han deportado. Entre ellos hay dos mujeres enfermas. Es todo lo que pude saber.

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