Antonio María Rouco, el cardenal de la comunión.

Antonio María Rouco, el cardenal de la comunión Se va sin hacer ruido el pastor que con su lema “in Ecclesiae comunione” ha querido anteponer la comunión de la Iglesia con Cristo a otras cosas, y que ha hecho 25 años de obispo entra Santiago y Madrid.

Rouco no ha sido una persona que haya levantado grandes entusiasmos. Se le ha criticado mucho. Los más “progres” le han tildado de restauracionista y consideran que ha politiqueado en exceso y en una dirección demasiado marcada. Los más “carcas” consideraron que reformó poco la diócesis en la dirección que ellos ansiaban, hasta el punto de que algunos (los más tradicionalistas) le consideran “un modernista”, y critican su escasa y moderada incisión política (y es que en España sigue quedando mucho meapilismo político). Frente a todas esas posiciones, conviene retener algo esencial que permita comprender al cardenal y sacar provecho de su conducta. Algo que se resumen en su lema, “in Ecclesiae comunione”, un lema que suena como música de fondo de toda su vida (como magistralmente muestra Francisco Serrano en su biografía Rouco, el Cardenal de la libertad, editada por Planeta). Rouco no ha sido ni conservador, ni progresista, ni restauracionista ni rupturista…Creo que ha sido un ejemplo de moderación, de saber esperar, de saber hacer, de saber contar con quienes se encontraba allá por donde iba sin querer cambiarlos forzadamente o sustituirlos por otros. Ha querido anteponer la comunión de la Iglesia con Cristo a otras cosas, y por eso ha procurado “hacerse todo a todos” y vivir el momento que le ha tocado en lo que Benedicto XVI llamó la “la reforma en continuidad” (cfr. Discurso a la Curia de 22-12-2005): ha procurado la inclusión antes que la exclusión, y ya se sabe que eso a veces genera la insatisfacción de todos los incluidos (que son más que los excluidos, si se decide excluir una parte).