sábado, 12 de febrero de 2011

Mons. Aguer: «No es buen negocio claudicar y presentarse complaciente ante la dictadura del relativismo».

(Aica) El prelado reclamó a los educadores cristianos que actualicen cada día su indentidad cristiana y su compromiso con la verdad. El prelado platense hizo estas precisiones al inaugurar ayer por la mañana en el FORJA Centro de Convenciones, de la ciudad de Córdoba, el 48° Curso de Rectores que, organizado por el Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC), se extenderá hasta el sábado con el lema “Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad (2010-2016). Educador llamado a repensar y relanzar su misión en un nuevo y complejo contexto social”.



“El Consejo Superior de Educación Católica, al ofrecer anualmente este foro de reflexión pedagógica y pastoral, cumple con un aspecto importantísimo de su misión al servicio del subsistema educativo eclesial. En el campo decisivo de la formación permanente de los educadores, empeño que responde a las exigencias de realización personal progresiva, de seriedad profesional y de una específica vocación, queda, ciertamente, mucho por hacer”, aseguró.



Mons. Aguer consideró que “el CONSUDEC tendrá que dotarse de las estructuras necesarias para promover la actualización continua de directivos y docentes, a nivel nacional, en todas las áreas de la actividad educativa: doctrinal, científica, metodológica, pastoral y de gestión institucional”, y recordó que “el principio de libertad de enseñanza y el requisito ineludible de igualdad de oportunidades nos asisten para solicitar del Instituto Nacional de Formación Docente los fondos necesarios y la acreditación correspondiente, ya que el subsistema educativo eclesial integra, según nuestro ordenamiento jurídico, el único sistema público de educación nacional”.



“Me permito subrayar este concepto, ya que con frecuencia se oye todavía una formulación errónea que opone escuela de gestión privada a escuela pública, entendiendo por ésta exclusivamente la estatal. De este equívoco se ha valido la ANSES para negar la asignación universal por hijo a las familias que eligen para el suyo la escuela católica”, advirtió en su discurso inaugural titulado “el educador y su circunstancia”.



“El CONSUDEC bien podría establecer o auspiciar un Proyecto Integral de Formación Docente, que procure asegurar la identidad católica de la enseñanza en todo el subsistema eclesial, de acuerdo a la condición señalada por el Documento de Aparecida, a saber: la referencia explícita a la visión cristiana. Esta referencia se cumple cuando los principios evangélicos se convierten en normas educativas, motivaciones interiores y, al mismo tiempo, en metas finales. Sólo si se verifica esta condición podemos sostener, según el mismo texto, que la educación es católica”.



Educar signfica formar varones y mujeres completos

Tras referirse a la figura del educador –que no siempre coincide con la de maestro– y su misión en un nuevo y complejo contexto social, hizo hincapié en la educación integral y la dimensión religiosa, asegurando que



“el proyecto educativo católico se caracteriza por cultivar expresamente tal integralidad como el fin por excelencia, que determina la orientación de todo el proceso formativo, la adopción de los métodos más adecuados y su revisión constante, la interacción y el ajuste de todas las dimensiones en búsqueda de una síntesis sapiencial, que encuentra su fuente inspiradora y su perfección en el conocimiento y el amor de Dios. Como ya lo hemos sugerido, educar significa formar varones y mujeres completos, su inteligencia, su voluntad, sus sentimientos, sus habilidades corporales, su sentido moral y social, su vida de fe y oración, su adhesión a Jesucristo y su inserción en la comunidad de la Iglesia”.



Y agregó: “la transmisión de la cosmovisión cristiana permite asumir críticamente la cultura de nuestra época y colaborar en la plasmación de un nuevo humanismo, porque para el cristiano nada de lo humano es ajeno”.



“La Ley de Educación Nacional ha incorporado, felizmente, el concepto de educación integral”, pero lamentó que “los legisladores no se atrevieron a enumerar las dimensiones de esa totalidad, a pesar de que se habían formulado propuestas para que se lo hiciera. El prejuicio laicista fue más fuerte, y no se quiso enunciar una serie en la que no podía faltar la dimensión espiritual y religiosa”.



“El Estado nacional, en este asunto, contradice las aspiraciones de la mayoría de la población, que han logrado ser reconocidas en el ordenamiento educativo de varias provincias. No puede haber educación integral sin el cultivo de la dimensión religiosa, valor culminante de toda cultura verdaderamente humana”, alertó.



El arzobispo también habló de las nuevas tecnologías en la escuela y el ambiente cultural en el que se inscribe y verifica la tarea educativa de la escuela católica, en especial a “algunas resistencias que tornan difícil la tarea de educar en la fe y de transmitir una visión cristiana del mundo”.



Afirmación de la identidad cristiana

Mons. Aguer reclamó igualmente al educador cristiano “actualizarse cotidianamente su identidad, su compromiso con la verdad. No hay que tener miedo de decirles a los chicos la verdad, de transmitirles en toda su armonía y belleza la concepción católica del hombre y del mundo valiéndose de razones bien probadas; a partir de esta base de claridad intelectual corresponde ayudarles con serenidad, comprensión y paciencia a vivir la verdad, a superar las dificultades, a reconocer en la práctica la belleza de la virtud y la fealdad inhumana del vicio”.



“No es buen negocio claudicar, presentarse complacientes ante la dictadura del relativismo, autoclausurarse en el espacio de lo políticamente correcto. La Iglesia reivindica su libertad de proclamar la verdad del Evangelio y nosotros, educadores, hacemos uso confiadamente de esa libertad en el ámbito público, precisamente en la escuela, en el ejercicio de la misión eclesial de educar”.



Por último, monseñor Aguer enfatizó que



“el proceso pedagógico cristiano incluye centralmente la enseñanza religiosa escolar, la catequesis, la orientación pastoral y el recurso a la fuente de vida que son los sacramentos; no son éstos medios secundarios, de relleno, que puedan ceder fácilmente lugar y horario a otras exigencias curriculares. Por lo contrario, son los arbitrios imprescindibles y comunísimos para intentar la doble síntesis, entre fe y cultura y entre fe y vida en la cual consiste, en sentido católico, la educación integral. Pero además, el auxilio de la gracia lo implora la oración humilde y perseverante. No hay que olvidarlo. Dos cosas profundamente olvidadas por todos los cristianos –así decía, quizá exagerando un poco, León Bloy en ‘El mendigo ingrato’–: Primero: tenemos el deber de pedirle todo a Dios. Segundo: Dios no tiene nada para rehusar”.

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